MANUAL DE SUPERVIVENCIA DURANTE LA GRAN TRIBULACIÓN Y LA OPERACIÓN DEL ERROR. (LXV)

 

“Judas —no el Iscariote— le dijo: “Señor, ¿cómo es eso: que te has de manifestar a nosotros y no al mundo?” Jesús le respondió y dijo: “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y en él haremos morada. El que no me ama no guardará mis palabras; y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.

Os he dicho estas cosas durante mi permanencia con vosotros. Pero el intercesor, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, Él os lo enseñará todo, y os recordará todo lo que Yo os he dicho. Os dejo la paz, os doy la paz mía; no os doy Yo como da el mundo. No se turbe vuestro corazón, ni se amedrente. Acabáis de oírme decir: «Me voy y volveré a vosotros.» Si me amaseis, os alegraríais de que voy al Padre, porque el Padre es más grande que Yo. Os lo he dicho antes que acontezca, para que cuando esto se verifique, creáis. Ya no hablaré mucho con vosotros, porque viene el príncipe del mundo. No es que tenga derecho contra Mí, pero es para que el mundo conozca que Yo amo al Padre, y que obro según el mandato que me dio el Padre. Levantaos, vamos de aquí”. (Juan 14, 22-31).


[* 23. El amor es el motor indispensable de la vida sobrenatural: todo aquel que ama, vive según el Evangelio; el que no ama no puede cumplir los preceptos de Cristo, ni siquiera conoce a Dios, puesto que Dios es amor (I Juan 4, 8). “Del amor a Dios brota de por sí la obediencia a su divina voluntad (Mateo 7, 21; 12, 50; Marcos 3, 33; Lucas 8, 21), la confianza en su providencia (Mateo 6, 25-34; 10, 29-33; Lucas 12, 4-12 y 22-34; 18, 1-8), la oración devota (Mateo 6, 7-8; 7, 7-12; Marcos 11, 24; Lucas 11, 1-13; Juan 16, 23-24), y el respeto a la casa de Dios (Mateo 21, 12-17; Juan 2, 16)” (Lesétre).

* 24. Dios nos revela a este respecto su intimidad diciendo: “Como una mujer que desprecia al que la ama, así me ha despreciado Israel” (Jeremías 3, 20). Esto nos hace comprender que querer suplir con obras materiales la falta de amor, sería como si una mujer que rechaza el amor de un príncipe pretendiera consolarlo ofreciéndole dinero. O como si un hijo que se apartó del hogar creyese que satisface a su padre con mandarle regalos. Véase la clara doctrina de San Pablo en I Corintios 13, 1 ss.

* 26. Jesús hace aquí quizá la más estupenda de sus revelaciones y de sus promesas. El mismo Espíritu divino, que Él nos conquistó con sus méritos infinitos, se hará el inspirador de nuestra alma y el motor de nuestros actos, habitando en nosotros (v. 16 s.). Tal es el sentido de las palabras “os lo enseñará todo”, es decir, no todas las cosas que pueden saberse, sino todo lo vuestro, como maestro permanente de vuestra vida en todo instante. San Pablo confirma esto en Romanos 8, 14 llamando hijos de Dios a “los que son movidos por el Espíritu de Dios”. Si bien miramos, todo el fruto de la Pasión de Cristo consiste en habernos conseguido esa maravilla de que el Espíritu de Dios, que es todo luz y amor y gozo, entre en nosotros, confortándonos, consolándonos, inspirándonos en todo momento y llevándonos al amor de Jesús (6, 44 y nota) para que Jesús nos lleve al Padre (versículos 6 ss.) y así el Padre sea glorificado en el Hijo (v. 13). Tal es el plan del Padre en favor nuestro (6, 40 y nota), de tal modo que la glorificación de ambos sea también la nuestra, como se ve expresamente en 17, 2. Para entrar en nosotros ese nuevo rector que es el Espíritu Santo, sólo espera que el anterior le ceda su puesto. Eso quiere decir simplemente el “renunciarse a sí mismo”. Os recordará, etc.: es decir, traerá a la memoria en cada momento oportuno (Mateo 10, 19; Marcos 13, 11) las enseñanzas de Jesús a los que se hayan preocupado de aprenderlas. Véase 16, 13; Lucas 11, 13 y notas.

* 28. El Padre es más grande que Yo significa que el Padre es el origen y el Hijo la derivación. Como dice San Hilario, el Padre no es mayor que el Hijo en poder, eternidad o grandeza, sino en razón de que es principio del Hijo, a quien da la vida. Porque el Padre nada recibe de otro alguno, mas el Hijo recibe su naturaleza del Padre por eterna generación, sin que ello implique imperfección en el Hijo. De ahí la inmensa gratitud de Jesús y su constante obediencia y adoración del Padre. Un buen hijo, aunque sea adulto y tan poderoso como su padre, siempre lo mirará como a superior. Tal fue la constante característica de Jesús (4, 34; 6, 38; 12, 49 s.; 17, 2S, etc.), también cuando, como Verbo eterno, era la Palabra creadora y Sabiduría del Padre (1, 2; Proverbios 8, 22 ss.; Sabiduría 7, 26; 8, 3; Eclesiástico 24, 12 ss., etc.). Véase 5, 48 y nota; Mateo 24, 36; Maro 13, 32; Hechos 1, 7; I Corintios 15, 28 y notas. El Hijo como hombre es menor que el Padre.

* 30. El príncipe del mundo: Satanás. Tremenda revelación que, explicándose por el triunfo originario de la serpiente sobre el hombre (cf. Sabiduría 2, 24 y nota), explica a su vez las condenaciones implacables que a cada paso formula el Señor sobre todo lo mundano, que en cualquier tiempo aparece tan honorable como aparecían los que condenaron a Jesús. Cf. v. 16; 7, 7; 12; 31; 15, 18 ss.; 16, 11; 17, 9 y 14; Lucas 16, 15; Romanos 12, 2; Gal, 1, 4; 6, 14; I Timoteo 6, 13; Santiago 1, 27; 4, 4; I Pedro 5, 8; I Juan 2, 15 y notas.

* 31. No es por cierto a Jesús a quien tiene nada que reclamar el “acusador” (Apocalipsis 12, 10 y nota). Pero el Padre le encomendó las “ovejas perdidas de Israel” (Mateo 10, 5 y nota), y cuando vino a lo suyo, “los suyos no lo recibieron” (1, 11), despreciando el mensaje de arrepentimiento y perdón (Marcos 1, 15) que traía “para confirmar las promesas de los patriarcas” (Romanos 15, 8). Entonces, como anunciaban misteriosamente las profecías desde Moisés (cf. Hechos 3, 22 y nota), el Buen Pastor se entregó como un cordero (10, 11), libremente (10, 17 s.), dando cuanto tenía, hasta la última gota de su Sangre, aparentemente vencido por Satanás para despojarlo de su escritura contra nosotros clavándola en la Cruz (Colosenses 2, 14 s.), y realizar, a costa Suya, el anhelo salvador del Padre (6, 38; Mateo 26, 42 y notas) y “no sólo por la nación sino también para congregar en uno a todos los hijos de Dios dispersos” (11. 52). viniendo a ser por su Sangre causa de eterna salud para judíos y gentiles, como enseña San Pablo (Hechos 5, 9 s.).]

Continuará...




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