MANUAL DE SUPERVIVENCIA DURANTE LA GRAN TRIBULACIÓN Y LA OPERACIÓN DEL ERROR. (XLV)

5. Por tanto, y para concluir, estamos mezclados forzosamente en este mundo de hoy los pocos que hemos sido tocados por Dios, sin ningún mérito por nuestra parte, sino por pura misericordia divina, y hemos recibido favorablemente las santas inspiraciones del Paráclito Consolador, junto con la gran massa damnata de reprobados mundanos que lamentablemente no se van a poder salvar por haber rechazado voluntaria y obstinadamente las Gracias que Dios les enviaba mediante Su Santa Palabra, que estos desdichados no quisieron escuchar y meditar en sus corazones, y que tenía el poder de hacer de ellos hijos de Dios, pues les habría cambiado por completo haciéndoles nacer de lo alto y morir al hombre viejo de pecado y corrupción, pero ya se nos advirtió en el Evangelio de que la buena semilla de la Palabra de Dios sería rechazada, incomprendida, mal acogida, o finalmente olvidada por muchos [cf Lucas 8, 5-15]. 

     Esta bendita Parábola del Sembrador nos explica magníficamente la situación, por lo que vamos a profundizar en ella para hacer una radiografía exacta del mundo en que nos ha tocado vivir. Es fundamental que se entienda que la mayoría de habitantes del orbe pertenecen a la categoría de los que están junto al camino, es decir, de aquéllos que han oído alguna vez la Palabra de Dios, pero luego viene el diablo, y les saca afuera del corazón la Palabra que oyeron para que no crean y se salven; también hay almas en el mundo que se encuentran en la categoría de aquéllos que recibieron la buena semilla de la Palabra divina entre abrojos, esto es, la oyeron por algún tiempo, pero los afanes de la riqueza y los placeres de la vida acabaron por sofocar la voz de Dios, de ahí que Jesús nos diga que éstos no llegaron a madurar; hay igualmente almas a las que el Señor compara con las piedras, las cuales oyen la Palabra y la reciben con gozo, pero una vez nace en ellas cualquier buena resolución inspirada por Dios, acaba secándose por falta de humedad, es decir, carecen de raíz, por eso nos dice Jesús que estas pobres almas creen por un tiempo, pero en cuanto llega la hora de la prueba apostatan miserablemente, por lo que es imposible no ver en esta categoría a tantos tibios, pusilánimes, hipócritas y falsos hermanos, que suelen ser quienes defeccionan primero y engañan después con ellos a muchos mediante sus refinados y sutiles sofismas, errores, herejías y cismas; finalmente, hay un pequeño grupo de almas en este ancho mundo de Dios dominado por el diablo que son la buena tierra sobre la que cae la bendita semilla de la Palabra, los cuales oyen con el corazón recto y bien dispuesto y guardan consigo la palabra y dan fruto en la perseverancia y la paciencia. Es en este último grupo en el que estamos obligados a militar todos los últimos llamados y elegidos por Dios Uno y Trino para salvarnos, teniendo presente que debemos hacer frente también a las mentiras y fábulas de los falsos cristos y sus falsos profetas, los cuales están puestos ahí justamente para que se cumpla la Escritura y para servir de engaño y ruina de muchos que habían recibido la Palabra de Dios con gozo, pues sabemos por el Evangelio [cf Mateo 24, 24] que estos desgraciados intentarán engañar hasta a los mismos elegidos, si esto fuera posible.   

     De ahí que sea necesario y urgente insistir hasta la saciedad y clamar contra estos impostores y estos lobos con piel de cordero que han surgido en este tiempo de Satanás desencadenado o tiempo del Ánomos, esto es, del desorden y la carencia total de ley, pues ellos son el principal peligro que amenaza a quienes quieren permanecer fieles a Dios y a la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, guardando íntegramente la Fe Católica tal cual el Hijo del hombre vendrá a buscarla el último día en Su gloriosa y terrible Parusía con todo el aparato y majestad de Su poder [cf Lucas 18, 8]. Si se entiende esta descripción general de la dificilísima situación apocalíptica actual, entonces es muy buena señal y significa sin ninguna sombra de duda o de error que se está en disposición de entrar por la única senda angosta que conduce a la puerta estrecha de la salvación. Quiera el Buen Dios que quienes esto lean puedan comprender la gravedad y magnitud de la realidad que nos rodea, dejándose guiar mansa y humildemente por el Espíritu Santo, y poniendo en práctica la buena semilla recibida puedan obrar su salvación en mitad de esta generación pervertida y descarriada, pues la victoria final pertenece a los valientes y esforzados que arrebatan el Cielo con su conducta y sus vidas ejemplares. [cf Mateo 11, 12].

     Continuará...



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