En
estos tiempos de gran tribulación y zozobra espiritual, con mares embravecidos
llenos de piratas del maligno, no hay otra barca que nos lleve al puerto seguro
de la salvación que la de la Sagrada Escritura, la Doctrina, la Tradición y el
Magisterio bimilenarios. La Sagrada Escritura es el cuerpo sólido de la nave,
la Doctrina y la tradición son los remos y el Magisterio es el viento del
Espíritu que mueve las velas. Para encontrar esta barca que nos lleva a puerto
seguro en medio de la terrible tempestad y la noche oscura de la gran
tribulación, es necesario vaciarse del orgullo y la soberbia, y llenarse de la
gracia que solo viene tras cultivar la humildad del corazón. Vaciarse de uno mismo y del mundo hasta quedar
nada, y llenarse de Dios para serlo por Él todo. La humildad de corazón es el
cabo o cuerda del que tira Dios para hacernos subir por su gracia a la barca de
nuestra salvación. O, dicho de otro modo, para ser parte de la tripulación, es
decir, del Cuerpo Místico de Cristo, Dios nos exige la humildad del corazón.
Como Santa Teresita de Lisieux decía: "Jesús da como Dios, pero exige la
humildad del corazón".
Para
terminar esta sección, volveremos a citar al P. Sardá y Salvany, quien nos va a
hablar claramente y sin rodeos acerca de la verdadera Caridad Católica, que
consiste en la intransigencia absoluta ante el error y la mentira, para que así
sepamos cobrar ánimos y no ceder en nuestra defensa del Papado y su Magisterio
infalible contra todos sus enemigos, aunque estos vistan de falsa mitra o sotana
con el impío fin de engañar a los incautos y los poco formados.
"La suma intransigencia católica es la suma católica caridad. Lo es en
orden al prójimo por su propio bien, cuando por su propio bien le confunde y
sonroja y ofende y castiga. Lo es en orden al bien ajeno, cuando por librar a
los prójimos del contagio de un error desenmascara a sus autores y fautores,
los llama con sus verdaderos hombres de malos y malvados, los hace aborrecibles
y despreciables como deben ser, los denuncia a la execración común, y si es
posible, al celo de la fuerza social encargada de reprimirlos y castigarlos. Lo
es, finalmente, en orden a Dios cuando por su gloria y por su servicio se hace
necesario prescindir de todas las consideraciones, saltar todas las vallas, lastimar
todos los respetos, herir todos los intereses, exponer la propia vida y la de
los que sea preciso para tan alto fin.
Y todo esto es pura intransigencia en el verdadero amor, y por esto es suma caridad, y los tipos de esta intransigencia son los héroes más sublimes de la Caridad, como la entiende la verdadera Religión. Y porque hay pocos intransigentes, hay en el día pocos caritativos de veras. La caridad liberal que hoy está de moda es en la forma, el halago, la condescendencia y el cariño; pero es en el fondo el desprecio esencial de los verdaderos bienes del hombre y de los supremos intereses de la verdad y de Dios."
R.P. Félix
Sardá y Salvany.
Continuará...
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