Meditación espiritual sobre la Parábola de los obreros de la viña (Mateo 20, 1-16)

 




“Porque el reino de los cielos es semejante a un padre de familia, que salió muy de mañana a contratar obreros para su viña. Habiendo convenido con los obreros en un denario por día, los envió a su viña. Salió luego hacia la hora tercera, vio a otros que estaban de pie, en la plaza, sin hacer nada. Y les dijo: «Id vosotros también a mi viña, y os daré lo que sea justo». Y ellos fueron. Saliendo otra vez a la sexta y a la novena hora, hizo lo mismo. Saliendo todavía a eso de la hora undécima, encontró otros que estaban allí, y les dijo: «¿Por qué estáis allí todo el día sin hacer nada?» Le dijeron: «Porque nadie nos ha contratado». Les dijo: «Id vosotros también a la viña». Llegada la tarde, el dueño de la viña dijo a su mayordomo: «Llama a los obreros, y págales el jornal, comenzando por los últimos, hasta los primeros». Vinieron, pues, los de la hora undécima, y recibieron cada uno un denario. Cuando llegaron los primeros, pensaron que recibirían más, pero ellos también recibieron cada uno un denario. Y al tomarlo, murmuraban contra el dueño de casa, y decían: «Estos últimos no han trabajado más que una hora, y los tratas como a nosotros, que hemos soportado el peso del día y el calor». Pero él respondió a uno de ellos: «Amigo, yo no te hago injuria. ¿No conviniste conmigo en un denario? Toma, pues, lo que te toca, y vete. Más, yo quiero dar a este último tanto como a ti. ¿No me es permitido, con lo que es mío, hacer lo que me place? ¿O has de ser tú envidioso, porque yo soy bueno?» Así los últimos serán primeros, y los primeros, últimos. Porque muchos son llamados, más pocos escogidos.” (Mateo 20, 1-16)


                                                
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Meditación espiritual de Un discípulo amado de N.S.J.C.

Esta parábola es muy hermosa y profunda. En ella N.S.J.C. nos revela la vocación de los pueblos gentiles, simbolizados por los trabajadores de la hora undécima, esto es, los últimos convertidos por la gracia de Dios, una vez que el pueblo escogido de Israel rechazó y crucificó al Mesías. Los judíos estaban destinados a ocupar los primeros puestos en el reino de los cielos, pero su soberbia y envidia satánicas frustraron el designio divino de salvación que recaía sobre ellos, pasando de ser escogidos a reprobados, ya que por su obstinada incredulidad dieron muerte al Hijo de Dios, y se convirtieron en los más encarnizados perseguidores de la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana.



Pero también podemos aplicar esta parábola a quienes fueron llamados por Dios a dar fruto para la vida eterna a una edad temprana, pero que después vieron con malos ojos que el Señor tratara de la misma manera a aquellos llamados en la última hora. En otras palabras, a esos cristianos de cierta edad, condición social o pretendido conocimiento espiritual que suelen menospreciar a los que fueron atraídos por la gracia divina más recientemente.



Es interesante fijar la atención en esta severa admonición del dueño de la viña, el Señor, contra las murmuraciones proferidas por los que habían sido llamados primeramente por la gracia divina a santificarse y santificar al mundo: ¿No conviniste conmigo en un denario? Toma, pues, lo que te toca, y vete. Más, yo quiero dar a este último tanto como a ti. ¿No me es permitido, con lo que es mío, hacer lo que me place? ¿O has de ser tú envidioso, porque yo soy bueno?»


Hay mucho que considerar aquí, pues se nos está diciendo claramente que estos primeros obreros de la viña suelen ser engreídos y celosos del progreso espiritual del prójimo, al cual tienden a menospreciar y desacreditar, pues se imaginan hinchados de soberbia y vanagloria que ellos van a recibir un mayor grado de gloria por el simple hecho de haber sido llamados antes por el Espíritu Santo Paráclito a comprender los misterios sagrados ocultos en la Palabra de Dios, cuando esto no es así en absoluto, ya que sólo el Padre Eterno sabe quién estará más cerca de la Trinidad Beatísima y quién ocupará un lugar más distinguido en la Jerusalén celestial.



Estos misterios de la predestinación no deberían hacernos perder el sueño ni llenarnos de inquietud, pues únicamente los hipócritas y los resentidos se preocupan por tales bajezas indignas de los hijos e hijas adoptivos de Dios y María Santísima. Nosotros, en cambio, deberíamos estar siempre alegres y agradecidos de que se nos haya permitido comprender los tesoros de la Sagrada Escritura, porque ello es prueba evidente de que somos pequeños e insignificantes para el mundo, mas benditos y escogidos de Dios Uno y Trino.




Por tanto, que aquél esté muy inspirado o que éste sea un modelo de virtud no debería hacernos sentir tristeza o envidia, sino santa alegría y admiración ante las gracias y dones del Paráclito, pues ello demuestra que Dios sigue obrando entre nosotros, pobres hijos de Adán por el pecado original, pero hermanos de Cristo Jesús e hijos adoptivos del Padre por la misericordia y la gracia que ha sido derramada en nuestros corazones.




Es propio de los fariseos y los falsos profetas el hacer comparaciones injustas y desproporcionadas entre los llamados y escogidos por Dios, pues en realidad están llenos de envidia y desconfianza hacia el Señor, de ahí que les moleste que algunos hermanos hayan sido bendecidos e iluminados con mayores dones y gracias. En su afán por entender y explicarse la extraordinaria medida de bondad que Dios usa con unos y con otros, llegan hasta a cometer el grosero error de creer que todos los cristianos deben ser exactamente iguales, con las mismas gracias y las mismas luces espirituales, y que nadie tiene derecho a erigirse en maestro de los demás, lo cual es manifiestamente falso e injurioso, pues ese rigorismo farisaico es típico de las sectas heréticas jansenistas y calvinistas, cuyos infelices miembros viven permanentemente instalados en una mediocridad y tibieza espirituales espantosas, lo cual les lleva a la desesperanza más funesta, que suele acabar en una lamentable apostasía.




Por tanto, huyamos de esos peligrosos falsos profetas llenos de resentimiento y amargura, pues esos hipócritas son aquéllos que apagan el espíritu vivificante con la letra mal entendida y peor aplicada. Busquemos más bien la compañía de esas pocas almas escogidas que rebosan de amor a Dios y arden en el santo celo por la Verdad, pues no todos los que han sido llamados por el Paráclito Consolador recibirán el premio de la vida eterna, sino sólo los que hubieren corrido la carrera y peleado el buen combate hasta el final, hasta el último aliento.




Y no alberguemos JAMÁS el miserable pecado de la envidia, la cual es propia del Diablo y sus desgraciados esclavos, sino seamos AGRADECIDOS y HUMILDES, pues todo cuanto somos es de Dios y a Dios ha de volver, de modo que pongamos a trabajar esos talentos sobrenaturales para que den fruto dichoso para la vida eterna.

Un discípulo amado de N.S.J.C.





2 comentarios:

  1. Gracias hermano por esta meditación, sobre la hermosa parábola de los obreros de la viña, tan actual en estos aciagos y profetizados últimos tiempos que ya estamos viviendo, tiempos en los que muchos, que no gustan de las consolaciones espirituales, intentan apagar el Espíritu, infundiendo en otros la desesperanza y, en definitiva, haciéndoles creer que ya no somos asistidos por la gracia. Como en aquella otra parábola de las vírgenes..., dejan su lámpara imprudentemente a oscuras, pero lo peor es que se esfuerzan en apagar las de otros. En definitiva, se esfuerzan en poner desesperanza donde nuestro Señor Jesús puso esperanza, y oscuridad donde el Señor puso luz, despreciando al Espíritu consolador, por lo cual están "solos", y su vida espiritual está marchita y muerta. ¡Dios Uno y Trino y la Madre María Santísima le sigan bendiciendo abundantemente, hermano!

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