3. Desarrollo y exposición de la
verdadera y dramática situación general
El 9 de
octubre de 1958, con la muerte de S.S.
Pío XII, el último Vicario de N.S.J.C., fue quitado de en medio el Obstaculo o Katejón que retenía e
impedía la manifestación del hijo de perdición (II Tesalonicenses 2, 6), el
cual era la Iglesia visible y el Romano
Pontífice, según interpreta de unánime consentimiento la Iglesia. Con la
remoción del Katejón se da por concluido el llamado Milenio o época cristiana, en
la que el Cuerpo Místico de Cristo la Santa Iglesia Católica, Apostólica y
Romana con los Papas como Cabeza visible iluminó y santificó al Orbe entero con
el influjo salvífico y arrollador del Espíritu Santo mediante la predicación de
la Palabra de Dios y la administración de los Santos Sacramentos.
Con la
Iglesia y el Papado habiendo sido quitados de en medio, se eliminó el Obstáculo
que impedía el advenimiento del
Anticristo, y éste se manifestó efectivamente en la desgraciada persona del
impío G. B. Montini, alias “Pablo 6”, el cual fue “anunciado” por su falso
profeta Angelo Roncalli, alias “Juan 23”, predicando un falso evangelio
diametralmente distinto al Evangelio enseñado por N.S.J.C., en el que se busca
la paz y la seguridad (I Tesalonicenses 5, 3) en la tierra, despreciando la
vida eterna hasta llegar al olvido absoluto de la dimensión sobrenatural y
espiritual del hombre, lo cual desemboca irremediablemente en la más espantosa
apostasía. Comienza pues la era
llamada de Satanás, o tiempo de la Anomia,
esto es, de la sin ley, del desorden y la ausencia total de cualquier autoridad
espiritual o moral superior a la que
someterse y por la cual regirse, autoridad superior que siempre fue la Santa
Sede, la Roca del Papado, el Katejón que mantenía a raya, reprimiendo con la
vigorosa espada del bendito Magisterio infalible, a las puertas del infierno,
que son las herejías y errores en la Fe, la moral y la disciplina, impidiendo
una y otra vez que éstas prevalecieran contra la Primacía de San Pedro y sus
Sucesores. En esta triste época, sin embargo, Nuestra Santa Madre la Iglesia
Católica ha sido eclipsada por una abominable secta, la Gran Prostituta
Montiniana o de Babilonia, que se hace pasar por Ella y ha usurpado todas sus
estructuras externas, engañando a los infelices moradores de la tierra, tal
como fue profetizado por Nuestra Señora la Santísima Siempre Virgen María en su
aparición de La Salette, Francia, en 1846. Es el tiempo en que Satanás ha sido
soltado para seducir a todas las Naciones (Apocalipsis 20, 7-8) mediante los
engaños del mundo, siempre repleto de vanidades, y la triple concupiscencia de
los ojos, la carne y el orgullo, llevando al orbe entero a la apostasía frente
a Dios. Así vemos que el Anticristo Montini fue, en efecto, el encargado de
sembrar la cizaña en el extenso campo del mundo que la Santa Iglesia de Dios
había fermentado y santificado durante 2.000 años con el Evangelio y los
Sacramentos, impulsando una nueva “religión” que apostata de la Religión Católica eterna e inmutable y predica
en su lugar una falsificación absoluta de la Verdad y una inversión de todos
los Dogmas, ensalzando el progreso humano y la técnica, el indiferentismo, el
diabólico ecumenismo que aglutina a todas las falsas religiones y herejías
habidas y por haber, el ateísmo, la tolerancia con cualquier error y herejía,
la falsa y masónica fraternidad humana en la que ya no haya barreras ni
separaciones y todos sean “hermanos” en el caos y el engaño, el relativismo y
el subjetivismo más aterradores, en resumen, la Anomia total. Para conseguir
tan perverso fin, el Anticristo se sirvió de la Gran Apostasía del Cuerpo Episcopal al completo, la cual tuvo
efectivamente lugar el fatídico día del 8 de diciembre de 1965, cuando los
infelices Obispos y Cardenales traicionaron miserablemente al Rebaño de
N.S.J.C. y apostataron en masa en el momento en que estamparon su firma en las
heréticas actas de clausura del maldito conciliábulo Vaticano 2, consumando así
un acto de apostasía público y notorio y siendo excomulgados en bloque [Canon
188.4 y Bula Cum Ex Apostolatus Officio],
perdiendo ipso facto todo cargo y jurisdicción que tuvieran al unirse a una
secta acatólica. De esta manera, se cumplió lo predicho en el libro del
Apocalipsis, capítulo 13, versículos 5 a 7, donde leemos que: “Y se le dio una boca que profería
altanerías y blasfemias; y le fue dada autoridad para hacer su obra durante
cuarenta y dos meses. Abrió su boca para blasfemar contra Dios, blasfemar de su
Nombre, de su morada y de los que habitan en el cielo. Le fue permitido también
hacer guerra a los santos y vencerlos; y le fue dada autoridad sobre toda tribu
y pueblo y lengua y nación”. Tanto el Anticristo Montini como sus infames
sucesores Luciani, Wojtyla, Ratzinger, y Bergoglio hoy, los cuales forman el
cuerpo místico del Anticristo encarnado en la
Gran Ramera de Babilonia o Montiniana, han proferido y profieren altanerías
y blasfemias en forma de herejías, irreverencias y demás barbaridades sin cuento
contra el Dios Altísimo y contra todos Sus Santos, a quienes esos supremos
desgraciados insultan y calumnian con sus insolentes impiedades, falsedades y
profanaciones. Montini hizo la guerra a los Santos con sus abominables herejías
proferidas durante el conciliábulo, especialmente en las archiheréticas
declaraciones Lumen Gentium y Nostra Aetate, y les venció, pues hizo que
quienes aún guardaban la sana doctrina Católica recibida en tiempos de S.S.
León XIII, San Pío X, Benedicto XV, Pío XI y Pío XII, tiraran por la borda todo
el inmenso trabajo que el Espíritu Santo Paráclito Consolador había obrado en ellos y por ellos, perdiendo
así su sabor y no sirviendo nada más que para ser echados por tierra y ser
pisoteados por los “perros” gentiles descreídos, cuando dieron asentimiento a
la insólita apostasía impulsada y promovida desde Roma y el Vaticano por el
hijo de perdición. Una vez el Anticristo y sus secuaces vencieron a los Santos
y los ganaron para su impía causa, les fue muy fácil imponerse por la falsa
obediencia y autoridad sobre toda tribu y pueblo y lengua y nación, llevando al
orbe otrora Católico a la más espantosa apostasía e indiferentismo religioso
respecto a Dios Uno y Trino.
Se
desencadena así la Operación del error o
seducción de la iniquidad (II Tesalonicenses 2, 8-12), que consiste en una
impresionante serie de errores y contradicciones doctrinales, falsos prodigios
sacramentales y barbaridades heréticas disfrazadas de aparente ortodoxia
Católica que llamaremos fábulas o
lógicas de la Anomia, pero que encierran todas ellas un engaño mortífero;
siendo dicha Operación del error inaugurada con el advenimiento del Anticristo
Montini, y sobre todo, con la gran apostasía impulsada por éste y que desembocó
en la defección masiva de todo el Cuerpo Episcopal, formalizada el nefasto día
del 8 de diciembre de 1965 con ocasión de la firma de las heréticas actas del
maldito conciliábulo Vaticano 2. La Operación del error es un falso poder
enviado por Dios para perder a quienes no amaron la Verdad tal cual fue
revelada por Dios en la Sagrada Escritura y el Magisterio, sino que se
complacieron en el engaño y la iniquidad; se trata de una seducción realmente
insidiosa y golpea prácticamente a todas las almas que han sido rescatadas por
Dios del mundo y sus engaños. Más adelante explicaremos el modus operandi de
este insondable misterio que se llama la Operación del error, y trataremos de
dar una fórmula para salir, Dios Uno y Trino mediante, de tan implacable engaño
universal.
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