“El que viene de lo alto, está por encima de todos. Quien
viene de la tierra, es terrenal y habla de lo terrenal. Aquel que viene del
cielo está por encima de todos. Lo que ha visto y oído, eso testifica, ¡y nadie
admite su testimonio!
Pero el que acepta su testimonio ha reconocido auténticamente que Dios es
veraz. Aquel a quien Dios envió dice las
palabras de Dios; porque Él no da con medida el Espíritu. El Padre ama al
Hijo y le ha entregado pleno poder. *Quien
cree al Hijo tiene vida eterna; quien no quiere creer al
Hijo no verá la vida, sino que la cólera de Dios permanece sobre él”. (Juan 3,
31-36)
[* 36. Vemos aquí el gran pecado contra la fe, de que tanto habla Jesús. Cf. 16, 9 y nota.]
“* Jesús le respondió: “Mujer, créeme a Mí, porque viene la hora, en que ni sobre este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. *Vosotros, adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. *Pero la hora viene, y ya ha llegado, en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre desea que los que adoren sean tales. *Dios es espíritu, y los que lo adoran, deben adorarlo en espíritu y en verdad.”
(Juan 4, 21-24)
[* 23. En espíritu: es decir, “en lo más noble y lo más interior del hombre (Romanos 8, 5)” (Pirot). Cf. Mateo 22, 37. En verdad, y no con la apariencia, es decir, “con ázimos de sinceridad” (I Corintios 5, 8), y no como aquel pueblo que lo alababa con los labios mientras su corazón estaba lejos de Él (Mateo 15, 8), o como los que oraban para ser vistos en las sinagogas (Mateo 6, 5) o proclamaban sus buenas obras (Mateo 6, 2). Desde esta revelación de Jesucristo aprendemos a no anteponer lo que se ve a lo que no se ve (II Corintios 4, 18); a preferir lo interior a lo exterior, lo espiritual a lo material. De ahí que hoy no sea fácil conocer el verdadero grado de unión con Dios que tiene un alma, y que por eso no sepamos juzgarla (Lucas 6, 41 s. y nota). Porque las almas le agradan según su mayor o menor rectitud y simplicidad de corazón, o sea según su infancia espiritual (Mateo 18, 1 ss.). Cf. I Corintios 2, 15.]
[* 24. Para ponerse en contacto con Dios,
cuya naturaleza es espiritual, el hombre ha de poner en juego todo lo que tiene
de semejante a Él: toda su actividad espiritual, que se manifiesta en la fe, la
esperanza y la caridad (véase 3, 5 y nota; 6, 64). San Juan de la Cruz
aprovecha este pasaje para exhortarnos a que no miremos en que el lugar para orar
sea de tal o cual comodidad, sino al recogimiento interior, “en olvido de
objetos y jugos sensibles”. En efecto, si Dios es espíritu ¿qué pueden
importarle, en sí mismas, las cosas materiales? “¿Acaso he de comer Yo la carne
de los toros?”, dice Él, refiriéndose a las ofrendas que se le hacen (Salmo 49,
13 ss.). Lo que vale para Él es la intención, a tal punto
que, según Santa Gertrudis, Jesús le reveló que cada vez que deseamos de veras
hacer algo por darle gusto al Padre o a Él, aunque no podamos realizarlo, vale
tanto como si ya lo hubiéramos hecho; y eso lo entenderá cualquiera, pues el
que ama no busca regalos por interés, y lo que aprecia es el amor con que están
hechos.]
“*Gloria
de los hombres no recibo, *
sino que os conozco (y sé) que no tenéis en vosotros el amor de Dios. *Yo he venido en el nombre
de mi Padre, y no me recibís; si otro viniere en su propio nombre, ¡a ése lo
recibiréis! *
¿Cómo podéis vosotros creer, si admitís alabanza los unos de los otros, y la
gloria que viene del único Dios no la buscáis? No penséis que soy Yo quien os
va a acusar delante del Padre. Vuestro acusador es
Moisés, en quien habéis puesto vuestra esperanza. * Si creyeseis a Moisés,
me creeríais también a Mí, pues de Mí escribió Él. Pero si no creéis a sus
escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras?” (Juan 5, 41-47)
[* 41.
No recibo, esto es (como en el v. 34): no os digo esto porque tenga nada que
ganar con vuestra adhesión, sino que os desenmascaro porque conozco bien
vuestra hipocresía. * 42.
No tenéis en vosotros el amor de Dios. Es decir, que, como observa San Ireneo, el amor acerca a Dios más que la pretendida sabiduría y experiencia,
las cuales son compatibles (como aquí vemos) con la blasfemia y la enemistad
con Dios. *
43. La historia rebosa de comprobaciones de esta dolorosa realidad. Los falsos profetas se anuncian a sí mismos y son admirados sin más
credenciales que su propia suficiencia. Los discípulos de Jesús, que hablan en
nombre de Él, son escuchados por pocos, como pocos fueron los que escucharon a
Jesús, el enviado del Padre. Véase Mateo 7, 15 y nota. Suele verse aquí una
profecía de la aceptación que tendrá el Anticristo como falso Mesías. Cf.
Apocalipsis 13. * 44. Es impresionante la severidad
con que Jesús niega aquí la fe de los que buscan gloria humana. Cf.
3, 30; Lucas 6, 26; Gálatas 1, 10; Salmo 52, 6. *
46 s. De Mí escribió él: “En cuanto al Salvador del género humano, nada existe
sobre Él tan fecundo y tan expresivo como los textos que encontramos en toda la
Biblia, y San Jerónimo tuvo razón de afirmar que «ignorar las Escrituras es
ignorar a Cristo».” (León XIII, Encíclica “Providentissimus Deus”). Esta
notable cita de San Jerónimo se encuentra repetida por Benedicto XV en la
Encíclica “Spiritus Paraclitus” y también por Pío XII en la Encíclica “Divino
Afflante Spiritu”. No podemos mirarla como una simple referencia literaria,
sino que hemos de meditar toda su gravedad. ¿Acaso pretendería alguien salvarse
sin conocer al Salvador? ¿Cómo creeréis a mis palabras? Argumento igual al del
v. 44 y que se aplica con mayor razón aun a los que ignoran voluntariamente las
propias palabras de Cristo. Cf. 12, 48 y nota.]
Continuará...
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