AUDI, FILIA, ET VIDE (Beato Juan de Ávila)

 



AUDI, FILIA, ET VIDE  (Beato Juan de Ávila)*


APROBACIÓN DEL PADRE BARTOLOMÉ DE ISLA 

Aunque en todo tiempo se ha de desear con mucha razón la buena doctrina de los libros, mucho más en éste, en que vemos cuánto el demonio se esfuerza en sembrar por sus ministros, por las vías posibles, la suya endemoniada hasta en los libros de romance, con que el pueblo cristiano se ayuda para aprovecharse en la virtud. Y por esta causa me parece se debe estimar en mucho esta obra, del Padre Maestro Juan de Ávila, que se intitula: De los malos lenguajes del mundo, la carne y el demonio, etc. Que aunque antes de ahora se imprimió debajo de otro título y con el nombre deste mismo autor, en hecho de verdad, ni él lo supo, ni para la tal impresión, si lo supiera, diera su consentimiento, por no haberla entonces acabado de reveer. Ahora se ha presentado ante los Señores del Consejo Real de su Majestad, por cuyo mandado yo la he visto, y me parece muy digna de que se mande imprimir, por ser la materia muy útil, y la doctrina muy católica y segura, y que procede con grande propiedad y espíritu en lo que conviene para instruir a una alma en todo género de virtud y santidad.


En este Colegio de la Compañía de Jesús, de Madrid, hoy jueves 26 de Noviembre 1573 años.


BARTOLOMÉ DE ISLA.


                                                                        ***


PRÓLOGO DEL AUTOR AL CRISTIANO LECTOR 

Veintisiete años ha, cristiano lector, que escribí a una religiosa doncella, que muchos años ha que es difunta1, un TRATADO sobre el verso del Salmo, que comienza: Oye, hija, y ve; y aunque muchos de mis amigos me habían afirmado muchas veces que, corregido el TRATADO y poniéndolo en orden para imprimirse, recibirían provecho los ánimos de los que lo leyesen, no había salido a ello, por parecerme que para quien se quiere aprovechar de leer en romance hay tantos libros buenos, que éste no les era necesario; y para quien no, también sería éste superfluo, como los otros. Y ayudábame a esto mi enfermedad continua de casi ocho años, que basta por ejercicio; y así se había quedado el TRATADO sin imprimirlo, y aun sin acordarme de él, hasta que el año pasado, vencido ya de ruegos de amigos, comenzaba poco a poco a corregirlo y añadir para que se imprimiese, aunque sabía lo mucho que me había de costar de mi salud.


Al cabo de pocos días supe que se había impreso un Tratado sobre este mismo verso, y con título de mi nombre, en Alcalá de Henares, en casa de Juan Brocar, año de 1556. Maravílleme de que hubiese quien se atreva a imprimir libro la primera vez sin la corrección del autor, y mucho más de que alguno diese por autor de un libro a quien primero no preguntase si lo es; y procuré con más cuidado entender en lo comenzado para que, impreso este TRATADO, el otro se desacreditase. Mas las enfermedades que después acá aún han crecido, y haber añadido algunas cosas, han sido causa para que más presto no se acabase. Ahora que va, recíbelo con caridad, y no tengas el otro por mío ni le des crédito. Y no te digo esto solamente por aquel Tratado, mas también por si otros vieres impresos en mi nombre hasta el día de hoy, porque yo no he puesto en orden cosa alguna para imprimir, sino una declaración de los diez Mandamientos que cantan los niños de la doctrina y este TRATADO de ahora.


Y también te aviso que, a las escrituras de mano que con título de mi nombre vinieren a ti, no las tengas por mías si no conocieres mi letra o firma, aunque también en esto hay que mirar, porque algunos han procurado de contrahacerlo.


También me parece avisarte de que, como este libro fue escrito a aquella religiosa doncella que dije, la cual, y las de su calidad, han menester más esforzarlas el corazón con confianza que atemorizarlas con rigor, así va enderezado más a lo primero que a lo segundo. Mas si la disposición de tu ánima pide más rigor de justicia que blandura de misericordia, toma de aquí lo que hallares que te conviene, y deja lo otro para otros que lo habrán menester.


Y todo el libro, con el autor, va sujeto a la corrección de nuestra Madre la Santa Iglesia Romana.


1 Esta religiosa doncella fue doña Sancha Carrillo, que murió a los veinticinco años de edad, en Guadalcázar, a 13 de agosto de 1537. Yace en la capilla mayor del convento de San Francisco, de Córdoba.


                                            ***


                                                         CAPÍTULO PRIMERO 
En que se trata cuánto nos conviene oír a Dios; y del admirable lenguaje que nuestros Padres primeros tenían en el estado de la inocencia, a el cual perdido por el pecado, sucedieron muchos muy malos.


«Oye, Hija, y ve, e inclina tu oreja, y olvida tu pueblo, y la casa de tu padre, y codiciará el Rey tu hermosura.» (Ps., 44, 11) Estas palabras, devota Esposa de Jesucristo, dice el Santo David —o por mejor decir, Dios en él— a la Iglesia cristiana, amonestándole lo que debe hacer para que el gran Rey Jesucristo la ame, de lo cual a ella se le siguen todos los bienes. Y porque vuestra ánima es una de las de esta Iglesia —por la gran misericordia de Dios —parecióme declarároslas, invocando primero el favor del Espíritu Santo, para que rija mi pluma y apareje vuestro corazón, para que ni yo hable mal, ni vos oigáis sin fruto; mas lo uno y lo otro sea a perpetua honra de Dios y a aplacimiento [complacimiento, agrado] de su santa voluntad.


Lo primero que nos es amonestado en estas palabras es que oigamos; y no sin causa, porque como el principio de la vida espiritual sea la fe, y ésta entre en el ánima, como dice San Pablo (Rom., 10. 17), mediante el oír, razón es que seamos amonestados primero de lo que primero nos conviene hacer. Porque muy poco aprovecha que suene la voz de la verdad divina en lo de fuera, si no hay orejas que la quieran oír en lo de dentro. Ni nos basta que cuando fuimos bautizados nos metiese el sacerdote el dedo en los oídos, diciendo que fuesen abiertos [Epheta, que significa Ábrete (Ceremonial del Bautismo)], si los tenemos cerrados a la palabra de Dios, cumpliéndose en nosotros lo que de los ídolos dice David (Ps., 113, 4): Ojos tienen y no ven; orejas tienen y no oyen.


Mas porque algunos hablan tan mal, que oírlos es oír sirenas, que matan a sus oyentes, es bien que veamos a quién tenemos de oír y a quién no. Para lo cual es de notar, que Adán y Eva, cuando fueron criados, un solo lenguaje hablaban, y aquél duró en el mundo hasta que la soberbia de los hombres, que quisieron edificar la torre de la confusión [Babel significa confusión], fue castigada con que, en lugar de un lenguaje con que todos se entendían, sucediese muchedumbre de lenguajes, con los cuales unos a otros no se entendiesen. En lo cual se nos da a entender que nuestros primeros padres, antes que se levantasen contra Él que los crió, quebrantando con atrevida soberbia su mandamiento, un solo lenguaje espiritual hablaban en su ánima, el cual era una perfecta concordia que tenía uno con otro, y cada uno consigo mismo y con Dios; viviendo en el quieto estado de la inocencia, obedeciendo la parte sensitiva a la racional, y la racional a Dios; y así estaban en paz con Él, y se entendían muy bien a sí mismos, y tenían paz uno con otro. Mas como se levantaron con desobediencia atrevida contra el Señor de los cielos, fueron castigados —y nosotros con ellos— en que en lugar de un lenguaje, y bueno, y con que bien se entendían, sucedan otros muy malos e innumerables, llenos de tal confusión y tinieblas que ni convengan unos hombres con otros, ni uno consigo mismo, y menos con Dios.


Y aunque estos lenguajes no tengan orden en sí, pues son el mismo desorden, mas; para hablar de ellos, reduzcámoslos, al orden y número de tres, que son: lenguaje del mundo, de la carne y del diablo; cuyos oficios, como San Bernardo dice, son: del primero, hablar cosas vanas; del segundo, cosas regaladas; del tercero, cosas malas y amargas.

Continuará...


*Decimos bien Beato y no Santo, pues el Padre Juan de Ávila fue beatificado por S.S. León XIII en 1894. Muchos años más tarde, en 1970, el impío Anticristo Montini-Pablo 666 lo "canonizó", pero nada de cuanto hizo ese perverso apóstata y blasfemo hereje es válido, así que honramos a este insigne Padre con el título de Beato solamente.

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