Ninguna potestad humana puede juzgar al Sumo Pontífice, porque no tiene quien le sea superior en la tierra; lo que expresa el Código con este antiguo aforismo: Prima Sedes a nemine indicatur (c.1556). Como sucesor de San Pedro, Vicario de Jesucristo, es el Papa cabeza de la Iglesia universal con real y verdadera jurisdicción sobre todos los fieles y sobre todos los Obispos, separada y colectivamente considerados; no está sujeto a ninguna autoridad que no sea la divina, y por tanto, todos los jueces, así eclesiásticos como seculares, de cualquier grado y jerarquía, incluso los mismos Cardenales que le eligieron, son absolutamente incompetentes para juzgarle. De su conducta sólo responde ante Dios.
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