EL HEREJE NEOMODERNISTA CONGAR, TEÓLOGO "ESTRELLA" DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2, SE JACTABA DE HABER ORINADO 2 VECES!!! EN EL EDIFICIO DEL SANTO OFICIO EN TIEMPOS DE S.S. PÍO XII

 




¡Yves Congar, destacado teólogo francés del conciliábulo Vaticano 2 se jactó de haber orinado en el edificio del Santo Oficio, no una, sino dos veces!




El absoluto desprecio de Yves Congar por la ortodoxia católica llegó hasta el extremo vergonzante de hacerle orinar hasta 2 veces en el edificio del Santo Oficio.


Resulta que el padre Congar no solo confirmó haber orinado contra la pared del Palacio del Santo Oficio, sino que prácticamente se jactó de ello en uno de sus diarios. (Agradecemos al profesor Roberto de Mattei por señalar la fuente). Y sucedió dos veces, no solo una.


El libro en cuestión es Yves Congar: Diario de un teólogo (1946-1956), editado por Étienne Fouilloux. La versión original en francés se publicó en 2005, mientras que la edición en inglés apareció diez años después.


El primer incidente tuvo lugar el 17 de mayo de 1946, cuando Congar viajó a Roma con su amigo, el padre Henri-Marie Féret (1904-1992). Congar relata:

Después de la misa y la acción de gracias del padre Féret, fuimos a desayunar. Nos encontramos con el Santo Oficio. Un edificio enorme y hermoso. Me estremecí al pensar que un edificio tan bello, capaz de albergar a tantas familias, se utilizara para el propósito que conocemos. «Odio a la Gestapo dondequiera que se encuentre». [143] Y presenté mis respetos. [144]

(Étienne Fouilloux, ed., Yves Congar: Diario de un teólogo (1946-1956), trad. de Denis Minns [Adelaida: ATF Theology, 2015], p. 116; subrayado añadido.)



Sí, esta cita es bastante oscura, pero el editor del libro proporciona información adicional en las notas a pie de página:

143. Desconocemos el motivo de las comillas en esta frase (¿una cita suya de la época de la guerra?). Que la comparación con el nazismo es excesiva, por supuesto, quedará patente.

144. Un eufemismo que indica que orinó contra el muro de la Suprema Congregación (Santo Oficio), cuyo palacio se encontraba muy cerca de la Plaza de San Pedro, a la derecha al salir…

(p. 116)



Sí, Congar llamó «Gestapo» a la oficina doctrinal del Vaticano, encargada de salvaguardar la ortodoxia católica, nombre que también tenía la policía secreta de Hitler en la Alemania nazi.



Y sí, Congar orinó en el edificio del Santo Oficio para expresar su desdén por la importante labor de esta sacratísima congregación, cuyo prefecto, no debemos olvidar, era S.S. el papa Pío XII (r. 1939-1958) y cuyo secretario era, en aquel entonces, el cardenal Francesco Marchetti Selvaggiani (1871-1951).



                               



Congar detestaba el Santo Oficio por su mano dura al tratar con agitadores teológicos como él. Aunque aún no se le había prohibido enseñar ni escribir en ese momento, ya sabía que los vigilantes guardianes de la fe de Roma estaban cuestionando uno de sus libros:


En 1939, el maestro general de la orden dominica convocó a París a los padres Marie-Dominique Chenu y Congar, advirtiéndoles de las serias dificultades que habían surgido a raíz de sus escritos teológicos. El libro de Congar, «La cristiandad dividida», había suscitado inquietud en el Santo Oficio, aunque no se le aclaró cuál era el problema con precisión.

(Robert Nugent, El silencio habla: Teilhard de Chardin, Yves Congar, John Courtney Murray y Thomas Merton [Nueva York, NY: Paulist Press, 2011], p. 38)



Las novedosas ideas teológicas de Congar fueron acogidas con entusiasmo en el conciliábulo Vaticano 2, donde influyeron significativamente, entre otras cosas, en las enseñanzas conciliares sobre el ecumenismo y la Iglesia como «Pueblo de Dios». Sesenta años después, podemos comprender aún mejor por qué el Santo Oficio se opuso tan firmemente a las ideas de Congar y sus colegas teólogos.




El segundo incidente tuvo lugar el 27 de noviembre de 1954. Para entonces, el secretario del Santo Oficio era el cardenal Alfredo Ottaviani (1890-1979), quien servía bajo el pontificado de Pío XII. Congar lo relata con franqueza:


"Justo cuando llegué al frente del Santo Oficio, pasó el Papa en coche, precedido por motociclistas. El padre Paul Philippe no estaba allí. Un lugar extraño: en medio del austero patio interior, en la portería rodeada de buzones con los nombres del cardenal Ottaviani, el reverendísimo primer asesor, etc., vi a una niña y a un niño jugando. Quise acariciarlos y jugar con ellos un instante, para honrar en ellos la vida, la alegría, la verdad de la vida y la alegría humana. No me atreví porque me observaban y porque, como la niña ya era alta, «ellos» malinterpretarían mi gesto. Al menos repetí el gesto de 1946 [es decir, oriné en la entrada]. Luego hice mi visita al Príncipe de los Apóstoles, ¡quien sin duda había sido mucho más íntegro, mucho más evangélico!"

(Diario de un teólogo, págs. 377-378; subrayado añadido).


                                                 



Para que quede claro: ¡el comentario explicativo vulgar entre corchetes aparece impreso así en el libro! No es un comentario añadido por Novus Ordo Watch, sino una adición del propio Congar.


En la Introducción General, el editor explica que utilizó corchetes para añadir las interpolaciones manuscritas de Congar: «La mayoría de las veces escribía directamente, pero a veces, tras repensarlo, hacía inserciones entre líneas, en el margen, incluso en una hoja añadida: las hemos incluido en su lugar, pero entre corchetes, salvo que se indique lo contrario» (p. 25).


Este segundo incidente, por tanto, confirma también el primero.


Los vulgares actos urinarios de Congar pasarán a la historia como un buen ejemplo de lo que su dañina teología herética le ha hecho a la pureza de la fe católica romana.


                                





ANÁLISIS DE TODOS LOS DOCUMENTOS DEL VATICANO 2. (Parte 12) ERRORES CONCERNIENTES A LOS SECTARIOS HERÉTICOS Y CISMÁTICOS (cont.)

 



8.5 El nuevo cometido pastoral confiado a la Iglesia de ofrecer «al género humano la sincera colaboración de la Iglesia para lograr la fraternidad universal [en lugar de convertirlo a Cristo]» (GS § 3), y la consiguiente exhortación hecha a los católicos (en realidad, es la intimación de una orden) para que colaboren con los herejes y cismáticos (los “hermanos separados”) a fin de elaborar traducciones comunes de la Escritura Sagrada (DV § 22); para que colaboren en la obra del apostolado cristiano, en nombre del «patrimonio evangélico común», que entraña, según parece, «el común deber [officium] del testimonio cristiano» (Apostolicam Actuositatem § 27; UR § 24); para que «reconozcan y aprecien en su valor los tesoros verdaderamente cristianos que, procedentes del patrimonio común, se encuentran en nuestros hermanos separados» (UR § 4), y para que se unan en la oración con ellos en ciertas circunstancias especiales (UR § 8).



Se trata de una pastoral nueva de pies a cabeza, porque enseña exactamente lo contrario de cuanto los Apóstoles ordenaron tocante a la conducta que debía observarse con los herejes: «Al sectario, después de una y otra amonestación, evítalo, considerando que está pervertido; peca, y por su pecado se condena» (Tito 3, 10-11); «Si alguno viene a vosotros y no lleva esta doctrina, no lo recibáis en casa ni lo saludéis, pues el que lo saluda comunica en sus malas obras» (II Jn 10-11).



El error doctrinal en que se inspira la “nueva” pastoral es evidente: no existe ni puede existir un “patrimonio evangélico común” con los herejes y cismáticos, así como tampoco “valores” comunes:



Los protestantes niegan la tradición en tanto que fuente del dogma, al igual que niegan la verdad de fe según la cual atañe al magisterio de la Iglesia, asistido por el Espíritu Santo, «juzgar del verdadero sentido e interpretación de las Escrituras santas» (Denz. §§ 786 y 1507), las cuales ellos retuercen de mil modos por confiar en el libre examen individual, al que osan someter la aceptación de esta o aquella verdad revelada.



El heresiarca Lutero destruyó todo lo que pudo del dogma y la moral: negó el sacerdocio; corrompió la Escritura; echó por tierra la noción misma de la Iglesia; redujo los sacramentos de siete a dos, y éstos, bastardeados; negó la transubstanciación y el significado propiciatorio del santo sacrificio; negó el purgatorio, la virginidad de María santísima después del parto; escarneció el principio de la santidad, la virginidad y la castidad; admitió el divorcio; negó el libre arbitrio y el valor meritorio de las obras; fomentó el odio entre los cristianos, incitándolos, por añadidura, a la rebeldía contra el principio de autoridad. Los anglicanos conservaron su episcopado, pero es como si no lo tuvieran, porque sus consagraciones y ordenaciones son nulas de punta a cabo: nulas por defecto de forma y de intención (lo declaró S.S. León XIII en 1896 con sentencia dogmática: Denz. §§ 1963, 3315 ss; § 3317 a-b). Constituyen una secta sometida al poder político, una “religión civil” con una fachada cristiana.



Además, se difunde hoy entre los protestantes la presencia de las “sacerdotisas”, forma de neopaganismo en la que han caído herejes en virtud de la penetración del feminismo y que, al parecer, se quiere instaurar también en la Iglesia católica, (*eclipsada hoy por la Ramera) que se ha vuelto “ecuménica” (sobre los “ortodoxos”, cf. infra 8.6).



                 



8.6 La terminología ambigua «iglesias o comunidades eclesiales», o bien «iglesias y comunidades separadas», aplicada a las denominaciones acatólicas: «en sus propias iglesias o comunidades eclesiales...» (LG § 15); «… las iglesias y comunidades separadas…» (UR § 3).



Tamaña terminología atribuye la calificación de “Iglesia” a las sectas de herejes y cismáticos, con evidente error teológico, visto que sólo la Iglesia católica es la Iglesia fundada por Cristo. Las comunidades separadas de esta Iglesia única, cimentada por Cristo sobre la roca de Pedro, no tienen derecho, ni todas juntas ni cada una por separado, a proclamarse aquella Iglesia única y católica que Jesucristo instituyó; ni tampoco pueden echárselas de miembros o partes de ella por haberse separado visiblemente de la unidad católica (idéntica es la condición de los orientales cismáticos, según confirmaron, contra las pretensiones del ecumenismo acatólico, todos los romanos Pontífices desde S.S. Pío IX a S.S. Pío XII).



8.7 La exhortación a los teólogos católicos a que, «al confrontar sus doctrinas» (católicas) con las de los «hermanos separados, no olviden que hay un orden o jerarquía de las verdades en la doctrina católica [veritatum doctrinae], por ser diversa su conexión con el fundamento de la fe cristiana» (UR § 11). Esta exhortación contiene la idea errónea, condenada expresamente por S.S. Pío XI en la Mortalium animos (1929: Denz. §§ 2199 y 1683), de que existen unas verdades reveladas, unos dogmas, que importa más aceptar que otros; constituye una sentencia errónea porque la autoridad de Dios que se revela es la que nos mueve a aceptar por igual, con el mismo grado de obligatoriedad, todas las verdades contenidas en la revelación divina, dado que «repugna a la razón que no se crea a Dios cuando habla, aunque sólo sea en un punto» (S.S. León XIII, Satis Cognitum).



La exhortación lleva a la conclusión absurda de que, en el “diálogo ecuménico”, se pueden discutir con los herejes las “verdades doctrinales” que ocupen una posición menos importante en la presunta “jerarquía”, y desemboca además en el principio erróneo contenido en el final del art. 11 (principio que examinaremos en el apartado siguiente).



                     




8.8 El principio según el cual, “al confrontar” las doctrinas de la Iglesia con las de los “hermanos separados”, teniendo presente la existencia de la (inexistente) “jerarquía” de las verdades doctrinales, «se preparará el camino por donde todos se estimulen a proseguir con esta fraterna emulación hacia un conocimiento más profundo y una exposición más clara de las incalculables riquezas de Cristo (cf. Ef 3, 8)» (UR § 11 cit.). Principio inaudito, que bordea la herejía, porque confía a la investigación teológica en común con los herejes la tarea de alcanzar un “conocimiento más profundo” y una “exposición más clara” de las riquezas incalculables de Cristo; como si no le correspondiera al magisterio infalible transmitir con fidelidad la verdad revelada y definirla con claridad, y como si la verdad católica y el error de los sectarios y cismáticos pudieran ir del brazo y competir en “fraterna emulación” para hacernos conocer mejor las riquezas incalculables de nuestro Señor (!). Nos testimonia san Pablo en Ef. 3, 8 (citado con alevosía por el concilio) que a él le «fue otorgada la gracia de anunciar a los gentiles la insondable riqueza de Cristo», y de anunciarla con la predicación de la «sana doctrina» (II Tim 4, 2-3), no mediante el “diálogo” con los herejes y los cismáticos, expresamente prohibido por él y por san Juan (y por todos los Papas) (véase supra 8, 5).



8.9 El oscurecimiento, la deminutio, para dar gusto a los protestantes, del dogma definido por el concilio de Trento, según el cual incumbe sólo a la santa Iglesia «juzgar del verdadero sentido e interpretación de las Escrituras santas» (Denz. §§ 786 y 507). El oscurecimiento se da en la frase siguiente: «según la fe católica, el magisterio auténtico tiene un lugar especial [peculiarem locum] con vistas a la exposición y predicación de la palabra de Dios escrita» (UR § 21).



¿Tan solo corresponde un “lugar especial” en la “exposición” y “predicación” de la “palabra de Dios escrita”?. Le compete mucho más que eso, visto que el Magisterio goza de fundamento y asistencia sobrenaturales; es el único juez del “verdadero sentido e interpretación de las Escrituras”.




8.10 La afirmación desaviante según la cual los protestantes «quieren seguir la palabra de Cristo lo mismo que nosotros, como fuente de virtud cristiana, etc». (UR § 23)

La afirmación es desaviante porque los protestantes quieren seguir la “palabra de Cristo” no como los católicos, es decir, no como la enseña la Iglesia católica, sino según el principio falso del “libre examen”, que les permite «confesar confiadamente lo que [les] parezca verdad» (confidenter confidenti quidquid verum videtur); o dicho de otro modo, según un principio condenado formalmente como herético por S.S. León X en 1520, en la bula Exsurge Domine, que proscribió las herejías de Lutero (Denz. §§ 769 y 1479).



                              


Continuará...


LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (1)  https://prodeoetpontifice.blogspot.com/2025/01/la-gran-apostasia-biblica-del.html
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (2)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (3)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (4)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (5)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (6)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (7)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (8)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (9) https://prodeoetpontifice.blogspot.com/2025/01/la-gran-apostasia-biblica-del_17.html
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (10)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (11)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (12) https://prodeoetpontifice.blogspot.com/2025/01/la-gran-apostasia-biblica-del_20.html
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (13)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (14)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (15)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (16)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (17) https://prodeoetpontifice.blogspot.com/2025/01/el-falso-profeta-el-anticristo-y-el_26.html
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (18)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (19) https://prodeoetpontifice.blogspot.com/2025/01/el-falso-profeta-el-anticristo-y-el_28.html
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (20)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (21)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (22)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (23) https://prodeoetpontifice.blogspot.com/2025/02/ejemplos-de-ambiguedades.html
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (24)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (25)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (26)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (27)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (28)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (29)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (30)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (31)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (32)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (33)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (34)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (35)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (36)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (37)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (38)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (39)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (40)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (41)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (42)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (43)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (44)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (45)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (46)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (47)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (48)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (49)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (50)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (51)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (52)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (53)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (54)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (55)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (56)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (57)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (58)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (59)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (60)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (61)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (62)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (63)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (64)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (65)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (66)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (67)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (68)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (69)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (70)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (71)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (72)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (73)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (74)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (75)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (76)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (77)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (78)
LA GRAN APOSTASÍA BÍBLICA DEL CONCILIÁBULO VATICANO 2 (79)




Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos (2 de noviembre)

 



Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos



"No queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él" (1 Tes. 4, 13). Este era el deseo del Apóstol al escribir a los primeros cristianos; la Iglesia comparte este mismo deseo.


En efecto, la verdad sobre los difuntos no pone solo en admirable luz el acuerdo de la justicia y de la bondad en Dios: los corazones más duros no resisten a la misericordia caritativa que esa verdad infunde, a la vez que procura los más dulces consuelos al luto de los que lloran.


Si nos enseña la fe que hay un purgatorio, donde las faltas no expiadas pueden retener a los que nos fueron queridos, también es de fe que podemos ayudarlos, y es teológicamente cierto que su liberación más o menos pronta está en nuestras manos. Recordemos algunos principios que pueden ilustrar esta doctrina.



                                       



El fundamento teológico de las indulgencias


Todo pecado causa en el pecador doble estrago: mancha su alma y le hace merecedor del castigo. El pecado venial causa simplemente un desplacer a Dios y su expiación solo dura algún tiempo; mas el pecado mortal es una mancha que llega hasta deformar al culpable y hacerle objeto de abominación ante Dios; su sanción, por consiguiente, no puede consistir más que en el destierro eterno, a no ser que el hombre consiga en esta vida la revocación de la sentencia.



Pero, aun en este caso, borrándose la culpa mortal y quedando revocada por tanto la sentencia de condenación, el pecador convertido no se ve libre de toda deuda; aunque a veces puede ocurrir, como sucede comúnmente en el bautismo o en el martirio, que un desbordamiento extraordinario de la gracia sobre el hijo pródigo logre hacer desaparecer en el abismo del olvido divino hasta el último vestigio y las más diminutas reliquias del pecado, lo normal es que en esta vida o en la otra exija la justicia divina satisfacción por cualquier falta.



Todo acto sobrenatural de virtud, por contraposición al pecado, implica doble utilidad para el justo; con él merece el alma un nuevo grado de gracia y satisface por la pena debida a las faltas pasadas conforme a la justa equivalencia que según Dios corresponde al trabajo, a la privación, a la prueba aceptada, al padecimiento voluntario de uno de los miembros de su Hijo carísimo.



Ahora bien, como el mérito no se cede y es algo personal de quien lo adquiere, así, por lo contrario, la satisfacción, como valor de cambio, se presta a las transacciones espirituales; Dios tiene a bien aceptarla como pago parcial o saldo de cuenta a favor de otro, sea el receptor de este mundo o del otro, con la sola condición de que pertenezca por la gracia al cuerpo místico del Señor que es uno en la caridad. Es la consecuencia del misterio de la Comunión de los Santos, que en estos días se nos manifiesta.



                                          



La práctica de la Iglesia


Sabido es cómo secunda la Iglesia en este punto la buena voluntad de sus hijos. Por medio de la práctica de las Indulgencias, pone a disposición de su caridad el tesoro inagotable donde se juntan sucesivamente las satisfacciones abundantísimas de los Santos con las de los Mártires, y también con las de Nuestra Señora y con el cúmulo infinito debido a los padecimientos de Cristo.


Casi siempre ve bien y permite que la remisión de la pena, que ella directamente concede a los vivos, se aplique por modo de sufragio a los difuntos, los cuales ya no dependen de su jurisdicción. Quiere esto decir que cada uno de los fieles puede ofrecer por otro a Dios, que lo acepta, el sufragio o ayuda de sus propias satisfacciones, del modo que acabamos de ver. La indulgencia que se cede a los difuntos no pierde nada de la certeza o del valor que tendría para nosotros los que pertenecemos todavía a la Iglesia militante. Ahora bien, las Indulgencias se nos ofrecen en mil formas y en mil ocasiones.


Sepamos utilizar nuestros tesoros y practiquemos la misericordia con las pobres almas que padecen en el purgatorio. ¿Puede existir miseria más digna de compasión que la suya? Tan punzante es, que no hay desgracia en esta vida que se la pueda comparar. Y la sufren tan noblemente, que ninguna queja turba el silencio de "aquel río de fuego que en su curso imperceptible las arrastra poco a poco al océano del paraíso".


Para ellas, el cielo es inalcanzable; porque ya no pueden obtenerlo con sus méritos. Dios mismo, buenísimo pero también justísimo, se ha obligado a no concederlas su liberación si no pagan completamente la deuda que llevaron consigo al salir de este mundo de prueba. Es posible que esa deuda la contrajesen por nuestra culpa o con nuestra cooperación; y por eso se vuelven a nosotros, que continuamos soñando en placeres mientras ellas se abrasan, cuando tan fácil nos es abreviar sus tormentos.



Como si el purgatorio viese rebosar más que nunca sus cárceles con la afluencia de multitudes que allí lanza todos los días la mundanalidad del siglo presente y acaso debido también a la proximidad de la cuenta corriente final y universal que dará término al tiempo, al Espíritu Santo ya no le basta sostener el celo de las cofradías antiguas consagradas en la Iglesia al servicio de los difuntos; suscita la Iglesia nuevas asociaciones y hasta familias religiosas, cuyo fin exclusivo es promover por todos los medios la liberación o el alivio de las almas del purgatorio.*(ver Nota)



                                                                      



Las Misas del 2 de noviembre (celebradas el día 3 si el 2 de noviembre cae en Domingo)


Si los sufragios de un simple fiel tienen tanto valor, ¡cuánto más tendrán los de toda la Iglesia en la solemnidad de la oración pública y en la oblación del augusto Sacrificio en que Dios mismo satisface a Dios por todas las faltas! La Iglesia, desde su origen, siempre rezó por los difuntos.



Al seguir la Iglesia desde un principio el mismo proceso respecto a la memoria de los bienaventurados y la de las almas del purgatorio, era de prever que la institución de la fiesta de Todos los Santos reclamaría muy pronto la actual Conmemoración de los fieles difuntos.



Según nos dice la Crónica de Sigeberto de Gemblaux, el abad de Cluny, San Odilón, la instituía en 998 en todos los monasterios que de él dependían, para celebrarla perpetuamente al día siguiente de Todos los Santos. El mundo aplaudió el decreto de San Odilón. Roma le hizo suyo y se convirtió en ley de toda la Iglesia latina.


Fuente: Dom Guéranger, L’année liturgique



                               



*Nota: Hoy -y desde el 8 de diciembre de 1965, fatídica fecha de clausura del siniestro conciliábulo Vaticano 2, que fue la gran apostasía bíblica profetizada- la Iglesia Católica está eclipsada de la faz de la tierra, ocupando sus estructuras externas una abominable secta herética y apóstata, la Ramera del Apocalipsis profetizada por el bendito San Juan Evangelista, que ha usurpado el lugar de la santa Esposa de Cristo para desgracia eterna de quienes caigan en sus redes.



Esta angustiosa situación se prevé que durará hasta la consumación de este mundo, esto es, hasta el terrible día del Juicio Final y la gloriosa Parusía de N.S.J.C. Por tanto, a los últimos fieles Católicos que sobreviven hoy sobre la faz de la tierra NO les es lícito participar en las ceremonias pseudo religiosas de la Ramera ni asociarse de ninguna manera con las múltiples sectas a las que da cobijo, bajo pena de "communicatio in sacris" con herejes acatólicos y el consiguiente castigo de excomunión.



Los fieles pueden y deben, sin embargo, rezar por las pobres ánimas del Purgatorio y ofrecer sacrificios, novenas, comuniones espirituales, etc. por ellas, para que el Buen Dios se compadezca y permita que salgan pronto de su duro cautiverio.



En un esperadísimo ensayo sobre los Dos Testigos del Apocalipsis intentaremos dar respuesta a los muchos interrogantes y miedos que embargan a no pocos fieles que han logrado salir, Dios Uno y Trino mediante, de las garras de la Ramera y se encuentran en el desierto de la sola Fe sobrenatural, alimentados por el Espíritu Santo Paráclito para no desfallecer espiritualmente y mantener viva la llama de la Fe hasta la segunda venida de Cristo.


CIEN TESTIGOS DEL PODER DE LA SAGRADA ESCRITURA (Mons. Straubinger) (4)

 



* Testigo 20º: San Agustín de Hipona (+430)


"La Escritura habla de tal manera que su sublimidad confunde a los soberbios, su profundidad amedrenta a los atentos, su verdad apacienta a los grandes y su afabilidad nutre a los párvulos". [De Gen. ad Lit. I, 5, c.3, n.6]


"Si toda ciencia, hasta la más profana y la más fácil, reclama para ser adquirida la ayuda de un hombre docto y de un maestro, ¿puede haber algo más orgullosamente temerario que pretender conocer los Libros que contienen los secretos divinos sin el auxilio de quienes son sus propios intérpretes?" [Ad Honorat. de utilit. cred. XX, 17]


"Se nos ofreció la dulzura de las Santas Escrituras, para que pudiéramos mantenernos en el desierto de la vida humana... Acércate a la mesa del Señor, al banquete de las Escrituras; pero cuida de llevar vestidura nupcial, es decir, amor de Dios y del prójimo". [Sermo 90, n.9]



"Cuanto es más pobre el hombre de su propio fondo, más debe enriquecerse en estas fuentes sagradas. Pequeños como somos para expresar las grandes cosas de la fe, hemos de crecer mediante la autoridad de las Escrituras". [De Doctr. Christ. 4, 5]



"Leed la la Escritura, leedla, para que no seáis ciegos y guías ciegos. Leed la Sagrada Escritura, porque en ella encontraréis normas sobre lo que habéis de hacer y lo que habéis de evitar. Leedla, porque es más dulce que la miel y más nutritiva que cualquier otro alimento". [Sermo 48]



"Dadme, Señor, que publique y confiese en vuestra presencia todo cuanto yo hallare y entendiere en vuestros Sagrados Libros; que oiga aquellas voces de alabanza vuestra; que sacie mi sed, bebiendo allí vuestro espíritu y que considere las maravillas que nos refiere vuestra santa Ley, comenzando desde el principio en que creasteis el cielo y la tierra, hasta el perfecto establecimiento de aquel reino, que ha de durar con Vos eternamente en vuestra santa ciudad y celestial Jerusalén". [Confes.XI, 2]



"Quien no se aplica a oír en su interior la Palabra de Dios, será hallado vacío en su predicación externa". [Sermo 179]



"El verdadero Cristo se halla (entre nosotros) tanto en la Palabra como en la Carne". [In Ev. Joh. tract. 26,12]



"Para todas las enfermedades del alma proporciona la Sagrada Escritura un remedio". [Sermo 1 in Psalm. 48]



"Todas las divinas Escrituras son saludables a los que las entienden bien; pero son peligrosas a los que quieren torcerlas para acomodarlas a la depravación de sus costumbres". [Sermo 1 in Psalm. 48]



"Ama las Sagradas Escrituras y te amará la Sabiduría".



                                                    



* Testigo 21º: San Benito de Nursia (+543)

"¿Qué página o qué sentencias hay en el Antiguo y Nuevo Testamento, que no sean una perfectísima norma de vida humana?" [Regla, cap. 73]



* Testigo 22º: San Gregorio Magno, Papa y Doctor de la Iglesia (+604)

"¿Qué otra cosa es la Sagrada Escritura sino una carta que el Señor todopoderoso ha querido por su bondad dirigir a su creatura? Por cierto, en cualquier lugar o situación que te hallares, oh Teodoro, si recibieras una carta del emperador, al punto y sin la menor dilación la leerías: ni tendrías reposo alguno ni dormiría, sin querer saber primero lo que la majestad imperial te ordenaba. Pues habiéndote enviado el Emperador del cielo y el Señor de los hombres y de los Ángeles sus cartas en la que se te trata de tu propia vida: ¿cómo te descuidas en leerlas, y no manifiestas ardor y prontitud en saber lo que en ellas se contiene? Por lo cual, te encargo estrechamente, que te apliques a este estudio con la mayor afición, y que medites cada día las palabras de tu Creador. Aprende por la Palabra de Dios, cuál es para contigo el corazón de Dios. [Ad Theod. Med. Ep. 31]



"La Palabra Divina, la cual está llena de misterios para ejercitar los entendimientos más elevados, contiene también verdades muy claras, propias para nutrir a los sencillos y menos ilustrados. Es semejante a un río, cuyo cauce (ensanchándose) fuese en algunas partes tan poco profundo que pudiese pasarlo un corderito; y tan hondo en otras, que pudiese nadar un elefante". [Carta a San Leandro, Obispo de Sevilla]



                                                               



* Testigo 23º: San Isidoro de Sevilla, Obispo y Doctor de la Iglesia (+ 636)

"El camino que conduce a Cristo es la Sagrada Escritura, mediante la cual los justos se acercan a Dios y le reconocen tal cual es. Las santas y sublimes Escrituras son semejantes a montes que nos proporcionan alimento; todo hombre piadoso que los sube, tiene el pleno goce de encontrar alimento eterno". [De Summo Bono, lib. I, c. 13]




* Testigo 24º: El Areopagita

"Leer la Biblia es rezar, meditarla es hacer oración, reverenciarla es adorar la incomprensibilidad divina, familiarizarse con la Biblia es entrar en conversación frecuente con Dios y empezar a gozar de Él".



A continuación... Testigos de la Sagrada Escritura en la Edad Media



                            


CIEN TESTIGOS DEL PODER DE LA SAGRADA ESCRITURA (Mons. Straubinger) (1)
CIEN TESTIGOS DEL PODER DE LA SAGRADA ESCRITURA (Mons. Straubinger) (2)
CIEN TESTIGOS DEL PODER DE LA SAGRADA ESCRITURA (Mons. Straubinger) (3)
CIEN TESTIGOS DEL PODER DE LA SAGRADA ESCRITURA (Mons. Straubinger) (4)


FESTIVIDAD DE TODOS LOS SANTOS (1 de noviembre)

 



La fiesta de Todos los Santos tiene sus raíces en los primeros siglos de la Iglesia naciente. Ildefonso Schuster O.S.B. (1880-1954), cardenal arzobispo de Milán, conocido por sus obras litúrgicas, nos ofrece en el siguiente escrito una breve descripción del origen de esta solemnidad.


Como una fiesta colectiva de todos los bienaventurados del cielo, la fiesta de Todos los Santos tiene precedentes muy antiguos en varias liturgias, especialmente las orientales.


Los Sacramentarios, que revelan la liturgia utilizada en la Iglesia de Roma, no mencionan esta fiesta antes del siglo IX, ya que fue entonces cuando Roma la incluyó.


Una fiesta colectiva de todos los mártires, relacionada con el triunfo pascual del Redentor, apareció en Siria en el siglo IV. Los bizantinos, por otro lado, la celebraban el domingo después de Pentecostés, una costumbre que también se adoptó en Roma, como puede constatarse en el Comes más antiguo - o leccionario de la Iglesia romana - publicado por Dom Morin basándose en el famoso manuscrito de Wurzburgo: Dominica in natale Sanctorum, "el domingo que celebra el nacimiento de los santos para el Cielo".


Sin embargo, esta fiesta solo fue trasplantada de Bizancio a las orillas del Tíber por un breve tiempo, y esta es la razón: durante la semana posterior a Pentecostés, una antigua tradición impuso el solemne ayuno de las Témporas a los romanos, con la gran vigilia del sábado en San Pedro. Era imposible, después de esta noche agotadora, celebrar la solemnidad de todos los santos a la mañana siguiente. Por lo tanto, se abandonó la costumbre bizantina, y fue necesario contentarse con la fiesta del 13 de mayo en honor a los mártires, anteriormente instituida por S.S. Bonifacio IV cuando dedicó el Panteón al culto cristiano.


Sin embargo, la idea de una solemnidad colectiva de todos los santos, y no solo de los mártires, se mantuvo viva.


Mientras los iconoclastas destruían imágenes y reliquias en el este, y en Latium e Italia los cementerios repletos de mártires yacían abandonados debido a las constantes invasiones de los lombardos, S.S. Gregorio III erigió un oratorio expiatorio en San Pedro en honor de todos los Santos, mártires y confesores de todo el mundo.


Se le confió a un coro de monjes el servicio litúrgico de este santuario. Todos los días hacían una conmemoración especial de los santos cuyo nacimiento se celebraba en las diversas Iglesias católicas en ese día.


¿Cómo fue entonces que Roma empezó a celebrar la fiesta de Todos los Santos en noviembre? No hay una respuesta clara. El cambio se produjo bajo S.S. Gregorio IV (827-844), y las acciones de Luis I, el Piadoso, y los obispos francos tuvieron algo que ver con eso, pero es imposible determinar si la iniciativa vino del papa o del emperador.


Lo que sí es seguro es que fue S.S. el Papa Sixto IV (1471-1484) quien más tarde agregó una octava a la fiesta.


Fuente: Liber Sacramentorum