SALVE REGINA (Peter Philips, 1561–1628)

 



Peter Philips (1561–1628) 
Cantiones Sacrae Quinis Vocibus


Peter Philips es, junto con William Byrd (1543–1623), uno de los más grandes compositores de la Contrarreforma. Estos dos católicos ingleses compusieron polifonía sacra de una sofisticación y un interés insuperados. Al contrario que Byrd, que permaneció en Inglaterra, protegido en buena medida de un serio acoso legal por sus creencias gracias al reconocimiento oficial de sus extraordinarias dotes como músico, Philips optó por vivir exiliado en el continente.


La carrera de Philips estuvo determinada por sus convicciones religiosas. Lo primero que sabemos de él es que fue un niño corista a los catorce años en St. Paul de Londres. La persona responsable de él era Samuel Westcote, que tuvo frecuentes problemas con las autoridades por su catolicismo. En 1582, poco después de la muerte de Westcote, Philips huyó de Inglaterra, y se nos dice que lo hizo “pour la foy Catholique”. Fue inicialmente al Colegio Inglés de Douai donde, en aquel entonces, estaba realizándose la traducción inglesa de la Biblia, una respuesta a las traducciones protestantes. (El Nuevo Testamento de Douai/Rheims apareció en 1582; el Viejo Testamento se publicaría en 1609.) Más tarde fue al Colegio Inglés de Roma, que por aquel entonces ofrecía refugio a una serie de exiliados religiosos.


Philips estuvo en el Colegio Inglés durante tres años y fue nombrado organista. Estuvo, por tanto, en Roma en el momento de esplendor de la fama de Palestrina. Además, en 1585, Felice Anerio, el sucesor de Palestrina en la Capilla Papal, fue nombrado maestro di cappella en el Colegio Inglés y, por tanto, trabajó con Philips. Éste incluyó música de Palestrina y Anerio en algunas de sus propias publicaciones. En otras palabras, estuvo plenamente familiarizado con las riquezas de la polifonía romana de finales del siglo XVI.


En 1585 Philips dejó Roma para trabajar al servicio de otro católico inglés, Lord Thomas Paget. Juntos viajaron por España, Francia y la actual Bélgica. Paget murió a comienzos de 1590 y Philips se estableció en Amberes, donde contrajo matrimonio y “se mantuvo enseñando a los niños a tocar los virginales, en lo que era muy ingenioso”. En 1593 visitó Amsterdam “para ver y oír a un hombre excelente en sus aptitudes” (Sweelinck). En su camino de vuelta de Amsterdam, fue llevado a La Haya para ser interrogado como sospechoso de conspiración contra la Reina Isabel.


Cuatro años más tarde pasó a ser miembro de la casa del Archiduque Alberto, el regente de los Países Bajos españoles, y allí pasaría el resto de su vida profesional. Así, en esta última etapa, la más extensa de su carrera, ilustra muy literalmente la acusación, realizada en 1630, de que “Aunque todos nuestros católicos sean súbditos del Rey de Inglaterra, un gran número de ellos, sin embargo, son servidores del Rey de España”.


Las Cantiones Sacrae a cinco voces, de las que están tomados los motetes de esta colección, fueron publicadas en Amberes por Pierre Phalèse en 1612. Se vieron seguidas un año más tarde de una colección similar de motetes a doble coro a ocho voces. Resulta interesante que uno de los procedimientos predilectos de Philips en los motetes a cinco voces sea crear una ilusión de un doble coro mediante la yuxtaposición de secciones con dos grupos diferentes de cantantes. Oímos esto en la sección filia Sion de Gaude Maria Virgo, por ejemplo. Ambas colecciones eran retrospectivas, con algunos de los motetes escritos más de veinte años antes de la publicación. Es interesante pensar en el hecho de que las Cantiones Sacrae fueron publicadas dos años más tarde que las Vespro della Beata Vergine de Monteverdi. Con Philips no hay indicios del stile moderno aunque, cuando se reimprimieron las Cantiones en 1617, Philips añadió una parte de basso continuo, probablemente sólo para compensar la debilidad de algunos coros.


La portada de las Cantiones de 1612 nos dice que fueron concebidas “para las principales fiestas de todo el año y del común de los santos”. Los motetes de las Cantiones sacrae están, de hecho, organizados de acuerdo con el calendario litúrgico. Su editor, John Steele, ha escrito: “En todas sus colecciones sacras Philips mostró una marcada predilección por los textos estrictamente litúrgicos (especialmente antífonas, antífonas marianas y responsorios). Raramente puso música a textos libremente elegidos como estrofas de salmos (como hicieron los compositores renacentistas anteriores). Nada podía dejar más clara su actitud contrarreformista y postridentina”.


La publicación está dedicada a la Virgen María “por el consuelo y la salvación de los cristianos, la confirmación y ampliación de la fe católica, apostólica y romana, y la extirpación y confusión de la herejía y de los herejes”. Incluso sin leer esto o sin saber nada de la vida de Peter Philips, a partir de su música resultaría obvio que estuvo animado por el fervor contrarreformista. Los textos que elige tienen a menudo una resonancia especial para los católicos cuya devoción por la Virgen María y cuyo compromiso con una liturgia sacramental se estaba viendo atacada. Más que eso, sin embargo, su respuesta a los detalles de estos textos subraya este hecho y él lo consigue por medio de una serie extraordinaria de recursos, desde el suave contrapunto a la ilustración precisa de una palabra o una imagen, o a la declamación homofónica, como en el comienzo de Ave gratia plena. Una y otra vez escribe piezas extremadamente hermosas y cargadas de emoción que están fuertemente conectadas con la espiritualidad católica.


El Salve Regina está tratado gráfica y emocionalmente. La palabra clamamus, que gritan los hijos exiliados de Eva, aparece en el clímax de una serie de entradas imitativas mientras que suspiramus se ve interrumpida por silencios en una ilustración casi madrigalesca de la idea. Las aclamaciones conclusivas de la segunda parte del motete, O clemens, O pia, O dulcis Virgo Maria, reciben un tratamiento delicioso. Hay algunos otros ejemplos llamativos de pintura sonora. En Iste est Johannes, Fluenta (ríos) se vale de escalas de notas breves descendentes. La “nueva canción” de Cantabant sancti es un virtuosístico despliegue contrapuntístico, mientras que la ilusión de un doble coro para et resonabat terra in voces eorum resulta adecuada para la idea de este eco resonando por todo el mundo. Encontramos un ejemplo delicioso de pintura sonora en Stella, quam viderant Magi, en el que Philips utiliza un movimiento descendente por grados conjuntos para la imagen de los Reyes Magos entrando con sumo cuidado en el establo en el que encuentran al niño Jesús con María, su madre.


El comienzo de Mulieres sedentes retrata la quietud adormecida de las mujeres en la tumba por medio de una armonía totalmente estática que se extiende durante casi cinco compases antes de modificarse para dar expresión a su pena en una polifonía exquisitamente hermosa que subraya el paso de ideas entre las dos líneas de soprano. La sensación de sobrecogimiento en el lento movimiento homofónico del comienzo O nomen Jesu da paso al leve movimiento imitativo en nomen confortans.


A veces la ilustración de una idea se concibe intelectualmente. En Tibi laus, tibi gloria, Philips utiliza la frase O beata Trinitas como un estribillo y todo el motete constituye una celebración de la Trinidad, tres personas en un solo Dios. Su tratamiento de la frase “Padre, Hijo y Espíritu Santo son una sola substancia” es notable. En Pater et Filius las líneas del cantus y de la contralto comienzan en un Mi bemol al unísono y a continuación se alejan entre sí hasta llegar a un Si bemol a una octava de distancia, una perfecta demostración de que las dos personas comienzan siendo una y de que tienen una identidad independiente pero fusionada. Los tenores, al introducir la tercera persona de la Trinidad (et Spiritus Sanctus) comienzan en el Si bemol, superponiéndose con las líneas del cantus y de la contralto.


El tratamiento del estilo directo en sus textos por parte de Philips es siempre interesante. La primera parte de Hodie beata Virgo Maria trata de la narración de la presentación del niño Jesús en el templo. La segunda parte consiste en una hermosa versión musical de las palabras del anciano Simeón: “Ahora deja que tu siervo parta en paz”. Algo similar sucede en O Maria Mater donde, tras la descripción de María y Juan a los pies de la cruz, Philips dramatiza las palabras de Cristo moribundo, expandiendo, como en un sobrecogimiento, las palabras a Juan, “Mira a tu madre”. En Surgens Jesus Dominus, las palabras de Cristo resucitado, “La paz sea con vosotros” están tratadas homofónicamente en notas largas, pero inspiran una muy activa serie de alleluias. Estos, a su vez, dan paso a una alegre escritura ternaria homofónica, algo que utiliza en otros motetes, como Stella quam viderant Magi y Conceptio tua.


Todas estas, sin embargo, son bellezas bastante incidentales. Es la concepción total de un motete y la sensación de una originalidad inagotable al pasar de una pieza a la siguiente lo que resulta tan satisfactorio. Philips fue conocido, por supuesto, por más que por su música sacra, pero estos hermosos motetes a cinco voces justificarían por sí mismos la alabanza que le dedica Henry Peacham en The Compleat Gentleman (1622): “Tampoco debo olvidar aquí a nuestro excepcional compatriota, Peter Philips, organista de sus altezzas en Bruselas y ahora uno de los más grandes maestros de música en Europa. Nos ha regalado muchas canciones excelentes, así como motetes y madrigales”.

Peter Walls




PREPARACIÓN PARA LA MUERTE, San Alfonso Mª de Ligorio (1)

 



PREPARACIÓN PARA LA MUERTE O CONSIDERACIONES SOBRE LAS VERDADES ETERNAS

POR SAN ALFONSO Mª DE LIGORIO,
DOCTOR DE LA IGLESIA Y FUNDADOR DE LOS PP. REDENTORISTAS

PRIMERA CONSIDERACIÓN
RETRATO DE UN HOMBRE QUE ACABA DE MORIR

Pulvis es, et in pulverem reverteris. 
Polvo eres y en polvo te convertirás. Gn., III,. 19.


PUNTO PRIMERO
El hombre en el día de su muerte


Considera que tierra eres y en tierra te has de convertir. Día llegará en que será necesario ir y pudrirse en una fosa, donde estarás cubierto de gusanos (Sal., 14, 11). A todos, nobles o plebeyos, príncipes o vasallos, ha de tocar la misma suerte. Apenas, con el último suspiro, salga el alma del cuerpo,
pasará a la eternidad, y el cuerpo, luego, se reducirá a polvo (Sal. 103, 29).

Imagínate en presencia de una persona que acaba de expirar: Mira aquel cadáver, tendido aún en su lecho mortuorio; la cabeza inclinada sobre el pecho; esparcido el cabello, todavía bañado con el sudor de la muerte; hundidos los ojos; desencajadas las mejillas; el rostro de color de ceniza; los
labios y la lengua de color de plomo; yerto y pesado el cuerpo... Tiembla y palidece quien lo ve!... 

¡Cuántos, sólo por haber contemplado a un pariente o amigo muerto, han mudado de vida y abandonado el mundo!


Pero todavía inspira el cadáver horror más intenso cuando comienza a descomponerse... Ni un día ha pasado desde que murió aquel joven, y ya se percibe un hedor insoportable. Hay que abrir las ventanas, y quemar perfumes, y procurar que pronto lleven al difunto a la iglesia o al cementerio, y que le entierren enseguida, para que no inficione toda la casa...Y el que haya sido aquel cuerpo de un noble o un potentado no servirá, acaso, sino para que despida más insufrible fetidez, dice un autor .


¡Mira en lo que ha venido a parar aquel hombre soberbio, aquel deshonesto!... Poco ha, veíase acogido y agasajado en el trato de la sociedad; ahora es horror y espanto de quien le mira. Apresúrase la familia a arrojarle de casa, y pagan portadores para que, encerrado en su ataúd, se lo lleven y den sepultura... Pregonaba la fama no ha mucho el talento, la finura, la cortesía y gracia de ese hombre; mas a poco de haber muerto, ni aun su recuerdo se conserva (Sal. 9, 7).


Al oír la nueva de su muerte, limítanse unos a decir que era un hombre honrado; otros, que ha dejado a su familia con grandes riquezas. Contrístanse algunos, porque la vida del que murió les era provechosa; alégranse otros, porque esa muerte puede serles útil. Por fin, al poco tiempo, nadie habla ya de él, y hasta sus deudos más allegados no quieren que de él se les hable, por no renovar el dolor. En las visitas de duelo se trata de otras cosas; y si alguien se atreve a mencionar al muerto, no falta un pariente que diga: «¡ Por caridad, no me lo nombréis más!»


Considera que lo que has hecho en la muerte de tus deudos y amigos así se hará en la tuya. Entran los vivos en la escena del mundo a representar su papel y a recoger la hacienda y ocupar el puesto de los que mueren; pero el aprecio y memoria de éstos poco o nada duran. Aflígense al principio los parientes algunos días, mas en breve se consuelan por la herencia que hayan obtenido, y muy luego parece como que su muerte los regocija. En aquella misma casa donde hayas exhalado el último suspiro, y donde Jesucristo te habrá juzgado, pronto se celebrarán, como antes, banquetes y bailes, fiestas y juegos... Y tu alma, ¿dónde estará entonces?


AFECTOS Y PETICIONES

¡Gracias mil os doy, oh Jesús y Redentor mío, porque no habéis querido que muriese cuando estaba en desgracia vuestra! ¡Cuántos años ha que merecía estar en el infierno!... Si hubiera muerto en aquel día, en aquella noche, ¿qué habría sido de mí por toda la eternidad?... ¡Señor!, os doy fervientes gracias por tal beneficio. Acepto mi muerte en satisfacción de mis pecados, y la acepto tal y como os plazca enviármela. Mas ya que me habéis esperado hasta ahora, retardadla un poco todavía. Dadme tiempo de llorar las ofensas que os he hecho, antes que llegue el día en que habéis de juzgarme (Jb., 10, 20). 


No quiero resistir más tiempo a vuestra voz... ¡Quién sabe si estas palabras que acabo de leer son para mí vuestro último llamamiento! Confieso que no merezco misericordia. ¡Tantas veces me habéis perdonado, y yo, ingrato, he vuelto a ofenderos! ¡Señor, ya que no sabéis desechar ningún corazón que se humilla y arrepiente, ved aquí al traidor que, arrepentido, a Vos acude! Por piedad, no me arrojéis de vuestra presencia (Sal. 50, 13). Vos mismo habéis dicho: Al que viniere a Mí no le desecharé. Verdad es que os he ofendido más que nadie, porque más que a nadie me habéis favorecido con vuestra luz y gracia. Pero la sangre que por mí habéis derramado me da ánimos y esperanza de alcanzar perdón si de veras me arrepiento... Sí, bien sumo de mi alma; me arrepiento de todo corazón de haberos despreciado. Perdonadme y concededme la gracia de amaros en lo sucesivo. Basta ya de ofenderos. No quiero, Jesús mío, emplear en injuriaros el resto de mi vida; quiero sólo invertirle en llorar siempre las ofensas que os hice, y en amaros con todo mi corazón. ¡Oh Dios, digno de amor infinito!...


¡Oh María, mi esperanza,
rogad a Jesús por mi!

Continuará...