Instrucción religiosa sobre el pecado de la ENVIDIA (7)

 


Instrucción religiosa sobre el pecado de la ENVIDIA
(Sacado de Instrucciones morales sobre la Doctrina Cristiana, por Ildefonso de Bressanvido O.F.M., tomo cuarto, Paris, 1853).


XIII. La envidia es común entre los comerciantes, quienes ven con mal ojo que otros triunfen en sus empresas y en su comercio. La envidia reina también entre los médicos, abogados y los que integran el colegio de jueces, que no pueden ver sin celos el mérito distinguido de quienes ejercen su profesión. La envidia está presente igualmente entre los campesinos, entre los aldeanos que ven con pesar el campo o las vides de sus vecinos mejor cultivadas y más productivas que los de ellos. Reina también entre las mujeres, que no puede tolerar que otras tengan vestidos más ricos y más elegantes, que tengan más espíritu, que obtengan el primer rango en la sociedad, en los círculos sociales o en el baile. Los hermanos entre sí no están libres de envidia; tenemos pruebas en el inocente Abel que se convirtió en la víctima de la envidia de Caín; en el casto José, víctima de la envidia de sus hermanos; no lo mataron como lo habían planeado inicialmente, pero lo vendieron como un esclavo. La envidia penetró incluso en el mismo colegio de los Apóstoles, ya que se dice que concibieron sentimientos, de indignación contra los dos hermanos Santiago y Juan, que habían pedido a Jesucristo los dos primeros lugares en su reino: Indignati sunt de duobus fratribus. ¿Y no es de temer que este vicio se introduzca incluso en el santuario, y que contagie a quienes profesan la virtud y la santidad?



XIV. Lo que más hay que temer en el pecado de la envidia es que las personas que son más culpables de este pecado no lo reconocen en ellos, no se lo reprochan a sí mismos, y no se acusan; por lo tanto, les resulta imposible corregirlo. Muchos cristianos se culpan a sí mismos por transportes de ira, malas palabras, blasfemias, intemperancia, incontinencia; pero ¿quiénes son los que confiesan de envidia? Las personas que quieren pasar por espirituales y los devotos se acusarán de algunas faltas leves, que ni siquiera son errores, como distracciones involuntarias, tentaciones a las que no dieron su consentimiento; pero ¿vemos a muchas de estas personas examinándose seriamente a sí mismas sobre este pecado de la envidia, y que se acusen de él? Pecado de envidia que tal vez sea su pasión dominante. Se suele poner a prueba la paciencia del confesor, pasando horas enteras exponiéndole escrúpulos, perturbaciones de conciencia, y no sentimos ningún remordimiento ante este vicio, no nos preocupamos por él, no pensamos en arrepentirnos y corregirnos ¿Quiénes son los penitentes que vienen a decir sinceramente al confesor: padre, la envidia es un pecado habitual en mí ; siento disgusto por el bien y la prosperidad de mi prójimo, y un gozo secreto en sus desgracias; consiento en ello, y no me esfuerzo en superar este hábito? Cristianos, tengamos cuidado de no equivocarnos en un punto tan esencial. Pocos están exentos de esta debilidad; pocos se culpan a sí mismos y se corrigen; de ahí sucede que la envidia se convierta en un mal casi incurable.

Continuará...

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