Seguimos con el análisis del fraudulento discurso de apertura del Vaticano 2 proferido por Roncalli y escrito en realidad por el maquiavélico Montini.
2º ERROR: LA CONTAMINACION DE LA DOCTRINA CATOLICA CON EL “PENSAMIENTO MODERNO”, INTRINSECAMENTE ANTICATOLICO.
La otra conocidísima y gravísima afirmación de Juan 23, repetida por él a los cardenales el 13 de enero de 1963, en el discurso del día de su cumpleaños, se relaciona con la renuncia pregonada a herir el error, con dicha abdicación inaudita: «el espíritu cristiano, católico y apostólico de todos espera que se dé un paso adelante hacia una penetración doctrinal y una formación de las conciencias que esté en correspondencia más perfecta con la fidelidad a la auténtica doctrina, estudiando ésta y poniéndola en conformidad con los métodos de la investigación y con la expresión literaria que exigen los métodos actuales. Una cosa es la sustancia del depositum fidei, es decir, de las verdades que contiene nuestra venerada doctrina, y otra la manera como se expresa; y de ello ha de tenerse gran cuenta, con paciencia, si fuese necesario, ateniéndose a las normas y exigencias de un magisterio de carácter prevalentemente pastoral».
El principio, otrora formulado por los liberales y los modernistas, según el cual la doctrina antigua debía revestirse de una forma nueva sacada del “pensamiento moderno”, había sido ya condenado expresamente por S.S. San Pío X (Pascendi 1907, § II, c; decreto Lamentabili, nn. 63 y 64: Denzinger 2064-5/ 3464-5) y por S.S. Pío XII (Humani Generis, AAS 1950, 565-566). De ahí que Roncalli estaba en realidad proponiendo una doctrina ya condenada formalmente como herética por los Vicarios de Cristo (!), en cuanto característica de la herejía modernista.
En efecto, no es posible aplicar a la Doctrina Católica las categorías del “pensamiento moderno”, el cual niega a priori, en todas sus formas, la existencia de una verdad absoluta, y para el cual todo es relativo al Hombre, único valor absoluto que reconoce, al que diviniza en todas sus manifestaciones (desde el instinto a la “conciencia de sí”); se trata, pues, de un pensamiento intrínsecamente opuesto a todas las verdades fundamentales del cristianismo, comenzando por la idea de un Dios creador, de un Dios viviente, que se reveló y encarnó, y terminando por el modo de entender la ética y la política. Al proponer tamaña contaminación, Juan 23 se revelaba fiel discípulo del “método” de la Nouvelle Théologie neomodernista, condenada antaño por el Magisterio. Si al “concilio” le hubiese preocupado de veras la satisfacción de las necesidades de los tiempos, referidas a la misión salvífica de la Iglesia Católica, habría debido investigar a fondo las condenas del pensamiento moderno que los Papas habían formulado en el pasado (desde S.S. Pío IX a S.S. Pío XII), en lugar de encarecer que la doctrina “auténtica” y “antigua” se “estudiara y expresara” en función del dicho pensamiento moderno. Pero queda meridianamente claro que ésa no era la preocupación ni la intención de Roncalli, y mucho menos la de Montini…
3er ERROR: EL FIN DE LA IGLESIA ES LA “UNIDAD DEL GÉNERO HUMANO”
El tercer error estriba en la erección de la unidad del género humano en fin propio de la Iglesia: «Venerables hermanos: esto es lo que se propone el concilio ecuménico Vaticano II, el cual, mientras agrupa las mejores energías de la Iglesia y se esfuerza en hacer que los hombres acojan con mayor solicitud el anuncio de la salvación, prepara y consolida ese camino hacia la unidad del género humano, que constituye el fundamento necesario para que la ciudad terrenal se organice a semejanza de la ciudad celeste, en la que, según san Agustín, reina la verdad, dicta la ley de la caridad y cuyas fronteras son la eternidad (cf. S. Agustín, Epist. 138, 3)».
A la “unidad del género humano” se la considera aquí el fundamento necesario (párese mientes en el adjetivo “necesario”) para que la “ciudad terrestre” se asemeje cada vez más a la “celeste”; pero lo cierto es que nunca se había enseñado en el pasado que la expansión de la Iglesia en este mundo necesitara de dicho fundamento, tanto más cuanto que la consecución de la unidad del género humano –unidad afirmada simpliciter por Roncalli– es una idea-guía de la filosofía de la historia elaborada por el pensamiento laicista a partir del siglo XVIII, una componente esencial de la religión de la Humanidad, no de la religión Católica.
El error consiste aquí en mezclar la visión católica con una idea ajena a ella tomada del pensamiento laicista, que la niega y contradice ex sese, puesto que el pensamiento en cuestión no aspira ciertamente a extender el reino de Dios (es decir, la parte de éste visible en la tierra o Iglesia militante), sino que anhela suplantar a la propia Iglesia por la Humanidad, convencido como está de la dignidad del hombre en cuanto hombre (porque no cree en el dogma del pecado original) y de sus presuntos “derechos”.
Así que los efectos deletéreos de la negativa a condenar los errores del siglo se hicieron sentir también, como por una especie de némesis, en el discurso que la propuso, visto que éste contiene con certeza uno de los errores del siglo por lo menos en compañía de otros dos, más propiamente teológicos.
Más adelante en este dossier volveremos sobre este discurso de apertura de Juan 23, señalando las 8 herejías que contiene.
CONTINUARÁ...
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (1)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (2)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (3)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (4)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (5)
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LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (7)
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