MANUAL DE SUPERVIVENCIA DURANTE LA GRAN TRIBULACIÓN Y LA OPERACIÓN DEL ERROR. (XXVII)

 

 23. Fábula de que únicamente serían Católicos hoy quienes se denominan “sedevacantistas” porque no reconocen a Bergoglio y su secta, pero prestan pleitesía sacrílega a los intrusos y falsos “obispos” generados por el irresponsable cisma del desequilibrado mental y simoniaco arzobispo Thuc a mediados de los años 70 y principios de los años 80.


Esta absurda lógica queda refutada con suma facilidad, pues ni el sedevacantismo ni el “tradicionalismo” son sinónimos de Catolicismo, por lo que llamar Catolicismo a todo el sedevacantismo o el “tradicionalismo” no es otra cosa que ecumenismo, liberalismo, tibieza y dar libertad al error, y como dijo San Agustín, "¿Hay peor muerte para el alma, que la libertad de error?"

 

No nos separa o divide la Jurisdicción, S.S. Pío XII fue clarísimo al respecto, nos separa la herejía y el cisma, producto de la desobediencia pertinaz al Papado.


En efecto, si aceptamos como Católicos a todos esos grupos intrusos de los años 70 y 80, ¿qué nos impide aceptar a los Focios, Enriques Octavos, Luteros, y tantos otros, a Montini, a Belial? Y, ¿qué concordia puede haber entre Cristo y Belial? Quæ autem conventio Christi ad Belial?


"A menudo han surgido y siguen surgiendo herejías a causa de esto, de que las mentes descontentas se peleen, o de que los desleales alborotadores no guarden la unidad. Pero estas cosas el Señor las permite y las soporta, dejando intacta la libertad del hombre, para que cuando nuestras mentes y corazones sean probados por la piedra de toque de la verdad, la fe inquebrantable de los aprobados aparezca en la luz más clara. Esto lo predice el Espíritu Santo por medio del Apóstol cuando dice: Es necesario que haya también herejías, para que se manifiesten entre vosotros los aprobados. Así se prueban los fieles, así se descubren los infieles; así también, incluso antes del día del juicio, ya aquí abajo, se distinguen las almas de los justos y de los injustos, y se separa el trigo de la paja. Esto explica por qué algunas personas, apoyadas por sus asociados acérrimos, se apoderan de la autoridad sin ninguna sanción divina, convirtiéndose en prelados sin tener en cuenta las reglas de nombramiento, y, no teniendo a nadie que les confiera el episcopado, asumen el título de Obispo por su propia autoridad. En los Salmos, el Espíritu Santo describe a estos hombres como sentados en la cátedra de la peste; son pestes y plagas para la fe, engañadores con lengua de serpiente, hábiles corruptores de la verdad, que escupen veneno mortal de sus colmillos ponzoñosos; cuyo discurso se extiende como un cáncer; cuya predicación inyecta un virus fatal en los corazones y pechos de todos."

La unidad de la Iglesia Católica, San Cipriano, Obispo de Cartago

Publicado por Westminster, Md.: Newman Press, año 1957, página 53

Continuará...



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