LA OPERACIÓN DEL ERROR Y LA GRAN RAMERA DEL APOCALIPSIS (3 y final)

                   



"El quinto ángel derramó su copa sobre el trono de la bestia, y el reino de ella se cubrió de tinieblas, y se mordían de dolor las lenguas. Y blasfemaron del Dios del cielo, a causa de sus dolores y de sus úlceras, pero no se arrepintieron de sus obras". 

(Apocalipsis 16,10-11).





Después de esto vi cómo bajaba del cielo otro ángel que tenía gran poder, y con su gloria se iluminó la tierra. Y clamó con gran voz diciendo: “Ha caído, ha caído Babilonia la grande, y ha venido a ser albergue de demonios y refugio de todo espíritu inmundo y refugio de toda ave impura y aborrecible. Porque del vino de su furiosa fornicación bebieron todas las naciones; con ella fornicaron los reyes de la tierra y con el poder de su lujo se enriquecieron los mercaderes de la tierra.”


Oí otra voz venida del cielo que decía: “Salid de ella, pueblo mío, para no ser solidario de sus pecados y no participar en sus plagas; pues sus pecados se han acumulado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus iniquidades. Pagadle como ella ha pagado; retribuidle el doble conforme a sus obras; en la copa que mezcló, mezcladle doblado. Cuanto se glorificó a sí misma y vivió en lujo, otro tanto dadle de tormento y de luto, porque ella dice en su corazón: «Como reina estoy sentada y no soy viuda y jamás veré duelo». Por tanto, en un solo día vendrán sus plagas: muerte y luto y hambre: y será abrasada en fuego, porque fuerte Señor es el Dios que la ha juzgado.”


(Apocalipsis 18,1-8).


          

Al ver el humo de su incendio llorarán y se lamentarán sobre ella los reyes de la tierra, que con ella vivieron en la fornicación y en el lujo. Manteniéndose lejos por miedo al tormento de ella, dirán: “¡Ay, ay de la ciudad grande de Babilonia, la ciudad poderosa, porque en una sola hora vino tu juicio!”  También los traficantes de la tierra lloran y hacen luto sobre ella, porque nadie compra más sus cargamentos: cargamentos de oro, de plata, de piedras preciosas, de perlas, de fino lino, de púrpura, de seda y de escarlata, y toda clase de madera olorosa, toda suerte de objetos de marfil y todo utensilio de madera preciosísima, de bronce, de hierro y de mármol; y canela, especies aromáticas, perfumes, mirra, incienso, vino y aceite, flor de harina y trigo, vacas y ovejas, caballos y carruajes, cuerpos y almas de hombres. Los frutos que eran el deleite de tu alma se han apartado de ti, todas las cosas delicadas y espléndidas se acabaron para ti, y no serán halladas jamás. Los mercaderes de estas cosas, que se enriquecieron a costa de ella, se pondrán a lo lejos, por miedo a su tormento, llorando y lamentándose, y dirán: “¡Ay, ay de la ciudad grande, que se vestía de finísimo lino, de púrpura y de escarlata, y se adornaba de oro, de pedrería y perlas; porque en una sola hora fue devastada tanta riqueza!” 




Y todo piloto, y todos los que navegan de cabotaje, los marineros y cuantos explotan el mar se detuvieron lejos, y al ver el humo de su incendio dieron voces, diciendo: “¿Quién como esta ciudad tan grande?” Y arrojaron polvo sobre sus cabezas y gritaron, y llorando y lamentándose, dijeron: “¡Ay, ay de la ciudad grande, en la cual por su opulencia se enriquecieron todos los poseedores de naves en el mar! porque en una sola hora fue desolada.” ¡Alégrate sobre ella, oh cielo, y vosotros, los santos y los apóstoles y los profetas, pues juzgándola Dios os ha vengado de ella! 





Y un ángel poderoso alzó una piedra grande como rueda de molino, y la arrojó al mar, diciendo: “Así, de golpe, será precipitada Babilonia, la ciudad grande, y no será hallada nunca más. No se oirá más en ti voz de citaristas, ni de músicos, ni de tocadores de flauta y trompeta, ni en ti volverá a hallarse artífice de arte alguna, ni se escuchará más en ti ruido de molino. Luz de lámpara no brillará más en ti, ni se oirá en ti voz de novio y de novia, porque tus traficantes eran los magnates de la tierra, porque con tus hechicerías han sido embaucados todos los pueblos. Y en ella fue encontrada sangre de profetas y de santos, y de todos los que fueron sacrificados sobre la tierra.” 

(Apocalipsis 18, 21-24).

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