“La amistad de este mundo hace adúlteras las almas y las hace fornicar lejos de su único, verdadero y legítimo cónyuge, de quién habéis recibido como anillo el Espíritu Santo”.
San Agustín, Sermón, 260C, 7
El siniestro objetivo del extremadamente perverso Anticristo Montini fue engañar a todos los fieles, pero principalmente a los más piadosos, esto es, a aquellas almas en cinta de la buena semilla de la Palabra de Dios que había sido plantada en ellos por el Espíritu Santo (!); de ahí que N.S.J.C. se lamentara en Mateo 24, 15-19 acerca de aquellas embarazadas y aquéllas que habían dado a luz, lo cual deber entenderse para este caso en clave espiritual, refiriéndose Nuestro Señor a las almas que estaban bajo el influjo y la acción santificadora y regeneradora del Espíritu Santo cuando la abominación de la desolación fue colocada en el lugar santo, es decir, cuando la Santa Sede fue usurpada por el Anticristo “Paulo 6”, porque todas esas almas sufrirían una auténtica persecución y calvario espiritual al estar bajo el gobierno del Anticristo, como tristemente así fue, pues ese soberano impostor las repudiaba abiertamente y sin ningún complejo, al tiempo que las obligaba sibilinamente a apostatar al aceptar el error y la herejía, valiéndose para tan funesto fin de la obediencia que todas esas almas viriles y esforzadas siempre profesaron hacia el Vicario de Cristo. Queda así revelado el golpe maestro de Satanás para infiltrarse y destruir a la Iglesia desde dentro, pues el diablo bien sabía que, colocando a su hijo de perdición en lo más alto del edificio sobrenatural de la Iglesia, pronto conseguiría descomponer y demoler el Cuerpo Místico visible, como lamentablemente así ha sido. Ciertamente, lo más apropiado y urgente para esas pobres almas consagradas hubiera sido hacer lo que Nuestro Señor nos advirtió en el mismo pasaje de Mateo 24 citado arriba, cuando exhorta a todos los que formaban parte de la Iglesia Católica durante el fatídico momento de la abominación desoladora a salir de ella inmediatamente y refugiarse en los montes y los campos, para no tener parte en las iniquidades y sacrilegios que el Anticristo iba a cometer y hacer cometer a quienes estuvieran bajo su tiránico dominio, amparándose en su falso estatus de Pontífice, que le hacía prácticamente intocable a ojos de todos.
Comprobamos de manera muy dolorosa que hasta las almas aparentemente más formadas y maduras sucumbieron sin embargo al aceptar a un siniestro personaje que enseñaba el error y la herejía como Papa, lo cual es imposible, como así se sabía por la Constitución dogmática PASTOR AETERNUS del Concilio Vaticano y un sinfín de documentos pontificios.
“Porque el Espíritu Santo fue prometido a los sucesores de Pedro, no para que, por su revelación, dieran a conocer alguna doctrina nueva, sino para que, con su ayuda, guardaran religiosamente y expongan fielmente la revelación o depósito de fe transmitido por los apóstoles. En efecto, su enseñanza apostólica fue acogida por todos los venerables padres y reverenciada y seguida por todos los santos doctores ortodoxos, pues sabían muy bien que esta sede de San Pedro siempre permanece intacta por cualquier error, de acuerdo con la promesa divina de nuestro Señor y Salvador del príncipe de sus discípulos: he rogado por ti para que tu fe no falte; y cuando te hayas vuelto, fortalece a tus hermanos [Lucas 22:32]”.
S.S. PÍO IX, PASTOR AETERNUS, 1869
Continuará...
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