MANUAL DE SUPERVIVENCIA DURANTE LA GRAN TRIBULACIÓN Y LA OPERACIÓN DEL ERROR. (XLVI)

 

Volviendo a la cuestión que abre este apartado, proseguiremos despejando las incógnitas para aclarar sin sombra de duda que nos hallamos efectivamente metidos de lleno en la Gran Tribulación, la cual se nos dijo tendría lugar en los últimos tiempos que preceden a la Parusía de N.S.J.C. en gloria y majestad. Esta gran tribulación, insistimos, debe entenderse de manera espiritual e incruenta en vez de física y sangrienta, como lamentablemente la quieren interpretado muchos, pues el tiempo ha demostrado que esa exégesis era errónea, ya que todas las persecuciones que sufrió la Santa Iglesia durante toda su historia hasta la segunda mitad del siglo XX con el comunismo ateo no consiguieron jamás derrotarla, pues la sangre de los mártires siempre fue semilla de nuevos cristianos. Hasta que el pérfido diablo comprendió que nada lograba con las persecuciones encarnizadas y cruentas, las cuales sólo podían matar los cuerpos pero sin afectar a las almas, por lo que ideó una estrategia mucho más sutil e insidiosa para infiltrarse en la Iglesia y destruirla desde adentro, precisamente por medio de la obediencia a aquél que debía apacentar, regir y gobernar al Rebaño de Cristo. Para llevar a cabo su mortífero fin, Satanás fue maquinando intrigas y conspiraciones,  inspirando a sus peones y lacayos de las sociedades secretas, hasta que llegado el tiempo de la consumación de los siglos, el obstáculo que impedía que se manifestara el hombre de pecado fue quitado de en medio, esto es, el Papado se extinguió tras la muerte de S.S. Pío XII, el último Vicario de Cristo, y Satanás fue liberado para terminar de seducir y pervertir a todas las naciones que eran Católicas, concediéndole permiso para colocar en lo más alto de la Iglesia a su perverso “vicario”, al hijo de perdición, que no era otro que el Anticristo personal, el infame G.B. Montini, alias “Pablo 6”, quien llevó a cabo el exterminio espiritual más sistemático y atroz que jamás haya sido efectuado, amparado bajo su fraudulento estatus de Sumo Pontifíce, sembrando la cizaña del error, la herejía y la apostasía más flagrantes y espantosas.


Antes de entregar su alma a Dios y comparecer ante el Justo Juez y Rey de Reyes, S.S. Pío XII, por inspiración providencial de Dios Espíritu Santo Paráclito Consolador, modificó en 1945 la Constitución Apostólica de S.S. San Pío X sobre las Sedes vacantes, dejando decretado y establecido que toda usurpación de los poderes y jurisdicción del Papa en vida fueran nulos y sin efecto, esto es inválidos; además, prohibió igualmente todo cambio de cualquier ley que hubiera declarado el Papa en vida. Consecuentemente, puesto que es una Ley Divina que del Papa fluye toda jurisdicción, y que es de él y de nadie más, de quien procede y a quien corresponde la consagración y confirmación de los Obispos, pues en ello consiste el Primado de Pedro, por la disciplina vigente impuesta sabiamente por S.S. Pío XII [cf can. 953, Acta Apostólica Sedis 43 (1951) 9 de abril, pp. 217-218] toda consagración hecha tras la muerte del último Papa queda invalidada, es decir no llega a producirse, al saltarse la Disciplina vigente y la Constitución Apostólica Vacantis Apostolicae Sedis, que lo prohíbe bajo invalidez. 


Así pues, los Obispos verdaderos, válidos y lícitos que quedaban tras la muerte de S.S. Pío XII, apostataron miserablemente en el conciliábulo Vaticano 2 consumándose así la Gran Apostasía bíblica, perdiendo todos ellos de ese modo el cargo eclesiástico y la jurisdicción, jurisdicción que el Papa les transmitió cuando fueron consagrados por otros Obispos, siempre con el permiso del sucesor de San Pedro, y confirmados por él, ya sea S.S. San Pío X, S.S. Benedicto XV, S.S. Pío XI, o S.S. Pío XII, jurisdicción que perdieron al apostatar públicamente, como así dice la bula Cum Ex Apostolatus Officio de S.S. Pablo IV y el canon 188.4. Asimismo, los Sacerdotes perdieron su oficio y la jurisdicción que les dio su Obispo, por la misma razón de adhesión a una falsa iglesia, la del Anticristo Montini. 


En síntesis, hubo una apostasía masiva que arrastró a todo el Orbe a la misma, el Anticristo la impuso primero a toda la jerarquía, y ésta se la impuso a los fieles, configurándose así la Gran Ramera de Babilonia bíblica.

Continuará...




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