ANÁLISIS DE TODOS LOS DOCUMENTOS DEL VATICANO 2. (Parte 22). LA MALA PASTORAL EN LA FORMACIÓN DE LOS RELIGIOSOS, SEMINARISTAS, SACERDOTES Y EN EL MINISTERIO EPISCOPAL. (cont.)

 



15.4 «las disciplinas filosóficas hay que enseñarlas [en el seminario] […] teniendo también en cuenta las investigaciones filosóficas de los tiempos modernos […] de forma que los alumnos, bien conocida la índole de la época presente, se preparen oportunamente para dialogar con los hombres de su tiempo [nótese: para “dialogar” con ellos, no para convertirlos].



"La historia de la filosofía enséñese de suerte que los alumnos, al mismo tiempo que captan los principios últimos de los varios sistemas, retengan lo que en ellos se ve de verdad y puedan descubrir las raíces de los errores y rebatirlos» (OT § 15).


Un par de consideraciones nos permitirán advertir lo erróneo del planteamiento de esta pastoral:


1) El conocimiento del pensamiento moderno no se exige para convertir mejor las almas a Cristo, sino para “dialogar”.


2) Los seminaristas han de conocer bien “la índole de la época presente”, separando en ella lo bueno de lo malo para poder apreciar mejor lo primero. De ahí que, respecto de la filosofía, deben ser capaces de retener, en el seno de los distintos sistemas filosóficos, “lo que en ellos se ve de verdad”, distinguiéndolo de lo falso, y de “descubrir” nada menos que “las raíces de los errores y rebatirlos”. Lo que equivale a encomendar a unos simples seminaristas una tarea superior a sus fuerzas. No es fácil refutar con las propias fuerzas los errores del pensamiento moderno, un pensamiento enemigo de todas las verdades fundamentales del cristianismo; es menester para ello poseer una mentalidad especulativa y una vasta cultura, lo que está al alcance de pocos. Además, el error en la filosofía se mezcla a menudo con verdades, se expone asimismo de manera apropiada, articulada y hasta intelectualmente fascinante. Su refutación debería confiarse a los docentes, no dejarla a las todavía débiles fuerzas de los seminaristas en nombre de una noción absurda de la libertad personal.


Como quiera que sea, se echan de ver en el artículo que comentamos las perversas intenciones de la “Nouvelle Théologie”, completamente avasallada al pensamiento moderno, al cual ha logrado introducir en los seminarios para corromper la formación tomista tradicional del clero, aunque se la mantenga nominalmente.



                         




15.15 «Pero como la instrucción doctrinal no debe tender únicamente a la comunicación de nociones, sino a la formación verdadera e interior de las almas, han de revisarse los métodos didácticos…» (OT § 17).


Lo anterior equivale a tildar de nocionismo a toda la didáctica precedente. ¿Se trata de acusación fundada? No nos lo parece en absoluto. Constituye la acusación característica de quien se dispone a subvertir un método didáctico desde sus raíces; una acusación típica, por lo demás, en el ámbito de la pedagogía moderna, volcada de continuo en el experimento y la reforma, enemiga declarada del ejercicio de la memoria y del conocimiento sistemático.



15.16 (Los presbíteros o sacerdotes) «respeten asimismo cuidadosamente la justa libertad que todos tienen en la ciudad terrestre [parece prohibirse explícitamente hacer conversiones]. Escuchen con gusto a los seglares […] a fin de poder reconocer juntamente con ellos los signos de los tiempos. Examinando los espíritus para ver si son de Dios (I Jo 4, 1), descubran con el sentido de la fe los multiformes carismas de los seglares, tanto los humildes de los elevados, etc.» (Presbyterorum Ordinis § 9).


¿Tenemos aquí una apertura implícita al movimiento carismático? En cualquier caso, se manda a los curas al colegio de los fieles, por decirlo así. Además: «Atendiendo a las normas del ecumenismo (cf. Conc. Vat. II, decr. Unitatis redintegratio: De oecumenismo, § 21, año 1964: AAS 57 (1965) pág. 90 ss), no se olvidarán de los hermanos que no disfrutan de la comunión eclesiástica plena con nosotros» (PO ivi) (nótese el adjetivo “plena”).


                          



15.17 En el mundo de hoy, inmerso en un gran proceso de transformación, «tampoco los presbíteros, implicados y distraídos en las muchas obligaciones de su ministerio, pueden pensar sin angustia [non sine anxietate] cómo lograr la unidad de su vida interior con la magnitud de la acción exterior» (PO § 14). El concepto se repite en PO § 22: «los ministros de la Iglesia, e incluso muchas veces los fieles cristianos, se sienten en este mundo como ajenos a él, buscando angustiosamente los medios idóneos y las palabras para poder comunicarse con él».


Tales juicios no corresponden a la realidad. A partir de la segunda mitad de la década de los cincuenta, preocupaba la merma (limitada) de las vocaciones, la descristianización emergente de la sociedad, las tendencias modernistas que comenzaban otra vez en el clero: se sentía en el aire como un trabajo sordo, lento y continuo de entibiamiento que comenzaba a difundirse: la formación tácita de una opinión, aún minoritaria, todavía fragmentada, que incitaba a la apertura y a la relajación ante el mundo. Pero la angustia de tipo existencial, de moda en la segunda postguerra, la experimentaban tan solo los “nouveaux théologiens”, de fe dudosa, avasallados por entero al pensamiento contemporáneo y a los atractivos del siglo (como Karl Rahner, jesuita y teólogo de relumbrón, quien, entre otras cosas, según se hizo público hace unos pocos años, mantuvo relaciones con una mujer). Pero nadie sentía la necesidad, especialmente entre los fieles, de, p. ej., una reforma litúrgica (tan radical, por lo demás, como la que impuso una minoría destructiva con la complicidad de Juan 23, el (anti)papa entonces reinante). Nadie experimentaba la necesidad angustiosa de una “adaptación” al mundo.



                          



15.18 La caridad mueve a los presbíteros a «investigar prudentemente nuevos caminos [vias novas] para el mayor bien de la Iglesia» (PO § 15).


15.19 «Por la amigable y fraterna convivencia entre sí y con los demás hombres pueden aprender los presbíteros a cultivar los valores humanos y a apreciar los bienes creados como dones de Dios» (PO § 17).


Pero la convivencia entre los fieles y los sacerdotes no es, ni puede ser, “amigable y fraterna”, como si se tratara de una relación entre iguales (!). Los fieles le confiesan sus pecados al cura, que goza del privilegio de consagrar la Sagrada Hostia, y por su conducto Cristo los absuelve. En cuanto sacerdote, los fieles no pueden considerarlo como uno de sus pares, ciertamente; y, de hecho, siempre han sentido por los sacerdotes, a quienes recurren también a veces en busca de consejo sobre cuestiones prácticas importantes, un respeto que no se experimenta entre iguales. Y luego, ¿qué “valores humanos” cultivará el presbítero? ¿Todos? ¿Toda la “mitología” relativa al progreso, la democracia, la libertad, prodigada a manos llenas en los textos del concilio?



15.20 Los sacerdotes deben conocer “bien”, además de los documentos del Magisterio, las obras de «los escritores de teología mejores y probados», y también «la cultura humana» y «las ciencias sagradas», puesto que «en nuestros tiempos» ambas «avanzan con un ritmo nuevo». Así podrán «entablar más ventajosamente el diálogo con los hombres de su tiempo» (PO § 19).


Con eso de “las ciencias sagradas” que “avanzan con un ritmo nuevo” es verosímil que se pretenda acreditar el punto de vista de la “neoteología”, la cual presenta como “hallazgos” las invenciones y elucubraciones de la exégesis y de la teología protestantes, proscritas por la autoridad eclesiástica hasta el último concilio.



                         



15.21 Para el mantenimiento económico del clero, «hay que dejar el sistema que llaman beneficial, o al menos hay que reformarlo» (PO § 20). La sustentación del clero se confía exclusivamente a los fieles (ivi). No se habla de ayuda por parte de la autoridad civil, en vista del régimen de separación propugnado por el Vaticano 2 (v. supra § 10.6).


La obligación que les corre de proveer a dicha sustentación se funda en el hecho de que «quienes desempeñan o han desempeñado alguna función [munus] para el servicio del pueblo de Dios» tienen derecho a una «sustentación digna» (PO § 20 cit.). Así, pues, se confirma que el significado del munus sacerdotal cambia para el "concilio": más que sacerdos Dei [sacerdote de Dios], el “presbítero” es sacerdos populi Dei [sacerdote del „pueblo de Dios‟].



15.22 La subversión de la diócesis, que no es ya «la circunscripción o el cargo para cuyo gobierno o desempeño se nombra al obispo» (Enciclopedia del diritto, Milán, 1964, t. XII, voz Diocesi), sino «una porción del pueblo de Dios que se confía a un obispo para que la apaciente con la cooperación del presbiterio» (Christus Dominus § 11).

Es menester que «las delimitaciones de la diócesis […] se revisen de manera adecuada [ad congruam recognitionem]», naturalmente que «según las exigencias del bien de las almas», y, por ende, «con prudencia», pero al mismo tiempo quam primum, es decir «cuanto antes» (CD § 22) (nótese la contradicción, típica del Vaticano 2).


Subversión, decíamos, porque la recognitio de las diócesis debe efectuarse de manera siguiente: «dividiéndolas o desmembrándolas o uniéndolas, o cambiando sus límites, o eligiendo un lugar más conveniente para las sedes episcopales, o, por fin, disponiéndolas según una nueva ordenación, sobre todo tratándose de las que abarcan ciudades muy grandes» (CD § 22).


El concilio desencadena un auténtico tornado sobre las diócesis, puesto que quiere cambiarlo todo hasta los cimientos, y lo antes posible: territorio, sedes episcopales, ordenación interna. La nueva diócesis debía nacer de inmediato, sin miramientos para con la antigua.



                                    




15.23 En el ejercicio de su ministerio, el obispo debe enseñar a apreciar, además de los valores tradicionales (p. ej., el constituido por la familia), los valores laicistas de «la persona humana, con su libertad, y la misma vida del cuerpo [corporis vita]», así como «la sociedad civil […] el trabajo y el descanso, las artes y los inventos técnicos…» (CD § 12). Debe también mostrar, a tenor de las directrices de Juan 23 en la Pacem in terris, citadas expresamente por el concilio, «cómo hay que resolver [!] los gravísimos problemas relativos a la posesión de los bienes materiales, a su incremento y recta distribución, y los relativos a la paz y a la guerra y a la vida hermanada de todos los pueblos» (ivi).



Aplicando las directrices de Juan 23, el concilio no vacila en afirmar que a los obispos (que, por su vocación, deberían ser, ante todo, pastores de almas) les incumbe el cometido de enseñar (a los gobernantes) cómo resolver los problemas fundamentales de los Estados modernos (!). Estamos ante el diletantismo puro y la politización del ministerio episcopal. Por añadidura, el obispo debe, como es natural, «explicar la doctrina cristiana con métodos acomodados a las necesidades de los tiempos [o sea, de una manera puesta al día] […] y buscar y promover el diálogo con todos los hombres» (CD § 13). A tal objeto (CD § 16), ha de «ordenar su vida de forma que responda a las necesidades de los tiempos» (aserción misteriosa, si bien se mira: ¿qué quiere decir exactamente?). Además, «para procurar mejor el bien de los fieles, según la condición de cada uno, esfuércese en conocer bien sus necesidades, las condiciones sociales en que viven, usando de medios oportunos, sobre todo de la investigación social» (ivi). Una verdadera fijación del concilio, ésta por la sociología pastoral: en el artículo 17, CD recomienda sin ambages a los obispos la instauración de «oficinas de sociología pastoral» (sea lo que fuere lo que ello signifique), encargadas de «investigaciones sociales y religiosas» (!), no por nada «los sagrados pastores, en cuanto se dedican al cuidado espiritual de su grey, de hecho atienden también al bien y a la prosperidad civil, uniendo para ello su labor eficaz a la de las autoridades públicas» (CD § 19). ¿el obispo, artífice también de nuestro bienestar material? ¿Acaso es para esto para lo que se consagran obispos, sucesores de los Apóstoles?



                            


Continuará...


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