MANUAL DE SUPERVIVENCIA DURANTE LA GRAN TRIBULACIÓN Y LA OPERACIÓN DEL ERROR. (LVI)

 

Después de haber saboreado todas estas deliciosas citas cargadas de verdad y sabiduría divinas, pasaremos a abordar en detalle la cuestión del mundo y sus numerosos engaños para el alma con las humildes reflexiones que este pobre siervo del Señor ha escrito por inspiración del Paráclito Consolador.

 

El mundo vive inmerso en una gigantesca mentira y en una inmensa locura y ceguera colectivas, en una ficción absurda y banal que va construyendo en su afán suicida por desterrar y apartar a Dios del mundo y a todo lo que recuerde vagamente a Dios. El mundo se horroriza ante el pensamiento de que hay un Dios infinitamente santo y justo que todo lo ve y todo lo juzga, un Dios que ama la verdad y la virtud y odia la mentira y el vicio, porque en el fondo el mundo sabe que está en el error y en las tinieblas, pero no quiere ser reprendido porque ha sido, es, y siempre será orgulloso y homicida como su príncipe, el demonio. Por eso el mundo odia la luz de Dios, porque se siente pecador y sabe que sus obras no son buenas, por lo que no se acerca nunca a la Verdad, que es N.S.J.C., para no ser reprimido y reprobado por su maldad y su doblez.


El mundo no entiende las cosas de Dios, no puede comprender la santa Palabra de Dios, ni mucho menos el misterio de la Cruz, que para él es locura y escándalo, por eso Nuestro Señor nos advierte para que no echemos las cosas santas a los perros y los cerdos, “No deis a los perros lo que es santo y no echéis vuestras perlas ante los puercos, no sea que las pisoteen con sus pies, y después, volviéndose, os despedacen” (Mateo 7, 6), porque el Evangelio es semilla y no debe darse por la fuerza a quienes tienen el espíritu mal dispuesto por la soberbia, pues sólo conseguiríamos que lo profanasen y aumentasen su odio. Porque, como dice San Juan de la Cruz, sólo a los que negando los apetitos se disponen para recibir el espíritu, les es dado apacentarse del mismo. Estos perros y puercos son la gente mundana, carnal, materialista, sensual, que no conocen a Dios ni pueden recibir Su Espíritu porque están cerrados a la Palabra de Dios y a la vida de la gracia, y viven únicamente para satisfacer sus sentidos y apetitos desordenados, por eso es inútil predicarles y hablarles de Dios, porque por muy triste y trágico que nos parezca, esta pobre gente no lo va a comprender y va a pisotear la palabra que les llevamos de parte de Dios, es decir, la va a rechazar y a tomar como un absurdo y un escándalo, y lo que es peor, incluso se va a indignar y encolerizar contra quienes les llevamos esa bendita Palabra e intentamos corregirlos por su bien, e intentarán despedazarnos, llegarán hasta a quitarnos la vida si pudieran, como ha pasado con tantos Santos, Mártires y Vírgenes que murieron violentamente por confesar el Santo Nombre de Dios y por dar testimonio de su Fe antes que conformarse con el mundo y su perversidad, que habría supuesto renegar y apostatar de Dios Uno y Trino.


De todo lo anterior se deduce fácilmente que el mundo es hoy el principal enemigo de quienes amamos a Dios y queremos seguir Su Divina Voluntad contra viento y marea. Es el mayor enemigo de los cristianos porque nos asalta desde todas partes, entra en nuestras vidas por la televisión, internet, la calle y sus peligros, la gente que nos rodea y sus opiniones paganas y secularizadas totalmente alejadas de Dios y del Evangelio. Es prácticamente inevitable no mancharse, aunque solo sea un poco, con el torcido y deformado espíritu del mundo y sus ciegos partisanos. Por eso quienes hemos salido del mundo por pura misericordia y gracia de Dios debemos hacernos violencia y evitar al máximo el contacto y la conversación innecesarios e incluso peligrosos con los mundanos, dado que, si no lo hacemos, corremos el riesgo de apartarnos de Dios y entibiarnos en nuestra Fe y nuestra piedad.

Continuará...



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