Instrucción religiosa sobre el pecado de la ENVIDIA (5)

 



Instrucción religiosa sobre el pecado de la ENVIDIA
(Sacado de Instrucciones morales sobre la Doctrina Cristiana, por Ildefonso de Bressanvido O.F.M., tomo cuarto, Paris, 1853).


IX. Pero lo que hace que la envidia sea más indigna de un cristiano es que destruye esta admirable caridad que debería unir a los hombres, y que Jesucristo trajo a la tierra, para ser el carácter distintivo de sus verdaderos discípulos. ¿Cuál es el oficio de esta santa caridad? Es, dice San Pablo, alegrarse con los que se alegran, y llorar con los que lloran: Gaudere cum gaudentibus, et flere cum flentibus. ¿Y esto por qué? Y esto, añade el Apóstol, porque todos somos miembros del mismo cuerpo del cual Jesucristo es cabeza, como en el cuerpo humano descubrimos esta unión, esta simpatía entre todos los miembros que lo componen, de modo que si uno de estos miembros sufre, todos los demás participan en su dolor; y si está sano, todos los demás se alegran; de este modo, todo cristiano debe experimentar sentimientos de tristeza y aflicción, cuando a otros les sucede alguna desgracia o algún mal; y debe regocijarse en la felicidad y prosperidad de sus hermanos al igual que se regocija de su propio bien. Éstos son los sentimientos generosos, nobles y dignos de un verdadero cristiano, y que la caridad debe inspirar. Pero la envidia produce efectos totalmente opuestos.


X. La envidia hace que los hombres se regocijen en lo que debería afligirlos y que se entristezcan por lo que debería alegrarlos. Una persona acaba de entrometerse en vuestros ambiciosos proyectos sin pensar, o tal vez lo hizo a propósito y por buenas razones. ¡Oh Dios! Pero quisieras clavarle el hierro en el pecho para vengarte, quisieras reducirla a la miseria extrema; pero la justicia humana te ata las manos. El deseo y la venganza permanece concentrada en tu corazón; ellos lo roen y lo devoran. Pero este otro no os ha desobedecido; ¿os hizo acaso algún daño? No importa: impulsado por la envidia, os afligís por su fortuna y sentís una alegría secreta y maligna por sus desgracias. Pero éste de aquí,¡ es vuestro amigo, ¿no le habéis dado siempre señales externas de estima y bondad? Sigue sin importar; la envidia hace que externamente le deseéis todo tipo de prosperidad, y que cada uno de sus éxitos sea para vos el motivo de una nueva pena. Le demostráis por fuera que simpatizáis con sus desgracias, pero sus desgracias proporcionan a vuestro corazón materia de gran alegría. ¿Cómo podrían los envidiosos llamarse a sí mismos discípulos de Jesucristo, ya que están tan lejos de practicar la caridad, la cual es su carácter distintivo?

Continuará...

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