Pero no
quisiera terminar este apartado sin antes mencionar
la terrible amenaza de parte de Jesucristo Nuestro Señor que pende sobre los
falsos cristos y sus falsos profetas, así como sobre todos los que dieron
crédito a las absurdas y demenciales fábulas de estos impostores y fueron
seducidos por sus falsos prodigios, yendo a caer en sus garras, esto es,
uniéndose a sus sectas y participando de sus sacrilegios y profanaciones.
Resulta especialmente significativo y sobrecogedor que Nuestro Señor nos
advierte acerca de estos hipócritas desobedientes en Mateo 7, 15-20,
llamándoles por su nombre de falsos profetas y comparándolos con árboles malos
que no pueden producir ningún buen fruto, por lo que serán cortados y echados al
fuego, esto es, al acabar su hilo de vida serán condenados al infierno por toda
la eternidad. En efecto, justo a continuación Nuestro Salvador y Redentor nos
explica en qué consistirá la sentencia de condenación de estos desgraciados
soberbios. Es URGENTE que quienes han sido engañados por estos individuos lean
esto y salgan inmediatamente de su perniciosa influencia, pues se están jugando
la vida eterna: “No todo el que me dice:
«Señor, Señor», entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad
de mi Padre celestial. Muchos me dirán en aquel día: «Señor, Señor, ¿no
profetizamos en tu nombre, y en tu nombre lanzamos demonios, y en tu nombre
hicimos cantidad de prodigios?» Entonces les declararé: «Jamás os conocí.
¡Alejaos de Mí, obradores de iniquidad!». (Mateo 7, 21-23). Sí, esta
terrible advertencia del Señor recae directamente sobre todos estos falsos
pastores, ciegos hidrópicos hinchados de soberbia y ávidos de la falsa gloria
que les otorgan sus fraudulentos títulos y sus inexistentes dignidades de
“monseñor”, “padre”, “abbé”, “fray” o “sor”, hasta el punto de despreciar y
desobedecer a la Voluntad del Padre Celestial que se expresa en que la Iglesia
de Dios ha de estar regida por San Pedro y sus Sucesores, cuyo Magisterio
infalible es preciso obedecer fielmente por parte de TODOS los fieles, ya sean
Obispos, Sacerdotes, o Religiosos, ya sean simples laicos, todos estamos
obligados a obedecer a los Papas para obtener la salvación del alma, pues quien
obedece al Papa obedece a Dios, pero quien no le obedece está desobedeciendo al
mismo Dios, está imitando al soberbio Lucifer cuando entonó su impío y blasfemo
“Non Serviam” ante la Trinidad Beatísima en medio de la corte celestial, lo
cual le valió la expulsión ipso facto del Cielo y ser precipitado en lo más
profundo del abismo.
Además, esta
otra advertencia de Nuestro Señor Jesucristo se aplica también a los falsos
cristos y falsos profetas y a quienes se han dejado embaucar por ellos: Le dijo uno: “Señor, ¿los que se salvan
serán pocos?” Les respondió: “Pelead para entrar por la puerta angosta, porque
muchos, os lo declaro, tratarán de entrar y no podrán. En seguida que el dueño
de casa se haya despertado y haya cerrado la puerta, vosotros, estando fuera,
os pondréis a llamar a la puerta diciendo: «¡Señor, ábrenos!» Más él
respondiendo os dirá: «No os conozco (ni sé) de dónde sois.» *Entonces
comenzaréis a decir: «Comimos y bebimos delante de ti, y enseñaste en nuestras
plazas.» *Pero él os dirá: «Os digo, no sé de dónde sois. Alejaos de mí, obradores
todos de iniquidad.» AlIí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis
a Abrahán, a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y a
vosotros arrojados fuera. Y del oriente y del occidente, del norte y del
mediodía vendrán a sentarse a la mesa en el reino de Dios. Y así hay últimos
que serán primeros, y primeros que serán últimos.” (Lucas 13, 23-30).
Los
comentarios a este pasaje en la Biblia de Mons. Straubinger son muy reveladores
al respecto:
[* 26. Enseñaste en nuestras plazas: En el versículo 27, Él insiste en
decir que no los conoce. Además, escrito está que “nadie oirá su voz en las
plazas”, porque Él no será turbulento (cf. Mateo 12, 19 y nota). Si ellos
escucharon, pues, fue a otros, como se lo anunció Jesús (Juan 5, 43 y nota); a
otros que no buscaban la gloria del que los envió, sino la propia gloria (Juan
7, 18 y nota), por lo cual no podían tener fe (Juan 5, 44 y nota). Ésos no eran
por tanto, los verdaderos discípulos a quienes Él dijo: “Quien a vosotros escucha,
a Mí me escucha” (Lucas 10, 16), sino los
falsos profetas sobre los cuales tanto había prevenido Él. Cf. Mateo 7, 15
y nota.
*
27. Véase Mateo 15, 8, citando a Isaías 29, 13. Mateo 7, 23; 25, 41. Condena
Jesús anticipadamente a aquellos cristianos que se contentan con el solo nombre
de tales y con la vinculación exterior a la Iglesia].
En efecto, en la hora decisiva del Juicio, muchos engañados por los falsos cristos y sus falsos profetas alegarán inútilmente ante Nuestro Señor que ellos “comieron y bebieron delante de Él”, esto es, recibieron lo que creían eran los Santos Sacramentos de manos de esos intrusos e impostores, los cuales también les predicaron sin tener ninguna misión ni jurisdicción sobre ellos, pero a quienes estos pobres incautos otorgaron un crédito indebido e inmerecido, pensando que con su falsa predicación Nuestro Señor les estaba “enseñando en sus plazas”, o sea, en sus capillas y garajes cismáticos y heréticos, en total desprecio y flagrante desobediencia del Magisterio Papal y del CIC, que prohíben severamente asistir a celebraciones de intrusos y excomulgados por cisma y herejía. Qué terrible será su sorpresa cuando descubran en el momento crucial del Juicio que Nuestro Señor no les reconocerá ni sabrá de dónde vienen, pues en efecto todas estas comunidades sectarias y cismáticas han sido generadas en el espíritu de la rebeldía y el desacato de la autoridad divina de los Vicarios de Cristo para enseñar, atar y desatar, creyendo en su infinita soberbia que podían funcionar saltándose todos los cauces y disciplinas establecidas por la Santa Sede. Por esta razón afirmamos que estos orgullosos rebeldes no buscaban la Gloria de Dios sino la suya propia, una falsa y vana gloria humana, el ser alabados y venerados por los ciegos y los simples a quienes tenían completamente engañados en sus respectivas sectas particulares (FSSPX, IMBC, CMRI, SSPV, Palmar de Troya, Sociedad Sacerdotal Trento, Mont Carmel, Avrillé, y demás grupúsculos y organizaciones cismáticas, así como todos los falsos “clerici vagantes” surgidos de estas sectas y que ahora funcionan independientemente, como si pudieran), pobres ciegos abducidos que también les mantenían económicamente y hacían de ellos unos simoníacos sacrílegos, pues NINGUNO de ellos fue enviado por Dios ya que no había Papa que les pudiera conceder el permiso y la misión canónica, así como suministrar la Jurisdicción necesaria para funcionar, sin olvidar además que ellos menospreciaron e ignoraron constantemente la voz de Pedro en la persona de S.S. Pío XII, que les prohibía taxativamente las fechorías e ilegalidades que estos insensatos perpetraron en el colmo de su osadía e hipocresía. Por esta razón afirmamos que todos ellos están malditos y han sido sentenciados por Dios. Lo más espantoso será, sin duda, cuando tengan que oír de labios de Nuestro Señor Jesucristo aquellas durísimas palabras de «No os conozco (ni sé) de dónde sois», seguidas de la temible sentencia de condenación “Alejaos de mí, obradores todos de iniquidad.» Se entiende ahora nuestra insistencia para que todos los que hayan sido engañados por estos peligrosos embaucadores que trafican con lo sagrado abandonen INMEDIATAMENTE a esos sectarios cismáticos, los cuales llevan marcada a fuego su conciencia y caminan hacia su perdición al tiempo que convierten a muchos infelices e ignorantes en meros consumidores de sacramentos que no son sino sacrilegios y profanaciones, como nos advierten el Magisterio y el Derecho Canónico, haciéndoles incurrir en communicatio in sacris con esos orgullosos leprosos del cisma y la herejía.
Continuará...
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