Enemistad, hostilidad y antipatía
absolutas entre el mundo y Dios.
“Si me amáis, conservaréis mis
mandamientos. Y Yo rogaré al Padre, y Él os dará otro Intercesor, que quede
siempre con vosotros, el Espíritu de verdad, que el mundo no puede recibir,
porque no lo ve ni lo conoce; mas vosotros lo conocéis, porque Él mora con vosotros y estará en
vosotros. No os dejaré huérfanos; volveré a
vosotros. Todavía un poco, y el mundo no me verá más, pero vosotros me
volveréis a ver, porque Yo vivo, y vosotros viviréis. En aquel día conoceréis
que Yo soy en mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros. El que tiene mis
mandamientos y los conserva, ése es el que me ama; y quien me ama, será amado
de mi Padre, y Yo también lo amaré, y me manifestaré a él.” (Juan 14,
15-21).
[* 15.
El que ama se preocupa de cumplir los mandamientos, y para eso cuida ante todo
de conservarlos en su corazón. Véase v. 23 s.; Salmo 118, 11 y nota.
* 16. El otro Intercesor es el Espíritu Santo,
que nos ilumina y consuela y fortalece con virtud divina. El mundo es regido por su
príncipe (v. 30). y por eso no podrá nunca entender al Espíritu Santo (I
Corintios 2, 14), ni recibir sus gracias e ilustraciones. Los apóstoles
experimentaron la fortaleza y la luz del divino Paráclito pocos días después de
la Ascensión del Señor, en el día de Pentecostés (Hechos 2) y recibieron
carismas visibles, de los cuales se habla en los Hechos de los Apóstoles.
* 17
ss. Mora con vosotros: Casi siempre vivimos en un estado de fe imperfecta, como
diciéndonos: si yo lo tuviera delante al Padre celestial o a Jesús, le diría
tal y tal cosa. Olvidamos que el Padre y el Hijo no son como los hombres
ausentes que hay que ir a buscar, sino que están en nuestro interior
(versículos 20 y 23), lo mismo que el Espíritu (v. 26; 16, 13; Lucas 11, 13).
Nada consuela tanto como el cultivo suavísimo de esta presencia de Dios permanente
en nosotros, que nos está mirando, sin cansarse, con ojos de amor como los
padres contemplan a su hijo en la cuna (Salmo 138, 1; Santiago 7, 10 y notas).
Y nada santifica tanto como el conocimiento vivo de esta verdad que “nos
corrobora por el Espíritu en el hombre interior” (Efesios 3, 16) como templos
vivos de Dios (Efesios 2, 21 s.). Estará en vosotros: Entendamos bien esto: “El
Espíritu Santo estará en nosotros como un viento que sopla permanentemente para
mantener levantada una hoja seca, que sin Él cae. De modo que a un tiempo somos
y no somos. En cuanto ese viento va realizando eso en nosotros, somos
agradables a Dios, sin dejar empero de ser por nosotros mismos lo que somos, es
decir, «siervos inútiles» (Lucas 17, 10). Si no fuese así, caeríamos fatalmente
(a causa de la corrupción que heredamos de Adán) en continuos actos de soberbia
y presunción, que no sólo quitaría todo valor a nuestras acciones delante de
Dios, sino que sería ante Él una blasfemia contra la fe, es decir, una
rivalidad que pretendería sustituir la Gracia por esa ilusoria suficiencia
propia que sólo busca quitar a Dios la gloria de ser el que nos salva.”
* 20.
En aquel día: Véase 16, 16 y nota. Vosotros estáis en Mí, etc. “En vano soñarán
los poetas una plenitud de amor y de unión entre el Creador y la creatura, ni
una felicidad para nosotros como ésta que nos asegura nuestra fe y que desde
ahora poseemos «en esperanza». Es un misterio propio de la naturaleza divina
que desafía y supera todas las audacias de la imaginación, y que sería
increíble si Él no lo revelase. ¿Qué atractivos puede hallar Él en nosotros? ¡Y
sin embargo, al remediar el pecado de Adán, en vez de rechazarnos de su
intimidad (mirabilius reformasti) buscó un pretexto para unirnos del todo a Él,
como sí no pudiese vivir sin nosotros!” Véase 17, 26 y nota.
* 21. Es decir: el que obedece eficazmente al Padre muestra que tiene amor, pues si no lo amase no tendría fuerza para obedecerlo, como vemos, en el v. 23. No tiene amor porque obra, sino que obra porque tiene amor. Cf. Lucas 7, 47 y nota.]
Continuará...
No hay comentarios:
Publicar un comentario