+PRO DEO ET PONTIFICE+: Muerte del falso profeta Roncalli-Juan 23 y advenimiento del Anticristo Montini-Pablo 6. Breve semblanza del pérfido hijo de perdición. (1ª parte)

Muerte del falso profeta Roncalli-Juan 23 y advenimiento del Anticristo Montini-Pablo 6. Breve semblanza del pérfido hijo de perdición. (1ª parte)

8. Muerte del falso profeta Roncalli-Juan 23 y advenimiento del Anticristo Montini-Pablo 6. Breve semblanza del pérfido hijo de perdición. (1ª parte)

*Nota: Para la elaboración de este revelador capítulo, hemos recurrido a las obras ya citadas de Piers Compton, Roberto de Mattei y Randy Engel. Como de costumbre, las notas, comillas y subrayados son míos.

Entre el final de la primera sesión del Concilio, el 1 de diciembre de 1962, y la apertura de la segunda sesión, el 29 de septiembre del año siguiente, el “papa” Juan, después de una prolongada enfermedad, exhaló su último suspiro en la tarde del lunes 3 de junio de 1963; y toda forma de publicidad, que durante las últimas semanas había transmitido un relato minuto a minuto de su lecho de muerte en Roma, volvió a entrar en acción para ensalzar a un hombre que había servido fielmente al propósito para el cual se le había dado la ocupación de la Cátedra de Pedro, y puso en marcha una serie de acontecimientos que estaban dirigidos a cumplir, a expensas de la Iglesia, gran parte de los objetivos determinados por las sociedades secretas a lo largo de los siglos.

Un miembro destacado de la conspiración que había aupado a Juan 23 hasta lo más alto, el ex doctor en Derecho Canónico y sacerdote apóstata Roca, ya había profetizado secamente en el siglo XIX: «El viejo Papa, habiendo roto el silencio e iniciado la tradición de la gran controversia religiosa, va a la tumba»; mientras que un homenaje revelador, que debería abrir los ojos a cualquiera que todavía se ofenda por la mención de un complot, fue escrito por Charles Riandey, un soberano Gran Maestre de las sociedades secretas, en su prefacio a un libro de Yves Marsaudon, Ministro de Estado del Consejo Supremo de las sociedades secretas francesas: «A la memoria de Angelo Roncalli, sacerdote, arzobispo de Messamaris, Nuncio Apostólico en París, Cardenal de la Iglesia Romana, Patriarca de Venecia, Papa bajo el nombre de Juan XXIII, que se ha dignado darnos su bendición, su comprensión y su protección». (¡!)

Un segundo prólogo del libro estaba dirigido a “su augusto continuador, Su Santidad el Papa Pablo VI”.

Nunca antes se había cubierto tan extensamente la muerte de un Papa, en la persona de Juan 23. Los periodistas más duros lloraron ante la noticia. Los dedos de los columnistas, endurecidos por el sensacionalismo, tecleaban a tientas las máquinas de escribir. Sólo unos pocos, que sabían lo que había sucedido en la habitación oscura de Estambul [*Nota: se cree que fue en la capital de Turquía donde Roncalli fue iniciado en la francmasonería], permanecieron con la cabeza erguida y la mente libre de propaganda, pensando que Angelo Roncalli había, en efecto, como solían decir los piadosos, “ido a recibir su recompensa”.

La cuestión de su sucesor nunca estuvo seriamente en duda. La convocatoria de un cónclave era poco más que una formalidad. Las mismas voces que habían elogiado al rosacruz Juan 23 clamaban ahora por Montini, el Montini de Milán. Los anglicanos, que no tenían tiempo para un Papa de cualquier o ninguna tendencia, coincidieron en que Montini era el hombre indicado. (¡!)

De hecho, Montini había sido preparado y formado para el cargo por el “Papa” Juan, quien le nombró su primer “cardenal”. Por si fuera poco, Montini había sido el único cardenal no residente a quien Juan invitó a vivir en el Vaticano, donde intercambiaron conversaciones íntimas y no oficiales sobre los resultados que ambos esperaban del Concilio; y el “Papa” Juan llenó el Colegio de Cardenales para asegurarse de que Montini, como su sucesor, continuara promulgando los decretos heréticos que ambos favorecían. (¡!)

Las protestas más enérgicas contra la elección de Montini fueron las de Joaquín Sáenz Arriaga, doctor en Filosofía y Derecho Canónico, quien percibió el peligro en el hecho de que gran parte del apoyo a Montini provenía de comentaristas seculares que no estaban preocupados por el bienestar, sino por la caída de la Iglesia. (¡!) Se dijo que algunas de sus credenciales y calificaciones habían sido exageradas o falsas. (¡!)

¿Qué había de cierto en estos rumores y sospechas que rodeaban a la oscura y enigmática figura de Montini? Pronto lo vamos a descubrir.

Giovanni Battista Montini era uno de esos socialistas que, aunque nacieron en circunstancias nada humildes, se enfadan rápidamente con el más mínimo signo de privilegio ajeno. Nació el 26 de septiembre de 1897 en el norte de Italia, en el seno de una familia acomodada (de probable origen hebreo) que, más de un siglo antes, había sido aceptada en los anales de la nobleza romana.

Su padre, Giorgio Montini, un destacado demócrata cristiano, pertenecía con toda probabilidad a una sociedad secreta, lo que explicaría en parte el posterior compromiso de su hijo. El joven Giovanni, que mostró desde muy temprano su deseo de entrar en la Iglesia, tenía una constitución tan delicada que se le permitió estudiar en casa en lugar de en un seminario, lo que le dejó libertad para desarrollar tendencias sociales y políticas que no eran las de un servidor de la Iglesia normalmente formado y disciplinado. (!)

Según su biógrafo Peter Hebblethwaite, el joven Montini no era particularmente religioso: la política y el piano eran sus pasiones. (!) Aparte de decir Misa y realizar varios ritos sacramentales, el joven sacerdote parecía tener en poca estima la vida espiritual. (!) Montini también mostraba una aversión por las devociones marianas, en particular el Rosario. (¡!) Decía que prefería un enfoque más centrado en Cristo que la Mariología. (¡!)

El 18 de noviembre de 1921, el padre Montini entró en la Accademia dei Nobili Ecclesiastici para estudiar diplomacia. Su entrada en la Academia fue facilitada por el aliado del masón cardenal Rampolla durante mucho tiempo, el cardenal Pietro Gasparri, ahora Secretario de Estado. Excelente político-sacerdote, pero mal estudiante, Montini pasó rápidamente por sus cursos diplomáticos, pero apenas logró obtener su licenciatura en derecho canónico en la Gregoriana.

En 1923, S.S. el Papa Pío XI envió al joven diplomático a Varsovia como agregado de la Nunciatura Papal, pero la delicada salud de Monseñor Montini no soportó los duros inviernos polacos y regresó a Roma, donde fue destinado a la Secretaría de Estado dirigida por el cardenal Gasparri.

El superior inmediato del padre Montini en la Secretaría no era otro que Mons. Francesco Borgongini-Duca, que pronto sería nombrado arzobispo. Mons. Borgongini-Duca fue el primer Nuncio del Vaticano en Italia después de la firma de los Tratados de Letrán. Borgongini-Duca fue el patrono del joven padre Francis Spellman y un estrecho colaborador de Angelo Roncalli. A partir de entonces tomó al joven Montini bajo su protección y se convirtió en el patrono y protector del joven clérigo.

Además de su trabajo en la Curia, el Papa Pío XI asignó al padre Montini a la capellanía de la Federación de Estudiantes Universitarios Católicos Italianos (FUCI), donde el joven sacerdote pudo desahogar su ira antifascista. A través de la FUCI, Montini desarrolló una duradera amistad personal con Aldo Moro, uno de los fundadores de una anomalía política de posguerra conocida como el Partido Demócrata Cristiano (PDC), al que Montini y toda su familia se comprometieron religiosamente.

Cuando asumió su primer cargo regular como capellán universitario en Roma, ya era un hombre consagrado de la izquierda, pero eso no impidió su firme e indudable capacidad para ascender en un ambiente conservador, y llegó a ser secretario de Estado interino del Vaticano bajo el gobierno de S.S. Pío XII.

Continuará...

Muerte del falso profeta Roncalli-Juan 23 y advenimiento del Anticristo Montini-Pablo 6. Breve semblanza del pérfido hijo de perdición. (1ª parte)

No hay comentarios:

Publicar un comentario