MANUAL DE SUPERVIVENCIA DURANTE LA GRAN TRIBULACIÓN Y LA OPERACIÓN DEL ERROR. (LXXXVI)

 Y también esto, sacado del mismo discurso blasfemo del Anticristo a las Naciones Unidas: “Los pueblos de la tierra se vuelven a las Naciones Unidas como hacia la última esperanza de concordia y paz”.


Qué “curioso”, señor Montini, nosotros pensábamos que era la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana, la única, primera y última esperanza de concordia y paz verdaderas, qué “curioso”, señor Montini, que para usted lo sea una horda de políticos burócratas infieles, ateos y paganos reunidos en Nueva York…

 

La siguiente cita ayudará a comprender lo que afirmamos, pues la realidad nos ha confirmado tristemente que esto ha sucedido exactamente así.

Santo Tomás: "creerán los impíos estar en paz y seguridad, después de la muerte del Anticristo, antes de la venida de Cristo, viendo que no inmediatamente se acaba el mundo, como antes pensaban."

Suplemento Suma Teológica, Cuestión 73, respuesta 1.


Y también S.S. San Pío X, en la encíclica E Supremi, SU PRIMERA ENCÍCLICA, publicada el 4 de octubre de 1903, nos vendría a decir que el Anticristo ya estaría presente en el mundo:

"sit perversitas haec animorum libamentum quoddam ac veluti exordium; neve filius perditionis, de quo Apostolus loquitur, iam in hisce terris versetur."

"Considerando todo esto, hay razón para temer que esta gran perversidad sea como un anticipo, y tal vez el comienzo de aquellos males que están reservados para los últimos días; Y QUE YA ESTÁ EN EL MUNDO EL "HIJO DE PERDICIÓN" DEL QUE HABLA EL APÓSTOL (II Tesalonicenses 2, 3)."

Así fue, en efecto, pues G.B. Montini nació en 1897…


“Porque el Espíritu Santo fue prometido a los sucesores de Pedro, no para que, por su revelación, dieran a conocer alguna doctrina nueva, sino para que, con su ayuda, guardaran religiosamente y expongan fielmente la revelación o depósito de fe transmitido por los apóstoles. En efecto, su enseñanza apostólica fue acogida por todos los venerables padres y reverenciada y seguida por todos los santos doctores ortodoxos, pues sabían muy bien que esta sede de San Pedro siempre permanece intacta de cualquier error, de acuerdo con la promesa divina de Nuestro Señor y Salvador del príncipe de sus discípulos: he rogado por ti para que tu fe no falte; y cuando te hayas vuelto, fortalece a tus hermanos [Lucas 22:32]”.

Concilio Vaticano I, Constitución Dogmática Pastor Aeternus, Capítulo 4

Continuará...




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