“Judas —no el Iscariote— le dijo:
“Señor, ¿cómo es eso: que te has de manifestar a nosotros
y no al mundo?” Jesús le respondió y dijo: “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos
a él, y en él haremos morada. El que no me ama no guardará mis palabras; y la
palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
Os he dicho estas cosas durante mi
permanencia con vosotros. Pero el intercesor, el Espíritu Santo, que el Padre
enviará en mi nombre, Él os lo enseñará todo, y os recordará todo lo que Yo os
he dicho. Os dejo la paz, os doy la paz mía; no os doy Yo como da el mundo.
No se turbe vuestro corazón,
ni se amedrente. Acabáis de oírme decir: «Me voy y volveré a
vosotros.» Si me amaseis, os alegraríais de que voy al Padre, porque el Padre
es más grande que Yo. Os lo he dicho antes que acontezca, para que cuando esto
se verifique, creáis. Ya no hablaré
mucho con vosotros, porque
viene el príncipe del mundo. No es que tenga derecho contra Mí, pero
es para que el mundo conozca que Yo amo al Padre, y que obro según el mandato
que me dio el Padre. Levantaos, vamos de aquí”. (Juan 14, 22-31).
[* 23. El amor es el motor indispensable de
la vida sobrenatural: todo aquel que
ama, vive según el Evangelio; el que no ama no puede cumplir los preceptos de
Cristo, ni siquiera conoce a Dios, puesto que Dios es amor (I Juan 4, 8). “Del
amor a Dios brota de por sí la obediencia a su divina voluntad (Mateo 7,
21; 12, 50; Marcos 3, 33; Lucas 8, 21), la confianza en su providencia (Mateo
6, 25-34; 10, 29-33; Lucas 12, 4-12 y 22-34; 18, 1-8), la oración devota (Mateo
6, 7-8; 7, 7-12; Marcos 11, 24; Lucas 11, 1-13; Juan 16, 23-24), y el respeto a
la casa de Dios (Mateo 21, 12-17; Juan 2, 16)” (Lesétre).
* 24.
Dios nos revela a este respecto su intimidad diciendo: “Como una mujer que
desprecia al que la ama, así me ha despreciado Israel” (Jeremías 3, 20). Esto
nos hace comprender que querer suplir con obras materiales la falta de amor,
sería como si una mujer que rechaza el amor de un príncipe pretendiera
consolarlo ofreciéndole dinero. O como si un hijo que se apartó del hogar
creyese que satisface a su padre con mandarle regalos. Véase la clara doctrina
de San Pablo en I Corintios 13, 1 ss.
* 26.
Jesús hace aquí quizá la más estupenda de sus revelaciones y de sus promesas.
El mismo Espíritu divino, que Él nos conquistó con sus méritos infinitos, se
hará el inspirador de nuestra alma y el motor de nuestros actos, habitando en
nosotros (v. 16 s.). Tal es el sentido de las palabras “os lo enseñará todo”,
es decir, no todas las cosas que pueden saberse, sino todo lo vuestro, como
maestro permanente de vuestra vida en todo instante. San Pablo confirma esto en
Romanos 8, 14 llamando hijos de Dios a “los que son movidos por el Espíritu de
Dios”. Si bien miramos, todo el fruto de la Pasión de Cristo consiste en
habernos conseguido esa maravilla de que el Espíritu de Dios, que es todo luz y
amor y gozo, entre en nosotros, confortándonos, consolándonos, inspirándonos en
todo momento y llevándonos al amor de Jesús (6, 44 y nota) para que Jesús nos
lleve al Padre (versículos 6 ss.) y así el Padre sea glorificado en el Hijo (v.
13). Tal es el plan del Padre en favor nuestro (6, 40 y nota), de tal modo que
la glorificación de ambos sea también la nuestra, como se ve expresamente en
17, 2. Para entrar en nosotros ese nuevo rector que es el Espíritu Santo, sólo
espera que el anterior le ceda su puesto. Eso quiere decir simplemente el
“renunciarse a sí mismo”. Os recordará, etc.: es decir, traerá a la memoria en
cada momento oportuno (Mateo 10, 19; Marcos 13, 11) las enseñanzas de Jesús a
los que se hayan preocupado de aprenderlas. Véase 16, 13; Lucas 11, 13 y notas.
* 28.
El Padre es más grande que Yo significa que el Padre es el origen y el Hijo la
derivación. Como dice San Hilario, el Padre no es mayor que el Hijo en poder,
eternidad o grandeza, sino en razón de que es principio del Hijo, a quien da la
vida. Porque el Padre nada recibe de otro alguno, mas el Hijo recibe su naturaleza
del Padre por eterna generación, sin que ello implique imperfección en el Hijo.
De ahí la inmensa gratitud de Jesús y su constante obediencia y adoración del
Padre. Un buen hijo, aunque sea adulto y tan poderoso como su padre, siempre lo
mirará como a superior. Tal fue la constante característica de Jesús (4, 34; 6,
38; 12, 49 s.; 17, 2S, etc.), también cuando, como Verbo eterno, era la Palabra
creadora y Sabiduría del Padre (1, 2; Proverbios 8, 22 ss.; Sabiduría 7, 26; 8,
3; Eclesiástico 24, 12 ss., etc.). Véase 5, 48 y nota; Mateo 24, 36; Maro 13,
32; Hechos 1, 7; I Corintios 15, 28 y notas. El Hijo como hombre es menor que
el Padre.
* 30. El príncipe del mundo: Satanás. Tremenda revelación que, explicándose
por el triunfo originario de la serpiente sobre el hombre (cf. Sabiduría 2, 24
y nota), explica a su vez las condenaciones implacables que a cada paso formula
el Señor sobre todo lo mundano, que en cualquier tiempo aparece tan honorable
como aparecían los que condenaron a Jesús. Cf. v. 16; 7, 7; 12; 31; 15, 18 ss.;
16, 11; 17, 9 y 14; Lucas 16, 15; Romanos 12, 2; Gal, 1, 4; 6, 14; I Timoteo 6,
13; Santiago 1, 27; 4, 4; I Pedro 5, 8; I Juan 2, 15 y notas.
* 31.
No es por cierto a Jesús a quien tiene nada que reclamar el “acusador”
(Apocalipsis 12, 10 y nota). Pero el Padre le encomendó las “ovejas perdidas de
Israel” (Mateo 10, 5 y nota), y cuando vino a lo suyo, “los suyos no lo
recibieron” (1, 11), despreciando el mensaje de arrepentimiento y perdón
(Marcos 1, 15) que traía “para confirmar las promesas de los patriarcas”
(Romanos 15, 8). Entonces, como anunciaban misteriosamente las profecías desde
Moisés (cf. Hechos 3, 22 y nota), el Buen Pastor se entregó como un cordero
(10, 11), libremente (10, 17 s.), dando cuanto tenía, hasta la última gota de
su Sangre, aparentemente vencido por Satanás para despojarlo de su escritura
contra nosotros clavándola en la Cruz (Colosenses 2, 14 s.), y realizar, a
costa Suya, el anhelo salvador del Padre (6, 38; Mateo 26, 42 y notas) y “no
sólo por la nación sino también para congregar en uno a todos los hijos de Dios
dispersos” (11. 52). viniendo a ser por su Sangre causa de eterna salud para
judíos y gentiles, como enseña San Pablo (Hechos 5, 9 s.).]
Continuará...
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