El mundo, como uno de los tres
enemigos del alma, junto con el demonio y la carne. (Catecismo de Astete)
Debemos
tener algo muy claro en nuestra vida, si queremos seguir los mandatos del
Señor. Debemos estar preparados y saber que los enemigos del alma son tres:
Mundo, Demonio y Carne. Éstos nos llevan a desobedecer a Dios.
1.- Mundo:
Se lo vence aprendiendo a valorar las
cosas como las valoran Dios y los santos, no como lo hace la gente sin fe que
tiene un modo de pensar completamente materializado, restándole importancia a
Dios y a sus mandamientos.
Esto es a lo que llamamos secularismo, es
decir, obrar de acuerdo a las costumbres, modas o ideas de la gente sin fe, sin
moral y sin Dios, organizando la vida como si Él no existiera, dándole
importancia solamente a lo que le guste a nuestro cuerpo, al orgullo, o a la
avaricia.
La escala de valores para Dios es la
siguiente:
· Amar a Dios y cumplir sus mandamientos
·
Amar al prójimo y tratarlo como deseamos que nos traten a nosotros
·
Perfeccionarse a sí mismo lo más posible con la ayuda indispensable de Dios
En contraposición a esta pirámide, la
escala de valores del mundo es:
·
Tener mucho dinero e idolatrarlo
·
Darle al cuerpo todos los gustos que quiera
·
Querer obtener muchos honores, mucha fama y muy altos puestos
Obviamente, seguir la escala de valores de
Dios nos dará paz en esta vida y premio eterno en el Cielo, mientras que la del
mundo sólo trae angustias, miedos, preocupaciones y el peligro de condenarse
eternamente.
2.- Demonio:
¿Quién es el demonio? El demonio es un
ángel creado por Dios en el cielo que, por haberse rebelado contra el mismo
Dios, le precipitó en los infiernos con otros muchos compañeros de su maldad,
que llamamos demonios.
El Diablo acosa, acusa,
tienta, engaña y miente en su lucha contra el cristiano. Él trabaja a través de
sus aliados, el mundo y la carne. El Diablo usa el mundo y la carne para
causar el mayor daño a los hijos de Dios, para entorpecer el progreso de lo
correcto, para acobardar a los cristianos, detener la proclamación del
Evangelio y debilitar la ofensiva del cristiano para favorecer el Reino de
Dios.
La única
forma de vencerlo es con oración, con Fe, con sacrificios y rechazando todo lo
malo. Pero sobre todo al demonio se le vence con la humildad. Como él es tan
soberbio, huye de los humildes.
3.- Carne:
La forma de vencerla es no
dando consentimiento a las tentaciones impuras que produce nuestro cuerpo. No
es pecado tener tentaciones, el pecado radica en consentirlas. Dios las permite
para darnos ocasión de aumentar nuestros méritos y premio en el cielo al luchar
contra ellas para demostrarle a Dios que lo amamos a Él antes que nada.
Dios colocó cierto placer en
las cosas para el disfrute de los seres humanos, como placer en el comer para
no morir de hambre, en el dormir para que el cuerpo descanse, y placer en el
sexo, para que podamos procrear. El placer es solamente un estímulo, no es el
fin, el problema está en que perseguimos ese estímulo en las cosas y no el fin.
Decía San Agustin “yo no le tengo tanto miedo al demonio, al
mundo le tengo más miedo, pero nuestro peor enemigo es nuestra propia Carne”.
Para no caer en la tentación
la Iglesia nos recomienda confesarse*, comulgar*, asistir a la Santa Misa*,
evitar las ocasiones de pecar, evitar las amistades peligrosas, pensar en el
Juicio y la Eternidad que nos esperan, y hacer sacrificios y penitencias.
[*Nota: hoy
esto ya no es posible al estar la Esposa de Jesucristo eclipsada, por lo que
deberemos recurrir al acto de contrición y contrición perfecta, así como a la
Comunión Espiritual o de deseo].
Venciendo a nuestros
enemigos
Los santos despreciaban el
mundo y le vencían considerándole que estaba rematadamente loco. En el mundo se
dice que los listos, los inteligentes, los que son felices, son los que han
sabido hacerse ricos y ahora disfrutan de fama, de riquezas y de placeres. En
cambio, Jesucristo, sabiduría eterna, dijo todo lo contrario: “Felices los pobres, los perseguidos, los
que sufren, los que lloran”. (Evangelio de San Mateo, 5,3-11).
La Escritura y el Magisterio
nos enseñan que no debemos amar al mundo y que no debemos satisfacer los deseos
de la carne. La Escritura y el Magisterio también nos enseñan cómo luchar
contra el Demonio. Si nos ponemos de pie y resistimos al Demonio, él se alejará
de nosotros. El Diablo tiembla cuando oramos. Él es vencido cuando citamos o
leemos un pasaje de la Escritura o del Magisterio, porque Cristo y Pedro
enviado por Nuestro Señor se hacen presente de inmediato.
No temamos. Si Dios está con
nosotros, ¿quién contra nosotros?
Continuará...
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