Dios
instruye los corazones de los fieles con la luz del Espíritu Santo, que no es
sino el propio fuego del amor divino, inspirando el Magisterio de la Iglesia
Católica, inspirando así por tanto a S.S. Pío XII cuando, en la Constitución
Apostólica Constitutio Vacantis Apostolicae Sedis, deja atadas de manos
a todas las sectas sedevacantistas para impedir que hagan lo que están
haciendo. Aunque ya haya muerto y ahora esté en el Cielo, el último Vicario de
Cristo sigue legislando en estos tiempos de la Anomia que vivimos con su
constitución para la Sede Vacante, impidiendo que los usurpadores, llámense
como se llamen, ministros del Anticristo todos ellos, tengan potestad alguna
sobre el rebaño de N.S.J.C. En ese providencial momento en que el Espíritu
inspiró a S.S. Pío XII, se produjo el GAME OVER de las sectas y el falso clero
mal llamado “tradicionalista” y/o sedevacantista. Como se diría en términos
deportivos, eso fue un touchdown y partido, dejando a todos esos falsos
profetas fuera de la eliminatoria, aunque aún no se hayan enterado o finjan
ignorancia supina.
La
pregunta que surge es muy seria: ¿desvariaba S.S. Pío XII o, por el contrario,
actuaba con palabras proféticas de verdad y con el poder de Dios cuando,
inspirado por el Espíritu Santo, promulgó la Constitución Apostólica Constitutio
Vacantis Apostolicae Sedis? Si desvariaba o cometió error, no podía ser un
Papa legítimo e infalible. Por el contrario, si como es evidente actuaba
inspirado por el Espíritu, entonces las sectas sedevacantistas están en un
grave problema, pues están pecando contra el mismo Espíritu Santo. No en vano,
partiendo de la base de Mateo 12:32, cuando Cristo dice que los pecados contra
el Espíritu Santo no serán perdonados, podríamos concluir afirmando que la
negación del Magisterio tampoco será perdonada, pues es negar al Espíritu Santo
y rechazar la misericordia de Dios y la Verdad revelada por el Paráclito. Así
pues, quien con plena conciencia contradice o interpreta a su antojo el
Magisterio, como si fuera obra de simples hombres falibles y enmendables, está
pecando contra el Espíritu Santo. Difícilmente puede haber arrepentimiento y
vuelta a Dios de quien ha decido rechazar la misericordia de Dios y, a
semejanza de algunos que una vez fueron ángeles, entonar un "non
serviam", "no obedeceré", que les valió el ser expulsados del
Cielo y convertidos en horrendos demonios.
¿De
verdad cuesta tanto comprender y aceptar que S.S. Pío XII actuaba con palabras
proféticas de verdad y con el poder de Dios cuando, inspirado por el Espíritu Santo,
promulgó la Constitución Apostólica Constitutio Vacantis Apostolicae Sedis?...
Todos deberíamos obedecer lo decretado por el Santo Padre, aunque no lo
entendamos, más allá de nuestro parecer particular, pues si rehusamos darle
asentimiento, bajo pretextos de necesidad y excepcionalidad, abdicamos de la fe
(!) En definitiva, dejamos de ser fieles a Dios al no amar la Verdad. Por ello,
no es tan difícil entender que aún haya católicos fieles a S.S. Pío XII y a
Cristo, que no se adhieren al herético y apóstata novus ordo pero tampoco a
ninguna secta sedevacantista, pues todas ellas están en situación de herejía y
cisma. Esto es, simple y llanamente, permanecer fieles a Dios amando la Verdad,
pues poderoso es el Señor para, mediante su santa Palabra y el tesoro escondido
del Magisterio, instruir los corazones de los fieles con la luz del Espíritu
Santo, que no es sino el propio fuego del amor de Dios. ¿Quién como Dios? ¡Nadie
como Dios! ¡Que Dios nos de la gracia para permanecer fieles amando la Verdad
hasta la llegada en Gloria y Majestad de Nuestro Señor Jesucristo!
S.S.
el Papa León XIII, en Satis cognitum, # 9, 29 de junio de 1896, nos recuerda
que obedezcamos las verdades de la Iglesia y su Magisterio más allá de nuestro
propio parecer particular: “… ¿puede ser permitido a alguien rechazar alguna
de esas verdades sin precipitarse abiertamente en la herejía, sin separarse de
la Iglesia y sin repudiar en conjunto toda la doctrina cristiana? Pues tal es
la naturaleza de la fe, que nada es más imposible que creer esto y dejar de
creer aquello. La Iglesia profesa efectivamente que la fe es ‘una virtud
sobrenatural por la que, bajo la inspiración y con el auxilio de la gracia de
Dios, creemos que lo que nos ha sido revelado por Él es verdadero; y lo creemos
no a causa de la verdad intrínseca de las cosas, vista con la luz natural de
nuestra razón, sino a causa de la autoridad de Dios mismo, que nos revela esas
verdades y que no puede engañarse ni engañarnos’ (Conc. Vat. I, ses. 3, cap.
3). (…) Al contrario, quien en un solo punto rehúsa su
asentimiento a las verdades divinamente reveladas, realmente abdica de toda la
fe, pues rehúsa someterse a Dios en cuanto a que es la soberana verdad y el
motivo propio de la fe”.
Continuará...