MANUAL DE SUPERVIVENCIA DURANTE LA GRAN TRIBULACIÓN Y LA OPERACIÓN DEL ERROR. (LIV)

 

El mundo, como uno de los tres enemigos del alma, junto con el demonio y la carne. (Catecismo de Astete)

 

Debemos tener algo muy claro en nuestra vida, si queremos seguir los mandatos del Señor. Debemos estar preparados y saber que los enemigos del alma son tres: Mundo, Demonio y Carne. Éstos nos llevan a desobedecer a Dios.

 

 

1.- Mundo:

 

Se lo vence aprendiendo a valorar las cosas como las valoran Dios y los santos, no como lo hace la gente sin fe que tiene un modo de pensar completamente materializado, restándole importancia a Dios y a sus mandamientos.

 

Esto es a lo que llamamos secularismo, es decir, obrar de acuerdo a las costumbres, modas o ideas de la gente sin fe, sin moral y sin Dios, organizando la vida como si Él no existiera, dándole importancia solamente a lo que le guste a nuestro cuerpo, al orgullo, o a la avaricia.

 

La escala de valores para Dios es la siguiente:

 



·         Amar a Dios y cumplir sus mandamientos

·         Amar al prójimo y tratarlo como deseamos que nos traten a nosotros

·         Perfeccionarse a sí mismo lo más posible con la ayuda indispensable de Dios

 

 

En contraposición a esta pirámide, la escala de valores del mundo es:

 

·         Tener mucho dinero e idolatrarlo

·         Darle al cuerpo todos los gustos que quiera

·         Querer obtener muchos honores, mucha fama y muy altos puestos

 

Obviamente, seguir la escala de valores de Dios nos dará paz en esta vida y premio eterno en el Cielo, mientras que la del mundo sólo trae angustias, miedos, preocupaciones y el peligro de condenarse eternamente.


2.- Demonio:

 

¿Quién es el demonio?  El demonio es un ángel creado por Dios en el cielo que, por haberse rebelado contra el mismo Dios, le precipitó en los infiernos con otros muchos compañeros de su maldad, que llamamos demonios.

 

El Diablo acosa, acusa, tienta, engaña y miente en su lucha contra el cristiano. Él trabaja a través de sus aliados, el mundo y la carne. El Diablo usa el mundo y la carne para causar el mayor daño a los hijos de Dios, para entorpecer el progreso de lo correcto, para acobardar a los cristianos, detener la proclamación del Evangelio y debilitar la ofensiva del cristiano para favorecer el Reino de Dios.

 

La única forma de vencerlo es con oración, con Fe, con sacrificios y rechazando todo lo malo. Pero sobre todo al demonio se le vence con la humildad. Como él es tan soberbio, huye de los humildes.



3.- Carne:

La forma de vencerla es no dando consentimiento a las tentaciones impuras que produce nuestro cuerpo. No es pecado tener tentaciones, el pecado radica en consentirlas. Dios las permite para darnos ocasión de aumentar nuestros méritos y premio en el cielo al luchar contra ellas para demostrarle a Dios que lo amamos a Él antes que nada.

 

Dios colocó cierto placer en las cosas para el disfrute de los seres humanos, como placer en el comer para no morir de hambre, en el dormir para que el cuerpo descanse, y placer en el sexo, para que podamos procrear. El placer es solamente un estímulo, no es el fin, el problema está en que perseguimos ese estímulo en las cosas y no el fin.

 

Decía San Agustin “yo no le tengo tanto miedo al demonio, al mundo le tengo más miedo, pero nuestro peor enemigo es nuestra propia Carne”.

 

Para no caer en la tentación la Iglesia nos recomienda confesarse*, comulgar*, asistir a la Santa Misa*, evitar las ocasiones de pecar, evitar las amistades peligrosas, pensar en el Juicio y la Eternidad que nos esperan, y hacer sacrificios y penitencias.

 

[*Nota: hoy esto ya no es posible al estar la Esposa de Jesucristo eclipsada, por lo que deberemos recurrir al acto de contrición y contrición perfecta, así como a la Comunión Espiritual o de deseo].

 

Venciendo a nuestros enemigos

 

Los santos despreciaban el mundo y le vencían considerándole que estaba rematadamente loco. En el mundo se dice que los listos, los inteligentes, los que son felices, son los que han sabido hacerse ricos y ahora disfrutan de fama, de riquezas y de placeres. En cambio, Jesucristo, sabiduría eterna, dijo todo lo contrario: “Felices los pobres, los perseguidos, los que sufren, los que lloran”. (Evangelio de San Mateo, 5,3-11).

 

La Escritura y el Magisterio nos enseñan que no debemos amar al mundo y que no debemos satisfacer los deseos de la carne. La Escritura y el Magisterio también nos enseñan cómo luchar contra el Demonio. Si nos ponemos de pie y resistimos al Demonio, él se alejará de nosotros. El Diablo tiembla cuando oramos. Él es vencido cuando citamos o leemos un pasaje de la Escritura o del Magisterio, porque Cristo y Pedro enviado por Nuestro Señor se hacen presente de inmediato.

 

No temamos. Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?


Continuará...

 


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