MANUAL DE SUPERVIVENCIA DURANTE LA GRAN TRIBULACIÓN Y LA OPERACIÓN DEL ERROR. (XLIII)

3. Para complicar las cosas, hay que entender que mientras la Iglesia Católica estuvo visible, porque siempre había un Papa como Cabeza del Cuerpo, las almas tocadas por el Espíritu Santo, esto es, los llamados y los escogidos por Dios para ser sal y luz del mundo mediante la santificación personal que siempre redundaba en santificación del resto del Cuerpo Místico, estas almas siempre tenían un refugio seguro en la Santa Esposa de Cristo, que ofrecía sus templos, catedrales, basílicas, seminarios, órdenes religiosas, monasterios, conventos, y casas de piedad para abrigo y amparo de todos sus hijos e hijas dispersos por el ancho mundo. Durante 2.000 años de era cristiana, la Santa Iglesia Católica con Sus Pontífices a la cabeza alumbró, amansó, embelleció y santificó al orbe entero, y de manera singular, a sus hijos e hijas muy queridos, es decir, los fieles Católicos de todo tiempo y lugar, con la Palabra de Dios y los Santos Sacramentos, produciendo así los más Santos y hermosos ejemplos de piedad y espiritualidad en la historia de la humanidad pecadora. Pues bien, todo ese sagrado tesoro y vasto legado se vio trágica y definitivamente finalizado con la muerte de S.S. Pío XII, el último Vicario de Cristo, y la usurpación y el eclipse de la Esposa de Cristo por una apóstata y blasfema Ramera, que fue engendrada en el curso del maldito conciliábulo Vaticano 2 y parida por el Anticristo Montini el desgraciado día de la clausura de dicho evento infame. A partir de ahí, comienza el tiempo de Satanás desencadenado para seducir a todas las naciones [cf Apocalipsis 20, 7-8], y el Pequeño Rebaño está solo en el mundo, y debe trabajar por ganarse su salvación con temor y temblor [cf Filipenses 2, 12] en mitad del ancho y peligroso campo del mundo, sin el amparo y el refugio que siempre proporcionó la Santa Iglesia de Dios durante 20 siglos a todas las almas que querían responder a la llamada y la elección de Dios para la consagración al sacerdocio o a la vida religiosa, todo eso se acabó para siempre, por increíble y difícil que nos parezca. Desde entonces, ha comenzado la Gran Tribulación y estamos todos los Católicos y almas fieles al Papado y al Magisterio dispersos y sin literalmente nadie que nos proteja, dado que ya no hay ningún Padre, no hay Papa que nos defienda de las puertas del infierno, que son las herejías y errores de todo tipo, de ahí la importancia CRUCIAL de aferrase con uñas y dientes a la sana Doctrina, la sana Tradición y el Magisterio infalible de los Pontífices divinamente inspirado por el Paráclito Consolador, pues ellos constituyen nuestras únicas armas y nuestra última esperanza de supervivencia en medio de un mundo podrido y decadente, paganizado e idólatra, incrédulo y rebelde, un mundo que está maldito por Dios ya que no quiso conocer ni recibir a Aquél que lo hizo y que era su luz [cf Juan 1, 10-11], prefieriendo las tinieblas del error y la ignorancia espiritual, un mundo que está y siempre ha estado bajo el influjo del príncipe de este mundo, que no es otro que el Maligno [cf I Juan 5, 19], el cual engaña y pervierte a millones de almas con la triple concupiscencia de la carne, los ojos y el orgullo, con las vanidades de la sensualidad, la lujuria, la impiedad, la inmoralidad, los escándalos sin número, el lujo desenfrenado, el egoísmo rampante, la avaricia, la gula, la mentira, las falsas apariencias, la hipocresía, y demás miserias con las que Satanás enreda a tantos desgraciados que acaban sus días en esta vida que les fue dada para conocer, amar, y servir a Dios, y mediante esto salvar el alma, pero que estos pobres ciegos emplearon en vanidades y trivialidades absurdas, siendo su suerte final verdaderamente incierta y espantosa. 

     Continuará...



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