Esta
absurda lógica queda refutada con suma facilidad, pues ni el sedevacantismo ni
el “tradicionalismo” son sinónimos de Catolicismo, por lo que llamar Catolicismo
a todo el sedevacantismo o el “tradicionalismo” no es otra cosa que ecumenismo,
liberalismo, tibieza y dar libertad al error, y como dijo San Agustín, "¿Hay
peor muerte para el alma, que la libertad de error?"
No
nos separa o divide la Jurisdicción, S.S. Pío XII fue clarísimo al respecto,
nos separa la herejía y el cisma, producto de la desobediencia pertinaz al
Papado.
En
efecto, si aceptamos como Católicos a todos esos grupos intrusos de los años 70
y 80, ¿qué nos impide aceptar a los Focios, Enriques Octavos, Luteros, y tantos
otros, a Montini, a Belial? Y, ¿qué concordia puede haber entre Cristo y
Belial? Quæ autem conventio Christi ad Belial?
"A menudo han surgido y siguen surgiendo herejías a causa de esto, de
que las mentes descontentas se peleen, o de que los desleales alborotadores no
guarden la unidad. Pero estas cosas el Señor las permite y las soporta, dejando
intacta la libertad del hombre, para que cuando nuestras mentes y corazones
sean probados por la piedra de toque de la verdad, la fe inquebrantable de los
aprobados aparezca en la luz más clara. Esto lo predice el Espíritu Santo por
medio del Apóstol cuando dice: Es necesario que haya también herejías, para que
se manifiesten entre vosotros los aprobados. Así se prueban los fieles, así se
descubren los infieles; así también, incluso antes del día del juicio, ya aquí
abajo, se distinguen las almas de los justos y de los injustos, y se separa el
trigo de la paja. Esto explica por qué algunas personas, apoyadas por sus
asociados acérrimos, se apoderan de la autoridad sin ninguna sanción divina,
convirtiéndose en prelados sin tener en cuenta las reglas de nombramiento, y,
no teniendo a nadie que les confiera el episcopado, asumen el título de Obispo
por su propia autoridad. En los Salmos, el Espíritu Santo describe a estos
hombres como sentados en la cátedra de la peste; son pestes y plagas para la
fe, engañadores con lengua de serpiente, hábiles corruptores de la verdad, que
escupen veneno mortal de sus colmillos ponzoñosos; cuyo discurso se extiende
como un cáncer; cuya predicación inyecta un virus fatal en los corazones y
pechos de todos."
La unidad de la Iglesia Católica, San Cipriano, Obispo de Cartago
Publicado
por Westminster, Md.: Newman Press, año 1957, página 53
Continuará...
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