CORPUS CHRISTI

 






DOCTRINA DEL CONCILIO DE TRENTO SOBRE LA FIESTA DEL CORPUS CHRISTI


La herejía protestante trató pronto de novedad, de superstición, de idolatría odiosa, estos desenvolvimientos naturales del culto católico inspirados por la fe y el amor. El concilio de Trento castigó con el anatema las recriminaciones de los sectarios [1] y en un capítulo especial, justificó a la Iglesia en términos que no podemos dejar de reproducir: "El santo Concilio declara piadosa y santísima la costumbre que se ha introducido en la Iglesia, de dedicar cada año una fiesta especial para celebrar, todo lo posible, el augusto Sacramento, así como llevarle en procesión por las calles y plazas públicas con pompa y honor. Es justo que se establezcan ciertos días en que los cristianos, con una manifestación solemne y particular, den testimonio de su gratitud y piadoso recuerdo hacia el Señor y Redentor, por el beneficio inefable y divino que pone ante nuestros ojos la victoria y triunfo de su muerte. Convenía además que la verdad victoriosa triunfase de la mentira y herejía, de tal suerte que sus adversarios, en medio de tal esplendor y tan grande alegría de toda la Iglesia, o pierdan ánimos, o, llenos de confusión, vengan, en fin, a arrepentimiento" [37].


[36] Ses., XIII, c., VI.

[37] Ses., XIII, c., V.



                                              





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