MANUAL DE SUPERVIVENCIA DURANTE LA GRAN TRIBULACIÓN Y LA OPERACIÓN DEL ERROR. (VII)

 

En este sentido, podemos comparar también el enorme pecado de estos falsos pastores con el pecado que cometió el rey Saúl [cf I Reyes 8-14], quien se atrevió a celebrar el holocausto sin ser Sacerdote, lo cual era contrario a la Ley y fue una grave culpa, aunque su intención fuera evitar que su pueblo se dispersara, que es exactamente lo mismo que hacen los intrusos heréticos y cismáticos hoy, pues pretenden erigirse ellos mismos en la Iglesia visible sin ser ni siquiera Sacerdotes, con el pretexto falaz de evitar que los fieles se dispersen tras la gran apostasía de la secta conciliar, amén de otras excusas peregrinas que esos hipócritas se han fabricado para justificar su injustificable transgresión y desobediencia al Magisterio de S.S. Pío XII y a los Santos Cánones. Como leemos en el comentario de ese pasaje en la Biblia de Mons. Straubinger, “es ésta una gran lección para mostrarnos cómo la fe y confianza en Dios deben mantenerse aún contra toda apariencia, sin que pretendamos recurrir a nuestra prudencia humana para corregir lo que nos parece un error de la Sabiduría infinita». Lo cual constituye, en efecto, exactamente el mismo pecado de esos fraudulentos impostores, los cuales se atreven a juzgar impíamente como un “error” de S.S. Pío XII el que haya dejado atado en la tierra y en los Cielos que absolutamente nadie pueda usurpar las funciones del Papa durante el tiempo que la Sede se encuentre vacante, por lo que ellos, en el colmo de su soberbia maliciosa y su satánica prudencia humana, han creído conveniente “consagrarse” y “ordenarse” entre ellos mismos, como si acaso pudieran, y sin Pedro y contra Pedro, demostrando así a todos su escasa fe y confianza en Dios, y su nula Catolicidad, pues quien no está unido a la Santa Sede no es Católico sino hereje y cismático.


"Quien deja la cátedra de Pedro, sobre la que está fundada la Iglesia, no está en la Iglesia. Pues quien no guarda la unidad con la Iglesia, tampoco tiene la Fe".

San Cipriano

 

"...Se entregaban únicamente al estudio de los libros de la Escritura Santa, sin tener la presunción de pedir su interpretación a sus propios pensamientos, sino que la buscaban en sus escritos y en la autoridad de los antiguos, que, a su vez, según era evidente, recibieron de la sucesión apostólica la regla de su interpretación... " 

San Gregorio Nacianceno y San Basilio.


Además, el episodio narrado en Números 16 acerca de la sedición protagonizada por Coré, Datán y Abirón, con el espantoso final que tuvieron, nos sirve para ilustrar a la perfección la increíble perversidad y osadía de estos miserables falsos profetas de las sectas y el falso clero tradicionalista – sedevacantista, quienes emulan a aquellos orgullosos israelitas en su satánico intento por crear un sacerdocio laico, completamente al margen de la autoridad instituida por Dios, que en aquella época eran Moisés y Aarón, y en nuestro tiempo es el Vicario de Cristo. Leamos los excelentes comentarios que se nos dan en la Biblia de Mons. Straubinger al hilo de este pasaje: “En este capítulo se nos presenta el primer intento conocido de crear un sacerdocio laico, independiente de la autoridad instituida por Dios. Moisés, que no era sacerdote, reconoció inmediatamente el alcance de este movimiento que en caso de imponerse hubiera socavado los fundamentos del régimen teocrático. Por eso no fue la mansedumbre (cf. 12, 3) la que le impulsó esta vez a interceder por los malhechores, sino que, movido por el santo celo, pidió a Dios que no aceptara la oblación de los malhechores (v. 15). Coré, primo hermano de Moisés y Aarón, parece haberse sublevado por pura ambición y envidia, porque, siendo de la misma familia, quería participar en los honores y privilegios de los sacerdotes. No reconocía la idea de un sacerdocio instituido por Dios, proclamaba la igualdad de sacerdotes y laicos, y negaba prácticamente la autoridad de Aarón como jefe espiritual del pueblo. Movimientos semejantes encontramos también en las épocas cristianas, desde los gnósticos hasta las sectas modernas, todas las cuales coinciden en negar lo que dice San Pablo en Hebreos 5, 4. “Nadie se toma este honor sino el que es llamado por Dios como lo fue Aarón”. Por eso San Agustín compara a Coré con los herejes que dividen el Cuerpo Místico de Cristo. Cf. 19, 6; I Corintios 12, 4 ss.; Éfeso 4, 11. Datan y Abirón tenían muy otros motivos para sublevarse. A ellos no les importaba tanto la autoridad espiritual. Eran rubenitas, hijos del primogénito de Jacob y por eso creían tener derecho a ejercer cierta autoridad sobre las otras tribus. No podían comprender que Dios hubiese entregado todo el poder en manos de Moisés y Aarón, que eran de la tribu de Leví. Estos dos movimientos, el de los levitas que aspiraban a la dignidad sacerdotal, y el de los rubenitas que buscaban recuperar los derechos de la primogenitura, que habían perdido (cf. Génesis 49, 4 y nota), se unieron, y organizaron un motín que amenazaba destruir toda la obra que Moisés había hecho por orden de Dios”.


Como vemos, la desobediencia y la rebeldía contra Dios y contra Sus Pontífices están en el origen de todo mal y pecado. Por tanto, no es de extrañar que haya paralelismos clarísimos entre lo que en este pasaje se dice y lo que nos advierte el Señor en el libro del Apocalipsis, con las mismas e idénticas palabras, cuando Yahvé les advierte a los israelitas que se aparten de las tiendas de esos hombres impíos [Coré, Datán y Abirán] para no ser solidarios de sus pecados. Y paralelamente tenemos en Apocalipsis 18, 4 la siguiente advertencia: “Salid de ella pueblo mío, para no ser solidarios de sus pecados y no participar en sus plagas”. Es evidente que tanto en Números como en Apocalipsis se nos dice de huir de la compañía de esos malhechores por la existencia de sacrilegios y profanaciones. De lo que se deduce que el castigo de Dios va a caer también sobre estos desgraciados herederos de Coré que son los falsos cristos de hoy, igual que lo hizo sobre Coré, Datán y Abirán por sacrílegos y profanadores, así como cayó sobre el rey Saúl, también sacrílego y profanador, como hemos visto antes. Volveremos a citar este episodio más adelante, pues ejemplifica magistralmente el mismo pecado que cometen los usurpadores y simuladores de nuestros días.

Continuará...




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