MANUAL DE SUPERVIVENCIA DURANTE LA GRAN TRIBULACIÓN Y LA OPERACIÓN DEL ERROR. (LXI)

 

I Juan 5, 13-17

“Escribo esto a los que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna. Y ésta es la confianza que tenemos con Él: que Él nos escucha si pedimos algo conforme a su voluntad; y si sabemos que nos escucha en cualquier cosa que le pidamos, sabemos también que ya obtuvimos todo lo que le hemos pedido.

* Si alguno ve a su hermano cometer un pecado que no es para muerte, ruegue, y así dará vida a los que no pecan para muerte. Hay un pecado para muerte; por él no digo que ruegue. Toda injusticia es pecado, pero hay pecado que no es para muerte”.

[* 16. Los versículos 14 y 15 preparan el ánimo para recibir esta promesa extraordinaria, que debe colmar de gozo principalmente a los padres de familia. Lo que en la santa Unción de enfermos se promete respecto al cuerpo —“y la oración de la fe sanará al enfermo” (Santiago 5, 14 s.)— se promete aquí respecto al alma de aquel por quien oremos. Y no es ya solamente como en Santiago 5, 13, en que se le perdonará si tiene pecados, sino que se le dará vida, es decir, conversión además del perdón. Es la esperanza de poder salvar, por la oración, el alma que amamos, como santa Mónica obtuvo la conversión de su hijo Agustín; como a la oración de Esteban siguió la conversión de Pablo (Hechos de los Apóstoles 8, 3 y nota); como Dios perdonó a los malos amigos de Job por la oración de éste (Job 42, 8 y nota). En cuanto al pecado de muerte, no es lo que hoy se entiende por pecado mortal, sino la apostasía (2, 18 y nota; Hebreos 6, 4 ss.; 10, 26 ss.; I Pedro 2, 1 ss.), el pecado contra el Espíritu Santo (Marcos 3, 29). En tal hipótesis no habríamos de querer ser más caritativos que Dios y hemos de desear que se cumpla en todo su voluntad con esa alma, pues sabemos que Él la ama y la desea mucho más que nosotros y porque nuestro amor por Él ha de ser “sobre todas las cosas” y nuestra fidelidad ha de llegar si es preciso, a “odiar” a nuestros padres y a nuestros hijos, como dice Jesús (Lucas 14, 26 y nota).]


Lucas 16, 8-15

“Es que los hijos del siglo en sus relaciones con los de su especie, son más listos que los hijos de la luz. 9* Por lo cual Yo os digo, granjeaos amigos por medio de la inicua riqueza para que, cuando ella falte, os reciban en las moradas eternas. 10* El fiel en lo muy poco, también en lo mucho es fiel; y quien en lo muy poco es injusto, también en lo mucho es injusto. 11Si, pues, no habéis sido fieles en la riqueza inicua, ¿quién os confiará la verdadera? 12* Y si en lo ajeno no habéis sido fieles, ¿quién os dará lo vuestro? 13Ningún servidor puede servir a dos amos, porque odiará al uno y amará al otro, o se adherirá al uno y despreciará al otro; no podéis servir, a Dios y a Mammón.” 14 Los fariseos, amadores del dinero, oían todo esto y se burlaban de Él. 15* Entonces les dijo: “Vosotros sois los que os hacéis pasar por justos a los ojos de los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones. Porque lo que entre los hombres es altamente estimado, a los ojos de Dios es abominable”.

[* 8. Los hijos de la luz son los hijos del reino de Dios. Jesús no alaba las malas prácticas del administrador, sino la habilidad en salvar su existencia. Como el administrador asegura su porvenir, así nosotros podemos “atesorar riquezas en el cielo” (Mateo 6, 20) y no hemos de ser menos previsores que él. Aun las “riquezas de iniquidad” han de ser utilizadas para tal fin. Es de notar que no se trata de un simple individuo sino de un mayordomo y que las liberalidades con que se salvó no fueron a costa de sus bienes propios sino a costa de su amo, que es rico y bueno. ¿No hay aquí una enseñanza también para los pastores, de predicar la bondad y la misericordia de Dios, que viene de su amor (Efesios 2, 4), guardándose de “colocar pesadas cargas sobre los hombros de los demás?” (Mateo 23, 4). Cf. Jeremías 23, 33-40 y nota; Catecismo Romano III 2, 36; IV, 9, 7 s.

* 10. En lo muy poco: He aquí una promesa, llena de indecible suavidad, porque todos nos animamos a hacer lo muy poco, si es que queremos. Y Él promete que este poquísimo se convertirá en mucho, como diciendo: No le importa a mi Padre la cantidad de lo que hacéis, sino el espíritu con que obráis (cf. Proverbios 4, 23). Si sabéis ser niños, y os contentáis con ser pequeños (cf. Mateo 18, 1 s.), Él se encargará de haceros gigantes, puesto que la santidad es un don de su Espíritu (I Tesalonicenses 4, 8 y nota). De aquí sacó Teresa de Lisieux su técnica de preferir y recomendar las virtudes pequeñas más que las “grandes” en las cuales fácilmente se infiltra, o la falaz presunción, como dice el Kempis, que luego falla como la de Pedro (Juan 13, 37 s.), o la satisfacción venosa del amor propio, como en el fariseo que Jesús nos presenta (18, 9 s.), cuya soberbia, notémoslo bien, no consistía en cosas temporales, riquezas o mando, sino en el orden espiritual, en pretender que poseía virtudes. * 12. Lo ajeno son los bienes temporales, pues pertenecen a Dios que los creó (Salmo 23, 1 s.; 49, 12), y los tenemos solamente en préstamo; porque Él, al dárnoslos, no se desprendió de su dominio, y nos los dio para que con ellos nos ganásemos lo nuestro, es decir, los espirituales y eternos (versículo 9), únicos que el Padre celestial nos entrega como propios. Para la adquisición de esta fortuna nuestra, influye grandemente, como aquí enseña Jesús, el empleo que hacemos de aquel préstamo ajeno.

* 15. Abominable. “Tumba del humanismo” ha sido llamada esta sentencia de irreparable divorcio entre Cristo y los valores mundanos. Cf. I Corintios capítulos 1-3.]

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MANUAL DE SUPERVIVENCIA DURANTE LA GRAN TRIBULACIÓN Y LA OPERACIÓN DEL ERROR. (LX)

 

Salmo 72 (73) La misteriosa prosperidad de los impíos

1 ¡Cuán bueno es Dios para Israel, el Señor para los que son rectos de corazón! 2 Pero, mis pies casi resbalaron, cerca estuve de dar un mal paso; 3 porque envidiaba a los jactanciosos al observar la prosperidad de los pecadores. 4 No hay para ellos tribulaciones; su cuerpo está sano y robusto. 5 No conocen las inquietudes de los mortales, ni son golpeados como los demás hombres. 6 Por eso la soberbia los envuelve como un collar; y la violencia los cubre como un manto. 7 De su craso corazón desborda su iniquidad; desfogan los caprichos de su ánimo. 8 Zahieren y hablan con malignidad, y altivamente amenazan con su opresión. 9 Su boca se abre contra el cielo, y su lengua se pasea por toda la tierra. 10 Así el pueblo se vuelve hacia ellos y encuentra sus días plenos; 11 y dice: “¿Acaso lo sabe Dios? ¿Tiene conocimiento el Altísimo? 12 Ved cómo tales impíos están siempre tranquilos y aumentan su poder. 13 Luego, en vano he guardado puro mi corazón, y lavado mis manos en la inocencia, 14 pues padezco flagelos todo el tiempo y soy atormentado cada día.” 15 Si yo dijere: “Hablaré como ellos”, renegaría del linaje de tus hijos. 16 Me puse, pues, a reflexionar para comprender esto; pero me pareció demasiado difícil para mí. 17Hasta que penetré en los santos arcanos de Dios, y consideré la suerte final de aquellos hombres. 18 En verdad Tú los pones en un camino resbaladizo y los dejas precipitarse en la ruina. 19 ¡Cómo se deslizaron de golpe! Son arrebatados, consumidos por el terror, 20 son como quien despierta de un sueño; así Tú, Señor, al despertar despreciarás su ficción. 21 Cuando, pues, exasperaba mi mente y se torturaban mis entrañas, 22 era yo un estúpido que no entendía; fui delante de Ti como un jumento. 23 Mas yo estaré contigo siempre, Tú me has tomado de la mano derecha. 24 Por tu consejo me conducirás, y al fin me recibirás en la gloria.


I Juan 5, 4-5 y 18-21; comentarios extraídos de la Biblia de Mons. Straubinger

“Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y ésta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe.  ¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?

(…) Sabemos que todo el que es engendrado de Dios no peca; sino que Aquel que fue engendrado de Dios le guarda, y sobre él nada puede el Maligno. *Pues sabemos que nosotros somos de Dios, en tanto que el mundo entero está bajo el Maligno. Y sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado entendimiento para que conozcamos al (Dios) verdadero; y estamos en el verdadero, (estando) en su Hijo Jesucristo. Éste es el verdadero Dios y vida eterna. Hijitos, guardaos de los ídolos”.

[* 19. Está bajo el Maligno: Cf. Juan 14, 30. La gran obra de misericordia del Padre, dice San Pablo, consiste en sacarnos de esa potestad para trasladarnos al reino del Hijo de su amor (Colosenses 1, 13). Esto sucede a los que se revisten del nombre nuevo mediante el conocimiento íntimo de Cristo (Colosenses 3, 9 s.), dejando al hombre viejo que yacía bajo el Maligno. Porque el conocimiento de Cristo buscado con sinceridad es para el hombre una iluminación sobre la verdad del Padre (versículo 20). “Creía conocer a Cristo desde la infancia, mas cuando lo estudié en las Escrituras vi, con inmensa sorpresa, que había hecho un descubrimiento nuevo, el único que siempre puede llamarse descubrimiento, porque cada día nos revela, en sus palabras, nuevos aspectos de su sabiduría. Esta nunca se agota, y nosotros nunca nos saciamos de penetrarla” (Mons. Keppler).]

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MANUAL DE SUPERVIVENCIA DURANTE LA GRAN TRIBULACIÓN Y LA OPERACIÓN DEL ERROR. (LIX)

 

Y es que, una única cosa es necesaria, que es escuchar la Palabra de Dios con humildad y atención, dejando que penetre en nuestra alma y pueda así crecer y dar mucho fruto después. (Lucas 10, 38-42) Como leemos en el comentario de este pasaje del Evangelio en la Biblia de Monseñor Straubinger, es éste otro de los puntos fundamentales de la Revelación cristiana, y harto difícil de comprender para el que no se hace pequeño. Dios no necesita de nosotros ni de nuestras obras, y éstas valen en proporción al amor que las inspira (I Corintios 13). Jesucristo es “el que habla” (Juan 4, 26; 9, 37), y el primer homenaje que le debemos es escucharlo (Mateo 17, 5; Juan 6. 29). Sólo así podremos luego servirlo dignamente (II Timoteo 3, 16). En efecto, no podemos hacer nada que sea de valor para Dios mientras no le escuchemos primero con calma y humildad. Si pretendemos obrar sin conocer lo que Dios quiere de nosotros, únicamente estaremos satisfaciendo nuestro orgullo y nuestro amor propio, pero no haremos la Voluntad de Dios, lo cual es el peor error en que podemos incurrir, pues la autocomplacencia y el egoísmo no son aceptos al Señor, y por muchas obras aparentemente elogiosas que hagamos, mientras no las hagamos por puro amor de Dios y para cumplir Su Voluntad, tendrán muy poco o ningún valor a sus ojos. “Aunque yo hable la lengua de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe. Y aunque tenga (el don de) profecía, y sepa todos los misterios, y toda la ciencia, y tenga toda la fe en forma que traslade montañas, si no tengo amor, nada soy. Y si repartiese mi hacienda toda, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, mas no tengo caridad, nada me aprovecha”. (I Corintios 13, 1-3) Por esta razón, las obras y los afanes inútiles de los mundanos no son agradables a Dios, porque no obran según Su santa Voluntad ni se rigen por Su bendita palabra, sino que en el mundo cada uno busca hacer su propia voluntad egoísta y pisotear a los demás si pudieran, confirmando así de manera cierta y terrible que siguen las impías sugestiones del espíritu malo.

 

De ahí que quienes estén dominados por el espíritu mundano de incredulidad e impiedad, un espíritu totalmente hostil a Dios, sean considerados como “perros”, “asnos” y “puercos” por la Santa Escritura, como ya hemos mencionado anteriormente en este capítulo. Leamos a este respecto las siguientes citas:


Salmo 31,9

“No queráis ser como el caballo o el mulo, que no tienen entendimiento”.

 

San Mateo 7,6

“No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen”.

 

En efecto, los infelices mundanos no tienen entendimiento espiritual, sino únicamente carnal, por lo que se dejan llevar por su sensualidad y naturaleza corrompidas por el pecado, juzgando según sus propias emociones y conveniencias egoístas, sin tener en cuenta a Dios para nada, a la vez que menosprecian y odian a quienes se dejan guiar por el Espíritu Santo y procuran observar fielmente los Mandamientos y obedecer al Magisterio de los Vicarios de Cristo. Esto es verdaderamente un profundo misterio insondable, por qué tan solo unos muy pocos escuchan la voz de Dios y siguen Sus mandatos, mientras que la gran mayoría no escucha, o si alguno de ellos lo hace, escucha mal, y llegada la hora de la prueba, no resiste y traiciona al Señor, defeccionando de la Fe.

 

A continuación, siguen unas citas para ahondar sobre el mismo tema.

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MANUAL DE SUPERVIVENCIA DURANTE LA GRAN TRIBULACIÓN Y LA OPERACIÓN DEL ERROR. (LVIII)

 

En efecto, los mundanos no saben realmente cuál es el propósito de su existencia, no saben para qué viven ni cuál es su finalidad última en la existencia y en el plan de Dios. Es cierto que son dignos de compasión, pues los pobres siguen únicamente la voz caprichosa de las pasiones y la triple concupiscencia de la carne, los ojos, y la soberbia de la vida, por lo que son bamboleados sin piedad por el mundo y sus múltiples vanidades y engaños, que los mantienen ocupados en una ficción absurda hasta que termina el tiempo de vida que les ha sido concedido y se presentan ante el Juez de Jueces y Señor de Señores prácticamente desnudos y vacíos de obras para la vida eterna. Es ciertamente una infinita tragedia y dan ganas de llorar amargamente por todos ellos.


La falsa sabiduría mundana hace que estos innumerables insensatos sean completamente insensibles a las advertencias que Dios les envía por medio del Espíritu Santo, el cual no pueden recibir por haber rechazado a Dios y a quienes les hablaban en Su santo nombre. Tan cegados están que tampoco escuchan los reproches que les dirige su conciencia culpable, la cual nunca miente y ha sido puesta por Dios para ejercer de acusador implacable cuando nos desviamos de la Verdad y consentimos en cualquier pecado o transgresión de la santa Ley de Dios. En el fondo, la filosofía torcida de los mundanos es la de aprovechar el momento que pasa fugaz y no privarse de ningún placer sensual, aunque esté prohibido por la divina ley, ley que ellos conocen más o menos remotamente, pero que no tienen reparo alguno en saltarse cada vez que sus brutas pasiones les piden satisfacción. Dios les espera y sufre pacientemente sus ultrajes y transgresiones, como Padre bueno y misericordioso que es, les da tiempo para que entren en sí mismos y comprendan la gravedad de su pecado, se arrepientan con corazón contrito y humillado, y hagan digna penitencia que les alcanzaría sin duda el perdón de Dios, pero estos insensatos no escuchan casi nunca la voz de la conciencia que les acusa justamente y les urge a arrepentirse, y en vez de esto se entregan a la disipación más absoluta, cumpliéndose así lo que dice la Escritura: En aquel día el Señor, Yahvé de los ejércitos, (os) invitó a llorar y hacer duelo, a rasuraros la cabeza y a vestiros de cilicio.  (En vez de esto) se notan placeres y júbilo; se dedican a matar bueyes y degollar ovejas, comen carne y beben vino (diciendo): “Comamos y bebamos, que mañana moriremos.” Mas Yahvé de los ejércitos se me ha revelado y dijo: “Esta iniquidad no os será perdonada, hasta que muráis”, dice el Señor, Yahvé de los ejércitos. (Isaías 22, 12-14) Y también aquí: Si los muertos no resucitan “¡comamos y bebamos! que mañana morimos”. Más no os dejéis seducir: malas compañías corrompen buenas costumbres. Reaccionad con rectitud y no pequéis; porque —lo digo para vergüenza vuestra— a algunos les falta conocimiento de Dios. (I Corintios 15, 32-34) Y así es, en efecto. Lamentablemente, estos ciegos infelices sólo saben ahogar las penas de la conciencia en la comida y la bebida en abundancia, que les dejan todavía más muertos a lo espiritual, y los asemejan a los brutos animales, entregándose muchos de ellos después a los más infames desórdenes y la lujuria más desenfrenada y criminal. 


Los hijos de Dios, en cambio, estamos bajo el influjo del amor divino y seguimos las santas mociones e inspiraciones del Espíritu Santo, ajustando nuestras vidas y nuestros deberes de estado a la Divina Voluntad, haciéndolo todo por amor a Dios y para la mayor honra y gloria de N.S.J.C., por lo que gozamos de una enorme paz interior ya en este mundo, paz que nos da Dios para confortarnos y animarnos a proseguir nuestro arduo combate contra el mundo y sus engaños y pasiones envenenadas, paz que no es sino un bendito anticipo de la alegría y tranquilidad eternas que poseeremos en la gloria de los Santos si perseveramos en la buena vía hasta el final. Nosotros sí que sabemos para qué vivimos, cuál es nuestro propósito y fin último en la vida, y el Espíritu Santo nos lo confirma con sus santas inspiraciones y la paz interior con la que llena nuestros pequeños odres y vasijas, nuestras almas, por eso podemos sentirnos muy tranquilos incluso en medio de los mayores desastres y conmociones mundanas, porque nuestra mente y nuestro corazón no están ya en el mundo, sino en Dios, de quien nos viene todo gozo y todo descanso. Además, quienes confían plenamente en la Divina Providencia no se preocupan tanto por satisfacer las necesidades esenciales de esta vida mortal, como hacen los mundanos que no conocen ni aman a Dios, pues saben que el Padre Eterno se ocupa de ellos y vela para que nada les falte a quienes lo han dejado todo por seguir a Su Divino Hijo Jesucristo cargando con su cruz y venciendo al mundo y sus engaños. Y dijo a sus discípulos: “Por eso, os digo, no andéis solícitos por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué lo vestiréis. Porque la vida vale más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido. Mirad los cuervos: no siembran, ni siegan, ni tienen bodegas ni graneros, y sin embargo Dios los alimenta. ¡Cuánto más valéis vosotros que las aves! ¿Quién de vosotros podría, a fuerza de preocuparse, añadir un codo a su estatura? Si pues no podéis ni aun lo mínimo ¿a qué os acongojáis por lo restante? Ved los lirios cómo crecen: no trabajan, ni hilan. Sin embargo, Yo os digo que el mismo Salomón, con toda su magnificencia, no estaba vestido como uno de ellos. Si pues a la yerba que está en el campo y mañana será echada al horno, Dios viste así ¿cuánto más a vosotros, hombres de poca fe? Tampoco andéis afanados por lo que habéis de comer o beber, y no estéis ansiosos. Todas estas cosas, los paganos del mundo las buscan afanosamente; pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de ellas. Buscad antes su reino, y todas las cosas os serán puestas delante.

 

No tengas temor, pequeño rebaño mío, porque plugo a vuestro Padre daros el Reino. Vended aquello que poseéis y dad limosna. Haceos bolsas que no se envejecen, un tesoro inagotable en los cielos, donde el ladrón no llega, y donde la polilla no destruye. Porque allí donde está vuestro tesoro, allí también está vuestro corazón. (Lucas 12, 22-34).

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MANUAL DE SUPERVIVENCIA DURANTE LA GRAN TRIBULACIÓN Y LA OPERACIÓN DEL ERROR. (LVII)

 

El criterio y la norma para juzgar las cosas y las personas que utilizan el mundo y sus locos amadores están gravemente errados y viciados, por eso no son fiables en absoluto para nosotros los cristianos y no podemos guiarnos por ellos, ya que es un criterio que juzga únicamente guiado por la débil e insuficiente luz de la razón, en base a apariencias engañosas, y jamás penetra en la esencia de las cosas, sino que se queda siempre en la corteza, en lo superficial. El mundo y sus esclavos juzgan según criterios meramente humanos, carnales, y no divinos ni espirituales; el mundo juzga, pero no como Dios, sino como los hombres, como el demonio, guiándose según los sentimientos engañosos y subjetivos, no según Dios y Su Santa Palabra, por eso su juicio no vale o es la mayor de las veces falaz y errado, como lo atestigua N.S.J.C. ante Pedro cuando les declaró a sus discípulos que Él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas, y ser condenado a muerte y resucitar al tercer día, lo cual escandalizó a Pedro, quien quiso hacer cambiar de pensamiento al mismo Hijo de Dios: “Pero Él volviéndose, dijo a Pedro: “¡Quítateme de delante, Satanás! ¡Un tropiezo eres para Mí, porque no sientes las cosas de Dios, sino las de los hombres!” (Mateo 16, 23). Así como los apóstoles en general, tampoco San Pedro llegó a comprender entonces el pleno sentido de la misión mesiánica de Jesús, que era inseparable de su Pasión. Vemos así que el amor de Pedro era todavía sentimental, y continuó siéndolo hasta que recibió al Espíritu Santo el día de Pentecostés. Esto explica que en Getsemaní abandonase a Jesús y luego lo negase en el palacio del pontífice, pecado por el cual el primer Vicario de Cristo y Príncipe de los Apóstoles lloró después amargamente y expió haciendo penitencia ejemplar durante el resto de su vida.


Además, el mundo se guía por el número y no por la Verdad, es decir, otorga mayor importancia a lo que diga la mayoría ciega y alborotadora que a lo que sostienen unos pocos que han sido iluminados por el Espíritu Santo, y pueden, por tanto, juzgar y discernir a la manera de Dios. Para un cristiano lo que diga y piense el mundo debe importarle bien poco, pues su juicio es siempre falso al no conocer a Dios y no dejarse iluminar y guiar por el Espíritu de Dios. En este sentido, si el mundo entero nos dice que tal persona o cosa son sin duda buenas, mientras que un cristiano que hable con la razón iluminada por la Fe nos dice que son todo lo contrario, o sea, malas, nosotros deberemos otorgar siempre todo el crédito y el respeto a quien habla bajo el influjo del divino Espíritu, y creer que efectivamente son malas, o nos equivocaremos en el juicio y seremos injustos como lo son el mundo y sus partisanos.


Los mundanos necesitan verse respaldados y reafirmados constantemente en sus falsos e inicuos juicios por otros infelices como ellos, pues en el fondo de sus ahogadas y culpables conciencias se saben errados e intuyen, aunque sea de manera muy débil, que están siendo injustos y egoístas. El mundo es una enorme confabulación de pecadores y transgresores de la santa Ley de Dios que buscan refugio y comprensión para sus pecados y crímenes entre ellos mismos, pensando impíamente que por el hecho de sentirse apoyados por una infinita mayoría de pecadores ciegos como ellos van a poder tal vez escapar del juicio inescrutable e implacable de Dios y de Su santa y justa ira. Ciertamente son dignos de compasión, porque están muy extraviados e ignoran cuál sea el único camino que conduce hacia la Verdad inmutable y la vida eterna.


Los mundanos no actúan bajo el influjo del Espíritu Santo, al cual no dejan entrar en sus almas al rechazar la santa Palabra de Dios, por lo que la mayoría de gracias que Dios les envía para salvarles son estériles en ellos, porque no son espirituales y no comprenden las llamadas de la gracia que Dios les envía. En este sentido, aunque parezca muy duro y terrible de aceptar, no deja de ser una dolorosa realidad, y es muy justo afirmar que esta pobre gente, la cual constituye hoy la inmensa mayoría de los habitantes del orbe, se mueve y sigue la inmunda voz del padre de la mentira, el diablo, el cual es el maldito príncipe de este mundo, y se encontrarían fuera de la Voluntad de Dios, por tanto, fuera también de la única senda angosta que conduce a la salvación.

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MANUAL DE SUPERVIVENCIA DURANTE LA GRAN TRIBULACIÓN Y LA OPERACIÓN DEL ERROR. (LVI)

 

Después de haber saboreado todas estas deliciosas citas cargadas de verdad y sabiduría divinas, pasaremos a abordar en detalle la cuestión del mundo y sus numerosos engaños para el alma con las humildes reflexiones que este pobre siervo del Señor ha escrito por inspiración del Paráclito Consolador.

 

El mundo vive inmerso en una gigantesca mentira y en una inmensa locura y ceguera colectivas, en una ficción absurda y banal que va construyendo en su afán suicida por desterrar y apartar a Dios del mundo y a todo lo que recuerde vagamente a Dios. El mundo se horroriza ante el pensamiento de que hay un Dios infinitamente santo y justo que todo lo ve y todo lo juzga, un Dios que ama la verdad y la virtud y odia la mentira y el vicio, porque en el fondo el mundo sabe que está en el error y en las tinieblas, pero no quiere ser reprendido porque ha sido, es, y siempre será orgulloso y homicida como su príncipe, el demonio. Por eso el mundo odia la luz de Dios, porque se siente pecador y sabe que sus obras no son buenas, por lo que no se acerca nunca a la Verdad, que es N.S.J.C., para no ser reprimido y reprobado por su maldad y su doblez.


El mundo no entiende las cosas de Dios, no puede comprender la santa Palabra de Dios, ni mucho menos el misterio de la Cruz, que para él es locura y escándalo, por eso Nuestro Señor nos advierte para que no echemos las cosas santas a los perros y los cerdos, “No deis a los perros lo que es santo y no echéis vuestras perlas ante los puercos, no sea que las pisoteen con sus pies, y después, volviéndose, os despedacen” (Mateo 7, 6), porque el Evangelio es semilla y no debe darse por la fuerza a quienes tienen el espíritu mal dispuesto por la soberbia, pues sólo conseguiríamos que lo profanasen y aumentasen su odio. Porque, como dice San Juan de la Cruz, sólo a los que negando los apetitos se disponen para recibir el espíritu, les es dado apacentarse del mismo. Estos perros y puercos son la gente mundana, carnal, materialista, sensual, que no conocen a Dios ni pueden recibir Su Espíritu porque están cerrados a la Palabra de Dios y a la vida de la gracia, y viven únicamente para satisfacer sus sentidos y apetitos desordenados, por eso es inútil predicarles y hablarles de Dios, porque por muy triste y trágico que nos parezca, esta pobre gente no lo va a comprender y va a pisotear la palabra que les llevamos de parte de Dios, es decir, la va a rechazar y a tomar como un absurdo y un escándalo, y lo que es peor, incluso se va a indignar y encolerizar contra quienes les llevamos esa bendita Palabra e intentamos corregirlos por su bien, e intentarán despedazarnos, llegarán hasta a quitarnos la vida si pudieran, como ha pasado con tantos Santos, Mártires y Vírgenes que murieron violentamente por confesar el Santo Nombre de Dios y por dar testimonio de su Fe antes que conformarse con el mundo y su perversidad, que habría supuesto renegar y apostatar de Dios Uno y Trino.


De todo lo anterior se deduce fácilmente que el mundo es hoy el principal enemigo de quienes amamos a Dios y queremos seguir Su Divina Voluntad contra viento y marea. Es el mayor enemigo de los cristianos porque nos asalta desde todas partes, entra en nuestras vidas por la televisión, internet, la calle y sus peligros, la gente que nos rodea y sus opiniones paganas y secularizadas totalmente alejadas de Dios y del Evangelio. Es prácticamente inevitable no mancharse, aunque solo sea un poco, con el torcido y deformado espíritu del mundo y sus ciegos partisanos. Por eso quienes hemos salido del mundo por pura misericordia y gracia de Dios debemos hacernos violencia y evitar al máximo el contacto y la conversación innecesarios e incluso peligrosos con los mundanos, dado que, si no lo hacemos, corremos el riesgo de apartarnos de Dios y entibiarnos en nuestra Fe y nuestra piedad.

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MANUAL DE SUPERVIVENCIA DURANTE LA GRAN TRIBULACIÓN Y LA OPERACIÓN DEL ERROR. (LV)

 

A continuación, reproduciremos el excelente Discurso de la Verdad y el número, del gran San Atanasio.


De Dios debemos esperar la fuerza y las luces necesarias para combatir la mentira y el error y a Él recurriremos para obtenerlas. Él es el Dios de la Verdad, Él nos ha sacado del seno del error y de la ilusión, Él nos dice en el fondo del corazón: "Yo soy la Verdad", Él sostiene nuestra esperanza y anima nuestro celo, cuando nos dice: "Tened confianza, Yo he vencido al mundo”.

Después de eso, ¿cómo no sentir compasión por los que sólo miden la fuerza y el poder de la Verdad por el gran número? ¿Han olvidado, por consiguiente, que Nuestro Señor Jesucristo no eligió sino doce discípulos, gentes simples, sin letras, pobres e ignorantes, para oponerlos, con una misericordia totalmente gratuita, al mundo entero y que no les dio, como única defensa, sino la confianza en Él? ¿Ignoran acaso que les dio como instrucción a estos doce enviados, no el seguir al gran número, y a esos millones de hombres que se perdían, sino ganar a esa multitud y comprometerla a seguirlos? ¡Cuán admirable es la fuerza de la Verdad! Sí, la Verdad es siempre vencedora, aunque no esté sostenida sino por un número muy pequeño. 

No tener otro recurso sino el gran número, recurrir a él como a una muralla contra todos los ataques, y como a una respuesta para todas las dificultades, es reconocer la debilidad de su causa, es convenir en la imposibilidad en que se está de defenderse, es, en una palabra, reconocerse vencido. 

¿Qué pretendéis, en efecto, cuando nos objetáis vuestro gran número?

¿Queréis como en otro tiempo, levantar una segunda Torre de Babel, para tener a raya a Dios y atacarlo en caso de necesidad? ¡Qué ejemplo el de esa multitud insensata! 

Que vuestro gran número me presente la Verdad en toda su pureza y su brillo, estoy dispuesto a rendirme y mi derrota es segura; pero que no me dé como prueba y razón nada más que su propio gran número y su autoridad: es querer causar terror y dar miedo, pero de ningún modo persuadirme.

Cuando diez mil hombres se hubiesen reunido para hacerme creer en pleno día que es de noche, para hacerme aceptar una moneda de cobre por una moneda de oro, para persuadirme a tomar un veneno descubierto y conocido por mí, como un alimento útil y conveniente, ¿estaría obligado por eso a creerles?

Por consiguiente, puesto que no estoy obligado a creer en el gran número, que está sujeto a error en las cosas puramente terrestres, ¿Por qué cuando se trata de los dogmas de la religión y de las cosas del cielo, estaría yo obligado a abandonar a los que están apegados a la Tradición de sus Padres, a quienes creen con todos los que han sido antes que ellos, lo que se ha creído en los siglos más remotos, y confirmado además, por la Sagrada Escritura? ¿Por qué, digo, estaría yo obligado a abandonarlos para seguir a una multitud que no da ninguna prueba de lo que afirma? ¿Acaso el Señor mismo no nos dijo que había muchos llamados, pero pocos escogidos, y que la puerta de la vida es pequeña, que la vía que lleva a ella es estrecha, y que son pocos los que la encuentran?

Por consiguiente, ¿cuál es el hombre razonable que no prefiriese ser de este pequeño número, que entra a la vida eterna por ese camino estrecho, a ser del gran número que corre y se precipita a la muerte por el camino ancho? ¿Quién de vosotros, si hubiese estado en los tiempos en que San Esteban fue lapidado y expuesto a los insultos del gran número, no hubiese preferido e incluso no hubiese deseado ser de su partido, aunque él estuviese solo, antes que seguir al pueblo, que por el testimonio y la autoridad de la multitud creía estar en la verdadera fe? 

Un solo hombre de una probidad reconocida merece más fe y más atención que otros diez mil que no cuentan sino con su número y su poder. Buscad en las Escrituras y encontraréis las pruebas. Leed el Antiguo Testamento, allí veréis a Fineés [nieto de Aarón, Éxodo 6,25] quien se presenta solo ante el Señor, solo apacigua su cólera y hace cesar la matanza de los israelitas, de los que acababan de perecer veinticuatro mil. Si se hubiese contentado con decirse entonces, ¿quién osará oponerse a un número tan grande que está unido para cometer el crimen? ¿qué puedo yo contra la multitud? ¿de qué me serviría oponerme al mal que cometen con voluntad plena? ¿habría obrado valientemente y habría detenido el mal que cometía el gran número? No, sin duda, el resto de los israelitas habría perecido y Dios no habría perdonado a ese pueblo gracias al celo de Fineés. Es necesario, por consiguiente, que se prefiera el sentimiento de un hombre con probidad, que obra y habla con la libertad que da la Religión, a las opiniones y a las máximas corrompidas de una multitud.

En cuanto a vosotros, seguid si queréis al gran número que perece en las aguas y abandonad a Noé, el único que es conservado; pero al menos no me impidáis salvarme en el Arca con el pequeño número. Seguid si queréis al gran número de los habitantes de Sodoma; en cuanto a mí, yo acompañaré a Lot; y aunque él esté solo, no lo abandonaré para seguir a la multitud de la que se separó para buscar su salvación.

No creáis, sin embargo, que desprecio el gran número; no, lo respeto, y sé los miramientos que hay que tener con él: pero es ese gran número que da prueba y hace ver la verdad de lo que afirma, y no ese gran número que teme y evita la discusión y el examen; no ese gran número que parece siempre dispuesto al asalto y que ataca con orgullo, sino ese gran número que reprende con bondad; no ese gran número que triunfa y se complace en la novedad, sino ese gran número que conserva la heredad que sus Padres le han legado y está apegado a ella.

Pero, en cuanto a vosotros, ¿cuál es ese gran número del que os jactáis? Qué decir de los individuos vencidos, seducidos y ganados por las caricias, los presentes, de los individuos enceguecidos y arrastrados por su incapacidad y su ignorancia, de los individuos que, unos por timidez y otros por temor, sucumbieron ante vuestras amenazas y vuestro crédito, de los individuos que prefieren un placer de un momento, aunque pecando, a la vida que debe ser eterna.

¿Así, por consiguiente, pretendéis sostener el error y la mentira por medio del gran número, y establecerlo con perjuicio de la Verdad, que un grandísimo número no enrojeció en confesar públicamente a expensas de su vida? ¡Ah, por cierto, hacéis ver la magnitud del mal y hacéis conocer la profundidad de la llaga, pues la desgracia es tanto mayor cuanto más individuos se encuentran envueltos en ella!

"No sigáis la muchedumbre para obrar mal,

ni el juicio te acomodes al parecer del mayor número,

si con ello te desvías de la verdad"

SAN ATANASIO

Continuará...



MANUAL DE SUPERVIVENCIA DURANTE LA GRAN TRIBULACIÓN Y LA OPERACIÓN DEL ERROR. (LIV)

 

El mundo, como uno de los tres enemigos del alma, junto con el demonio y la carne. (Catecismo de Astete)

 

Debemos tener algo muy claro en nuestra vida, si queremos seguir los mandatos del Señor. Debemos estar preparados y saber que los enemigos del alma son tres: Mundo, Demonio y Carne. Éstos nos llevan a desobedecer a Dios.

 

 

1.- Mundo:

 

Se lo vence aprendiendo a valorar las cosas como las valoran Dios y los santos, no como lo hace la gente sin fe que tiene un modo de pensar completamente materializado, restándole importancia a Dios y a sus mandamientos.

 

Esto es a lo que llamamos secularismo, es decir, obrar de acuerdo a las costumbres, modas o ideas de la gente sin fe, sin moral y sin Dios, organizando la vida como si Él no existiera, dándole importancia solamente a lo que le guste a nuestro cuerpo, al orgullo, o a la avaricia.

 

La escala de valores para Dios es la siguiente:

 



·         Amar a Dios y cumplir sus mandamientos

·         Amar al prójimo y tratarlo como deseamos que nos traten a nosotros

·         Perfeccionarse a sí mismo lo más posible con la ayuda indispensable de Dios

 

 

En contraposición a esta pirámide, la escala de valores del mundo es:

 

·         Tener mucho dinero e idolatrarlo

·         Darle al cuerpo todos los gustos que quiera

·         Querer obtener muchos honores, mucha fama y muy altos puestos

 

Obviamente, seguir la escala de valores de Dios nos dará paz en esta vida y premio eterno en el Cielo, mientras que la del mundo sólo trae angustias, miedos, preocupaciones y el peligro de condenarse eternamente.


2.- Demonio:

 

¿Quién es el demonio?  El demonio es un ángel creado por Dios en el cielo que, por haberse rebelado contra el mismo Dios, le precipitó en los infiernos con otros muchos compañeros de su maldad, que llamamos demonios.

 

El Diablo acosa, acusa, tienta, engaña y miente en su lucha contra el cristiano. Él trabaja a través de sus aliados, el mundo y la carne. El Diablo usa el mundo y la carne para causar el mayor daño a los hijos de Dios, para entorpecer el progreso de lo correcto, para acobardar a los cristianos, detener la proclamación del Evangelio y debilitar la ofensiva del cristiano para favorecer el Reino de Dios.

 

La única forma de vencerlo es con oración, con Fe, con sacrificios y rechazando todo lo malo. Pero sobre todo al demonio se le vence con la humildad. Como él es tan soberbio, huye de los humildes.



3.- Carne:

La forma de vencerla es no dando consentimiento a las tentaciones impuras que produce nuestro cuerpo. No es pecado tener tentaciones, el pecado radica en consentirlas. Dios las permite para darnos ocasión de aumentar nuestros méritos y premio en el cielo al luchar contra ellas para demostrarle a Dios que lo amamos a Él antes que nada.

 

Dios colocó cierto placer en las cosas para el disfrute de los seres humanos, como placer en el comer para no morir de hambre, en el dormir para que el cuerpo descanse, y placer en el sexo, para que podamos procrear. El placer es solamente un estímulo, no es el fin, el problema está en que perseguimos ese estímulo en las cosas y no el fin.

 

Decía San Agustin “yo no le tengo tanto miedo al demonio, al mundo le tengo más miedo, pero nuestro peor enemigo es nuestra propia Carne”.

 

Para no caer en la tentación la Iglesia nos recomienda confesarse*, comulgar*, asistir a la Santa Misa*, evitar las ocasiones de pecar, evitar las amistades peligrosas, pensar en el Juicio y la Eternidad que nos esperan, y hacer sacrificios y penitencias.

 

[*Nota: hoy esto ya no es posible al estar la Esposa de Jesucristo eclipsada, por lo que deberemos recurrir al acto de contrición y contrición perfecta, así como a la Comunión Espiritual o de deseo].

 

Venciendo a nuestros enemigos

 

Los santos despreciaban el mundo y le vencían considerándole que estaba rematadamente loco. En el mundo se dice que los listos, los inteligentes, los que son felices, son los que han sabido hacerse ricos y ahora disfrutan de fama, de riquezas y de placeres. En cambio, Jesucristo, sabiduría eterna, dijo todo lo contrario: “Felices los pobres, los perseguidos, los que sufren, los que lloran”. (Evangelio de San Mateo, 5,3-11).

 

La Escritura y el Magisterio nos enseñan que no debemos amar al mundo y que no debemos satisfacer los deseos de la carne. La Escritura y el Magisterio también nos enseñan cómo luchar contra el Demonio. Si nos ponemos de pie y resistimos al Demonio, él se alejará de nosotros. El Diablo tiembla cuando oramos. Él es vencido cuando citamos o leemos un pasaje de la Escritura o del Magisterio, porque Cristo y Pedro enviado por Nuestro Señor se hacen presente de inmediato.

 

No temamos. Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?


Continuará...

 


MANUAL DE SUPERVIVENCIA DURANTE LA GRAN TRIBULACIÓN Y LA OPERACIÓN DEL ERROR. (LIII)

 

Las siguientes reflexiones sacadas de un Santoral Católico de tiempos de S.S. Pío XII [*Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J.] nos ayudarán a poner en contexto el vasto asunto que vamos a tratar:


Sólo engaño hay en el mundo. No se encuentra fidelidad entre los amigos, ni caridad entre los parientes; por todas partes reina el disimulo; todos disimulan sus sentimientos, ocultan sus proyectos, buscan sus intereses y sus placeres. ¿En quién se podrá uno confiar? ¿De quién no se habrá de desconfiar? Sin embargo, ¡oh Dios mío! ¡nos fiamos del mundo que tan a menudo nos ha engañado y no de Vos, que siempre habéis sido fiel a vuestras promesas!

 

No hay paz en el mundo; por todas partes reinan la división y la turbación: los hombres guerrean unos contra otros y se rebelan contra Dios con sus pecados; ¡concedednos esa paz que dais a vuestros servidores y que el mundo no puede darnos! Imitemos a los santos, que viven sin turbación en medio del mundo, porque no están animados por el espíritu del mundo, sino por el de Jesucristo.

 

No existen en el mundo verdaderos bienes. Sus favores son emboscadas que nos tiende para perdernos. Sus bienes no son sino aparentes. Sus placeres siempre están mezclados de hiel y de amargura: nunca han contentado ni a uno solo de sus partidarios; cuanto más se tiene, más miserable se es. Renunciemos a un mundo poco fiel y siempre sospechoso: los pequeños son en él presa de oprobios, y los grandes de la envidia (San Euquerio).


No nos lisonjeemos de ganar el cielo sin que ello nos cueste mucho trabajo. El reino de los cielos sufre violencia; únicamente los animosos pueden conquistarlo. Esta vida no es lugar de descanso; es campo de batalla. Jesucristo nos ha señalado el camino del cielo con las huellas de su sangre; los santos lo han regado con sus sudores, sus lágrimas y su propia sangre. ¡Qué cobardes que somos! ¿Quisiéramos tener sin trabajo lo que tanto ha costado a nuestros antepasados en la fe?

 

Dios llama a su servicio a los que Él ama; los separa del mundo, como hizo con estos dos apóstoles, hijos de María de Cleofás, prima de la Santísima Virgen. Jesús amaba particularmente a estos dos hermanos, gracias, sin duda, a la intercesión de María en su favor. Dios sólo es quien nos llama a su servicio, mas, ¡cuántas almas deben su vocación a la Santísima Virgen! Renunciemos al mundo, y seremos más grandes que sus honores y que toda su gloria (San Cipriano).


El mundo persiguió al bendito San Pedro y a todos los apóstoles y les dio muerte, porque disipaban sus tinieblas con la luz del Evangelio. Cristianos: la persecución será siempre vuestra parte. Vosotros aborrecéis al mundo, no os asombréis de que él os pague con la misma moneda. Regocijaos, porque cuanto más disgustéis a los hombres, más agradaréis al Señor. El mundo ama sólo a los que se le parecen.


Las amenazas, las calumnias, los tormentos y la muerte no fueron suficientes para detener el celo de los Apóstoles. El mundo se esforzará por hacer fracasar todo lo que emprendáis por amor a Dios; pero no os dejéis abatir: avanzad, Dios os hará triunfar contra todos los obstáculos. No busquemos agradar a los hombres; alegrémonos más bien de disgustar a aquellos a quienes Dios mismo ha disgustado (San Paulino).


No ames al mundo, no te dejes prender por sus caricias falaces; halaga a sus partidarios, pero sólo para perderlos. Les presenta miel en copa de oro, pero esta miel está envenenada. El amor de Jesús, por el contrario, comienza por la amargura y termina en la dulcedumbre. Cristiano, has sido creado para el cielo, no olvides tu glorioso destino. ¿Qué haces en el siglo, hermano mío, tú que eres más grande que el mundo? (San Jerónimo).


No temas al mundo. El temor tanto como el amor al mundo, desvía del servicio de Dios. El mundo es un insensato, un enemigo de Jesucristo; es imposible darle contento, hagas lo que hicieres. Si tienes un poco de valor, será impotente contra ti; triunfa sólo de los cobardes. Yo no quiero temeros sino a Vos, oh Dios mío; que hable el mundo como quiera, yo temeré tus juicios y no los suyos. No es el mundo, no son sus partidarios los que un día me juzgarán. Vos seréis, Señor, y Vos me juzgaréis no según las máximas del mundo, sino según los preceptos del Evangelio.


Hay que despreciar al mundo, pisotearlo; para lograrlo, basta considerar la vanidad de sus promesas y la manera cómo trata, todos los días, a sus más caros favoritos. ¿Qué les da en cambio de los sacrificios que se han impuesto, sino amargas decepciones? El mundo nos grita que nada puede hacer por nosotros; Vos, Señor, prometéis socorrernos; ¡y he aquí que nosotros dejamos a quien nos sostiene para correr tras quien nos abandona! (San Agustín).

Continuará...



MANUAL DE SUPERVIVENCIA DURANTE LA GRAN TRIBULACIÓN Y LA OPERACIÓN DEL ERROR. (LII)

 

6. *SOBRE EL MUNDO Y SUS ENGAÑOS PARA EL ALMA.

 

“La amistad de este mundo hace adúlteras las almas y las hace fornicar lejos de su único, verdadero y legítimo cónyuge, de quién habéis recibido como anillo el Espíritu Santo”.

San Agustín, Sermón, 260C, 7

 

“El mundo está crucificado para mí, y yo estoy crucificado para el mundo”. (Gálatas 6, 14).

 

“El hombre nuevo nace del viejo, porque la regeneración espiritual se inicia con el cambio de la vida terrestre y mundana”.

San Agustín

 

"Toda verdad, la diga quien la diga, viene del Espíritu Santo".

San Ambrosio

 

[*Inicialmente, este asunto no estaba concebido para ser tratado en este ensayo, pero finalmente he decidido incluirlo por la relevancia e influencia innegables que el mundo tiene dentro de lo que se llama el misterio de la iniquidad, que es el espíritu del maligno que se opone a Dios desde el principio de la Creación, así como por el papel que el mundo juega dentro del misterio insondable de la Operación del error, que explicaremos en un capítulo posterior.]


Trataremos ahora acerca del falso espíritu del mundo, que no conoce a Dios y que se le opone hostilmente; es en realidad el espíritu del príncipe de este mundo, o sea, del demonio. Sus falsas máximas ensalzan la triple concupiscencia de los ojos, la carne, y del orgullo. Lo sensual y material son sus únicos valores, siendo la vanagloria y el egoísmo el objeto de todos sus afanes. Es el espíritu impío y profano que promueve la incredulidad, la idolatría de las falsas religiones, el ateísmo, la apostasía, etc. Tiene esclavo al mundo entero, su dominio es total, sobre todo hoy que la Iglesia ya no es visible al haber sido quitados de en medio el Papado y la Iglesia visible.

 

Elaborando una visión de conjunto del mundo de hoy, vemos, gracias al criterio y entendimiento espiritual que nos proporciona el Paráclito Consolador, que hay una enorme masa de mundanos y paganos que viven como si Dios no existiera, totalmente ajenos y sordos al Evangelio, entregados a sus ficciones y vanidades particulares, enredados en sus propias pasiones sin mortificar que les hacen caer constantemente en horrendos pecados de todo tipo y especie. Todos ellos se sitúan voluntaria y lamentablemente fuera del plan de salvación de Dios, debido a su obstinación y su orgullo en negarse a escuchar la Palabra de Dios, o si algunos de ellos la escuchan, no la ponen en práctica y la olvidan pronto, señal de que no han creído realmente en esa Palabra que tiene el poder de hacer de ellos hijos de Dios y encaminarles hacia la senda angosta que lleva a la salvación y la vida eterna.

Continuará...



MANUAL DE SUPERVIVENCIA DURANTE LA GRAN TRIBULACIÓN Y LA OPERACIÓN DEL ERROR. (LI)

 

No quisiéramos finalizar este capítulo sin mencionar unas palabras sobre el pasaje de Apocalipsis 20, 7-10 en donde se nos habla de Gog y Magog.

"Cuando se hayan cumplido los mil años Satanás será soltado de su prisión, y se irá a seducir a los pueblos que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y Magog a fin de juntarlos para la guerra, el número de los cuales es como la arena del mar. Subieron a la superficie de la tierra y cercaron el campamento de los santos y la ciudad amada; más del cielo bajó fuego [de parte de Dios] y los devoró. Y el Diablo, que los seducía, fue precipitado en el lago de fuego y azufre, donde están también la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos".


He aquí el comentario al respecto en la Biblia de Mons. Juan Straubinger:

* 8. Gog y Magog: son aquí, como en Ezequiel 39, 2, representantes de los reinos y pueblos anticristianos. Gog se llama en Ezequiel rey de Rosen, Mosoc y Tubal, reinos situados al norte de Mesopotamia, e identificados por algunos intérpretes con Rusia, Moscú y Tobolsk (Siberia). ¿Debe esta rebelión identificarse con aquella invasión de Tierra Santa que anuncia Ezequiel? Véase allí los capítulos 38-39 y sus notas. Lo que no puede dejar de señalarse es lo que esto significa como “etapa” final de la invariable apostasía del hombre frente a Dios (cf. 13, 18 y nota). “Empezó en el paraíso (Génesis 3), y se repitió diez y seis siglos más tarde en el diluvio (Génesis 4-7) y cuatro siglos después con la torre y ciudad de Babel (Génesis 8-11). Después de la elección de Abrahán, la era patriarcal termina paganizada en la esclavitud de Egipto (430 años), y luego de otros quince siglos el pueblo electo de Israel, seducido por sus jefes religioso-políticos, reclamó y consiguió una cruz para el Mesías tan esperado. ¿Acaso las naciones de la gentilidad habrán de ser más fieles? Las hemos visto en el capítulo anterior siguiendo al Anticristo y las vemos aquí, apenas suelto Satanás, precipitarse de nuevo a su ominoso servicio. ¡Triste comprobación para la raza de Adán! Digamos, pues que, si toda la humanidad no es salva, no será porque Dios no haya agotado su esfuerzo hasta entregar su Hijo”. Cf. Juan, 3, 16.


Según San Agustín, en su obra La ciudad de Dios, Gog y Magog son las muchedumbres, las naciones paganas; el hermano Interregnum y quien escribe este ensayo pensamos que bien podrían ser todos aquellos que esperaban con entusiasmo el aggiornamento liberal en el V2, así como todos los que lo aceptaron, por lo que Gog y Magog serían el grueso de los herejes apóstatas conciliares. En este sentido, la foto del siniestro panteón de Asís de 1986, con el hereje apóstata Wojtyla presidiendo tan grotesco aquelarre, muestra muy bien a los representantes de Gog y Magog reunidos todos tras vencer a los Santos. La Ramera conciliar del Anticristo Montini ya se encargó de llamar y reunir a Gog y a Magog, esto es, a toda la chusma idólatra y pagana protestante, ortodoxa, budista, animista, musulmana, etc., junto con la escoria liberal, progresista, woke, transgénero y demás ralea de hoy, que desde Montini a Bergoglio, pasando por Wotyla y Ratzinger, esos desgraciados han ido juntando para hostigar a los últimos Santos, pero la batalla está ganada, estimados lectores, pues Dios lucha con nosotros y nos enviará su auxilio en forma de fuego devorador que baja del Cielo.


Gog y Magog podrían ser igualmente todos esos malos cristianos, falsos hermanos, tibios y complacientes con el mundo, y también los falsos cristos y sus falsos profetas, que son los que apostatan por faltarles raíz y humedad para que la buena semilla que había sido plantada en ellos hubiera podido crecer y dar fruto; ésos, más todos los pueblos de los cuatro ángulos de la tierra, esto es, paganos, idólatras e incrédulos, serán todos ellos seducidos por Satanás mediante sus mentiras y falsos prodigios, y harán la guerra a los últimos Santos y elegidos del Señor, nos atacarán y nos cercarán, lo cual ya está pasando pues nosotros somos despreciados y contados como apestados, fanáticos, intransigentes, endemoniados, sectarios, y demás lindezas. Esto va a ser un combate a muerte, queridos lectores, un sálvese quien pueda, en el que habrá que morir con las botas de la Santa Doctrina y el Santo Magisterio puestas, defendiendo nuestra Santa Fe Católica, Apostólica y Romana hasta el último aliento. Pero por fortuna, no estamos solos, pues Dios está con nosotros, y si Él nos sostiene, ¿quién podrá hacernos frente? ¡La victoria es nuestra, es de Cristo Rey, el León rugiente de Judá!

Continuará...



MANUAL DE SUPERVIVENCIA DURANTE LA GRAN TRIBULACIÓN Y LA OPERACIÓN DEL ERROR. (LXXXIX)

“La amistad de este mundo hace adúlteras las almas y las hace fornicar lejos de su único, verdadero y legítimo cónyuge, de quién habéis reci...