DEDICACIÓN DE SAN MIGUEL ARCÁNGEL (29 de septiembre)

 



Dedicación de San Miguel Arcángel


OBJETO DE LA FIESTA

La dedicación de San Miguel, aunque es la más solemne de las fiestas que la Iglesia celebra cada año en honor del Arcángel, le es menos personal, porque en ella se celebra a la vez a todos los coros de la jerarquía angélica. En efecto, la Iglesia, por boca de Rabano Mauro, abad de Fulda, propone a nuestra meditación el objeto de la fiesta de este día en el himno de las primeras Vísperas:


En nuestras alabanzas celebramos

A todos los guerreros del cielo;

Pero ante todo al jefe supremo

De la milicia celestial:

A Miguel que, lleno de valentía,

Derribó al demonio.



ORÍGENES DE LA FIESTA

La fiesta del 8 de mayo nos trae a la memoria la aparición en el monte Gargano. En la Edad Media, sólo la celebraba la Italia meridional. La fiesta del 29 de septiembre es propia de Roma, pues recuerda el aniversario de la Dedicación de una basílica hoy desaparecida, situada en la Via Salaria, al Noreste de la Ciudad.

La dedicación de esta iglesia nos da la razón del título que hasta hoy conserva el Misal Romano para la fiesta de San Miguel: Dedicatio sancti Michaelis. El carácter primitivamente local de este título se fue atenuando poco a poco en los libros litúrgicos de las Iglesias de Francia o de Alemania, que en la Edad Media seguían la Liturgia romana: la fiesta llevaba entonces el título In Natale o In Veneratione sancti michaelis y, del título antiguo no quedaba ya más que el nombre del Arcángel.



EL OFICIO DE SAN MIGUEL

El oficio tampoco podía conservar recuerdo de la dedicación: los oficios antiguos de las dedicaciones celebraban, en efecto, al santo en cuyo honor se consagraba una iglesia y no el edificio material en que era honrado. No tenían, pues, nada de impersonal, sino que, al contrario, revestían un carácter muy especificado.

El oficio de San Miguel puede contarse entre las más bellas composiciones de nuestra Liturgia. Nos hace contemplar unas veces al príncipe de la milicia celestial y jefe de todos los ángeles buenos, otras al ministro de Dios que asiste al juicio particular de cada alma finada, y otras al intermediario que lleva al altar de la liturgia celeste las oraciones del pueblo fiel.



EL ÁNGEL TURIFERARIO

Las primeras Vísperas empiezan con la antífona Stetit Angelus, cuyo texto se repite en el Ofertorio de la Misa del día: “El ángel se puso de pie junto al ara del templo, teniendo en su mano un incensario de oro, y le dieron muchos perfumes: y subió el humo de los perfumes a la presencia de Dios”.

La Oración de la bendición del incienso en la Misa solemne nos da el nombre de este ángel turiferario: es “el bienaventurado Arcángel Miguel”.

El libro del Apocalipsis, de donde están tomados estos textos litúrgicos, nos enseña que los perfumes que suben a la presencia de Dios, son la oración de los justos: “el humo de los perfumes encendidos de las oraciones de los santos subió de mano del ángel a la presencia de Dios”.


Fuente: Año litúrgico - Dom Gueranger






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